Capítulo 9: Lunática

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La semana que faltaba para el regreso a Hogwarts pasó volando. Literalmente. Disfruté mucho mis vacaciones con mi familia y que mis padres estuvieran unidos y en paz después de tanto tiempo me dejaba muy tranquila. Mis hermanos, los Weasley y yo pasamos el tiempo jugando al Quidditch para que Ron pudiera practicar con su escoba nueva. Mientras que Hermione y Jaquie se quedaban viéndonos jugar con la excusa de que no eran buenas en el deporte. Nadie las obligó de todas formas.

Bajé las escaleras cuando comencé a escuchar los gritos de la señora Weasley y me encontré con todos en el salón principal. Mi madre y mi padre se miraban uno al otro y sonreí por lo bajo para disimular mi felicidad por ellos. Snape se había ido ayer y vi cómo mi madre y él se estrechaban la mano. Algún día sabría la historia completa de ellos. 

- Bueno, - comenzó Molly mirándonos a cada uno de nosotros. - Ron, Ginny, Fred, George, Mackenzie, Hermione, Harry, Jaquie... - y se detuvo cuando se dio cuenta que faltaba alguien: - ¡Maddie, cariño, vámonos o perderemos el tren!

La persona que bajó de las escaleras no se parecía a mi hermana. Estaba completamente cambiada. Bueno, no completamente, pero su cabello castaño había cambiado su color a rubio. Todos nos quedamos boquiabiertos, pero él más sorprendido era Fred, a quien se le iluminaron los ojos al ver a Maddie.

- Wow, ese cambio sí que te favorece - largó Jaqueline con una sonrisa.

- Gracias - le dijo y se adelantó a mí para sonreír. - ¿Se ve bien?

- Siempre hermosa.

Tardamos veinte minutos hasta llegar a King Kross y mi padre estaba más que feliz por salir al aire libre. Corrió, espantó a las palomas y persiguió a un gato. Los que seguíamos su paso desde atrás solo reíamos. Atravesamos el andén 9¾ y nos encontramos con el tren escarlata. Saludé a mis padres con un abrazo y subimos al tren lo más rápido que pudimos.

- ¿Vamos a nuestro compartimiento? - les pregunté a mis mejores amigos con entusiasmo.

Harry asintió pero Ron y Hermione se miraron.

- Esto... - empezó a decir Ron.

- Nosotros... Bueno, Ron y yo tenemos que ir al vagón de los prefectos - dijo Hermione.

- ¡Ah! - exclamamos Harry y yo al unísono. - Está bien...

- No creo que tengamos que quedarnos allí durante todo el trayecto - se apresuró a añadir Hermione. - Nuestras cartas decían que teníamos que recibir instrucciones de los delegados, y luego patrullar por los pasillos de vez en cuando.

- Bueno, entonces ya..., ya nos veremos más tarde.

- Sí, claro - dijo Ron. - Es una pena que tengamos que ir al vagón de los prefectos, yo preferiría... Pero tenemos que hacerlo, es decir, a mí no me hace ninguna gracia. Yo no soy Percy - concluyó con tono desafiante.

- Ya lo sé - afirmó Harry, y sonrió. Le di el mismo gesto.

- ¡Vamos! - nos dijo Ginny. - Si nos damos prisa podremos guardarles sitio.

- Tienes razón - repliqué con una sonrisa.

Encontramos un compartimiento al fondo del vagón y entramos rápidamente. Allí se sentaba Luna Lovegood, una amiga de Hope. Neville se nos unió también y dejamos nuestras cosas. La muchacha que había sentada junto a la ventana levantó la cabeza. Tenía el pelo rubio, sucio y desgreñado, largo hasta la cintura, cejas muy claras y unos ojos saltones que le daban un aire de sorpresa permanente. Se había colocado la varita mágica detrás de la oreja izquierda, llevaba un collar hecho con corchos de cerveza de mantequilla y estaba leyendo una revista al revés.

Mackenzie y la orden del fénix | [MEH #5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora