Capitolo Nove

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Trato
trattamento

De nuevo temprano por la mañana, peinó su larga cabellera roja. Se cambió de ropa. Desayunó. Tendió su cama. Terminó todo.

Tomó su cámara, el sketchbook del idiota del chico del andén, y salió con tranquilidad. Hoy no llevaba sombrero, hacia demasiado calor. Recorrió la misma calle de siempre. Y al llegar a aquella casa, se quedó parada.

Envuelta en la belleza de aquella obra de la naturaleza, una vez más, soñó con tomar una hermosa rosa. Y una vez más, la tomó, como siempre lo hacía.

La miró, la observó, la vió. Cada detalle, cada raíz, cada pétalo. Acercó su nariz a aquella flor de color carmesí, y olió. Aquella rosa olía a gloria.

Así había sido. Así sería por siempre.

Retomó su camino, pero había algo distinto en ella. En vez de su característico sombrero negro con la cinta roja. En cabello suelto volaba al ritmo del viento. Y la bella rosa roja, sostenía un mechón de cabello, tras de su oreja con suma delicadeza.

Era realmente hermosa.
Sus ojos verdes resplandecían al sol. Y parecía una verdadera diosa. Pero algo la quito de sus pensamientos, y alegro su día.

-¡Hey! ¡Geovanna! - se escuchó una voz al fondo. Ella volteó, reconociendo la voz, y su sonrisa se abrió de extremo a extremo.
- ¡Riccardo! - su hermano la había llamado. La había ido a visitar. Y como una vez al mes hacia, la acompañaría a trabajar.

La conversación no tardó en entablarse, con increíble soltura. Y caminaron hasta el andén del tren.

Ahora un chico pelirrojo se había anexado al reparto. Y parecía ser una copia exacta de su bella hermana.

Al igual que ella, presumía de unos grandes y característicos ojos verdes. Y al contrario que ella, era realmente alto. Su forma de vestir, demostraba un muy buen gusto, y no solo eso, sino que un sentido agudo para la moda. Sus pecas rellenaban toda su cara, pasando por sus mejillas y parte de su nariz, y su sonrisa, sin duda, demostraba ser sonrisa de un buen Cantavilla. Y ante todo, estaba su cabello pelirrojo, exactamente igual al de su hermana.

Riccardo halagó la belleza de su hermana, y la rosa roja. Y entre broma y broma, juego y juego, llegaron al andén de la estación.

- Mira ésto - Geovanna abrió la boca, para mostrar aquel secretito suyo. El sketchbook. Le explicó rápidamente la historia de aquella curiosa librería.

El alto pelirrojo, abrió el sketchbook y leyó un par de páginas.

Compañera
usted sabe
puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo...

Y así, continúo leyendo cada párrafo, con un sentimiento mayor que aquel que sentía cuando imaginaba las escenas de amor de sus libros. Había sentido que ese poema era dedicado a ella. Aunque sabía que en realidad el la odiaba

-Vaya poeta eh, robando poemas a escritores conocidos - mencionó con algo de sarcasmo en su tono, y ella se sorprendió a si misma defendiendo al chico desconocido.
- Vamos ¿De qué hablas? Parece ser realmente bueno escribiendo - replicó
-«Hagamos un trato» poema de Mario Benedetti. ¿Me dirás qué el lo escribió? No hay quien lo salve.

Ella declamó el poema, con dulce amor en sus palabras, mientras su pelirrojo grandulón, escuchaba con atención.

Se enamoró del poema, y casi por inercia, se dijo a su misma "Hagamos un trato" y se burló de su ser.

𝙻𝚎𝚝𝚝𝚎𝚛𝚎 𝚎 𝚁𝚘𝚜𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora