UN CHOCOLATE CALIENTE DE DESAYUNO

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Ahí se encontraba el, tan apaciblemente, un sábado a la mañana, levantándose temprano solo para hacerle el desayuno a su marido cuando de repente. . .
   -¡Harry!! ¡¿Donde estás?!
   -Aqui en la cocina.
   -Amor me diste un susto pensé que te habrías ido a trabajar sin despedirte- y ahí estaba otra vez, su marido el paranoico, que aunque para algunos es un insoportable desastre con patas, para el es lo más adorable y tierno de mundo.
   -Cielo, hoy es sábado, no tengo que ir a trabajar.
   -¡Oh! Cierto, ya sabes que después de cada estreno me doy unas vacaciones y olvido el día en el que vivo.
   -Oh amor, era una de las condiciones al pedirte matrimonio. Informarte del día en el que vives.
    Y así era, antes de casarse con Draco, Harry lo aprendió todo sobre el. Su hábitos, manías, costumbres y demás. Y estaba de sobra decir, que amaba cada una de ellas con todo su ser. Si lo no le habría pedido matrimonio, ni se habría enfrentado a Lucius y seguramente, no habría ido a tomar el té con Narcissa.
   -Espera, si es sábado hay que ir a comer con mis padres. ¡Ahhh! Odio las finas comidas sangrepura; prefiero lo que haces y aquí, amor.
   -¿Eso lo dices solo para que te haga chocolate caliente verdad?-. Su marido siempre le pedía chocolate caliente en invierno por medio de peloteo. Por lo que él ya se lo tenía preparado siempre.
   -Puede. . .
   -¿Si ya sabes que te lo hago sin que me lo pidas para que me sigues pelotilleando?
   -¿Por que lo pienso?
   -No cuela Potter- uff, a Harry le encantaba llamarlo por su apellido  era como reafirmar que el hombre frente a él,  esa belleza divina, esa personalidad indescriptible; le pertenecián solo a él.
   -Bueno Malfoy, que sepas que si aprecio tu cocina, y lo hago porque es divertido-. A Draco también le encantaba llamarlo por su apellido, por un tanto de lo mismo que su marido. Ambos eran celosos y posesivos, pero de alguna manera encajaban a la perfección.
   -A-ja-ja. Que gracioso Draco.
   -¿Verdad que si?
   -Venga, desayuna y déjame hacerlo a mi también.
   Y ahí empezaba el espectáculo. Cuando su Draco desayunaba chocolate era más tierno que el cachorrito que le regalaron Ron y Mione a Rose en su cumpleaños.
   ¡Merlín! ¿Como podía ser tan tierno? No lo entendía, era un gran misterio desde su primera cita.
   Habían ido a una cafetería tipo el Caldero Chorreante en las afueras del Londres muggle, él se había pedido un Nesquik y Draco que no conocía la mitad de las cosas que ponía ahí ya que casi todas eran muggles (salvo el té), pidió lo que reconoció, chocolate.
   ¡Jolines! Harry jams olvidaría la cara de sorpresa de Draco cuando la camarera le puso delante un líquido caliente, espeso y marrón. Con cautela decidió intentar quedar bien e intentar beber aquel extraño "mejunje". Y tampoco olvidaría su cara de infinita felicidad al probar el dulce anteriormente mencionado líquido. Se enamoro más, (extrañamente descubrió que era posible), de él.
   Volviendo al presente Harry sonrió tan ampliamente al recordar la primera cita que tuvo con su esposo que Draco, enamorado como estaba se quedó embobado mirándolo. Y por primera vez, desde que nuestro hermoso Slytherin lo descubrió, dejó olvidado el chocolate delante para admirar a su pareja. La persona a la que más amaba en este planeta.
  Y así en una mañana de invierno lo impensable ocurrió. El chocolate caliente del desayuno quedo olvidado por Draco, y Harry no termino su café.

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