Enojo
“Tus rosales están descuidados, empieza a ser más responsable” y era lógico que se enojaría.
Ese día había decidido que mejor no iría a trabajar, ¿Por qué? Por qué su rosal estaba descuidado.
¿Que había dicho que no era cierto? Pues si lo era. Solo no le daría razón a aquella chica entrometida.Las tijeras de podar hacían un ruido muy particular. Podía ser como el aire. Cómo el aire que golpea tu rostro mientras corres. O según Nathan, el aire que golpea las cortinas cuando dejas la ventana abierta. Pero ese no era el punto.
El punto es que por un día, podría quedarse tranquilo, viendo el hermoso amanecer, mientras el rocío de la noche se secaba con el sol. Y el, en un sinfín de emociones, podría disfrutar sus rosales. Así tenía que ser. Así iba a ser...
¿O no?Diez de la mañana. Muy tarde para desayunar, demasiado temprano para comer.
Un buen vaso de agua le vendría bien.Diez y cinco de la mañana. Regresa tranquilo del interior de su grande casa. Cuando de repente....
Una chica pelirroja caminaba lentamente, por la calles de la ciudad, iluminadas ya con la gran luz del sol, y moviéndose al compás del tranquilizante aire que pegaba por todos los árboles.
Llendo a su destino fijo... La estación del tren, con escala en la casa de los rosales.
Vestida con su inigualable y ante todo característica elegancia, y caminando con la misma. Pasaba de mano en mano su libro, y sus ojos se posaban al frente, al costado, a todos lados sin un blanco fijo.
Cuando al fin llegó a aquella casa, llena de rosas.
Era verdad que últimamente habían estado bastante descuidadas. Era verdad que los días deterioraban la estética percepción de cada flor roja que brotaba de sus majestuosas ramas. Pero ¿Acaso importaba? Claro que no.
Con suma delicadeza, y desmesurada tranquilidad, se acercó como de costumbre al rosal, y tomo con sus dulces manos de azúcar una bella rosa. Las más hermosa, la más grande.
La rodeó con su listón rojo, aquel de su sombrero, y la puso justo en este, para lucir la bella flor.
Miró al rededor, y caminó, de nuevo, hacia su final destino.
Sin darse cuenta por supuesto. Que tras el rosal, había un chico un poco impotente, viendo como aquella pelirroja robo una rosa.
Sabiendo de quién se trataba, y con un sentimiento de engaño y algún tipo de enfado. Se juro vengarse de aquella mujer costara lo que costara.
Pues podían meterse con el. Pero jamás, jamás se meterían con las notas de arte que formaban sus letras, y sobre todo sus rosas.
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𝙻𝚎𝚝𝚝𝚎𝚛𝚎 𝚎 𝚁𝚘𝚜𝚎
Teen FictionDonde un escritor sin nombre pierde su diario, y una chica común, roba sus rosas.