Golpe
ColpoLa florería, era sorprendentemente minimalista. Sus pequeños detalles en colores, y aquellas flores decorando las grandes estanterías, hacían verlo un lugar extraño, y sobre todo, curioso.
El se asomo por aquellos grandes ventanales, observando a una hombre, armando arreglos florales, y a una mujer, platicando cómodamente con la chica pelirroja.
¿Trabajaba ahí?
Ella no se dedicó a la palabrería, pues con solo uno par de minutos, ella había empezado a recorrer el lugar, y señalar especie por especie distintas flores que por lo que parecía, le gustaban.
Aquel chismoso chico, cruzó el callejón hasta el otro extremo, esperando ver mejor el edificio. No sabía bien para qué, pero en algunas películas se hacía eso, y por supuesto, el no sería menos.
El edificio gritaba lo viejo que era. Su construcción y arquitectura lo dejaban en visto, y sobre todo, el estilo colonial que se podía notar siempre en lugares como ese.
Por arriba de su toldo verde, un cartel colgaba, anunciando «Parlando di fiori».
¿Que clase de nombre es ese?. Ninguno muy normal, por supuesto.
Aquel lugar estaba bastante oculto, pero eso no significaba que no fuera conocido. Todo lo contrario, parecía serlo, pues había gente que pasaba por aquel callejón señalando el lugar, y en el poco tiempo que el escritor se quedó parado ahí, entraron más de un par de personas.
Después de una pequeña jornada de reflexión para él, aquella mujer salió de ahí. Con un gran arreglo floral de distintas flores de colores luminosos: amarillos, blancos, rosas muy claros, entre otros que combinaban a la perfección.
Los girasoles abundaban, las rosas también, y los lirios y pequeñas margaritas se veían por ahí.
–¿Existen las rosas amarillas?– pregunto a nadie, confundido.
Y caminó tras de ella.
–Te estás volviendo loco– dijo esta vez para él.
Y cambió el camino, hasta llegar al parque en dónde todo había comenzado.
Se sentó en una banca, bajo muchos árboles, mientras el aire de invierno (sí, todavía invierno) resonaba en sus oidos, y despeinaba su cabello.
Miraba ahí. Sí, ahí. Justo ahí, en dónde tú estás viendo.
Sin mirar a su vez, pensando. Su vista se nubló, como solía pasar cuando se perdía en si mismo.
¿Qué fue lo que lo sacó de sus pensamientos? Un ramazo de flores en la cara.
Se paró aturdido, aún con el olor a aquellas plantas, que tanto se caracterizaba en sus fosas nasales. Esperando ver a un loco escapado, o quizás a su hermana.
Pero ahí estaba ella.
Con una sonrisa ladina, demostrando aquella actitud de burla, que a él tanto le desesperó.
–¡¿ESTÁS LOCA?! ¡¿O ES QUE TIENES PROBLEMAS MENTALES?!.– Le gritó, quitándose sus lentes de marco ancho, y secando aquel rocío que las flores dejaron en él.
–No. Sólo quería molestar un poco ¿Algún problema?. –
– ¡PUES SÍ! – respiró hondo – ¡Que me acabas de pegar un golpe con unas flores! Que por lo que veo, tenían espinas –
– ¿Ah sí? Lo siento. No me di cuenta –
Se preguntó de repente, en qué momento creyó tener el derecho de tocarle un cabello con el pétalo de una rosa (nunca tan literal).
Y como es que ella se había dado cuenta de su presencia.
No sé dio cuenta que ella tenía ojos en la espalda.
Y tampoco se dió cuenta de sus buenas intenciones.
Se paró enojado, rojo de furia, como había hecho tantas veces por culpa de su impulsividad.
Y se fue.
– ¡Hey! ¡Espera! –
Ahí se acordó de que ella quitaba sus flores.
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𝙻𝚎𝚝𝚝𝚎𝚛𝚎 𝚎 𝚁𝚘𝚜𝚎
Novela JuvenilDonde un escritor sin nombre pierde su diario, y una chica común, roba sus rosas.