Cuestión de negocios

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Los gimoteos de Rudy se oían hasta la parte de afuera de la recepción, por fortuna no había nadie rondando por allí a esa hora en el lobby del Tornasol.

Adueñándose por completo de su boca, Matt se abalanzó encima de ella y la tomó por los muslos, subiéndola a lo primero que consiguieron en su presuroso camino: un escritorio maltrecho dentro del depósito. La rubia enredaba sus dedos entre los cabellos negros del muchacho, disfrutaba con agitación de aquellas caricias prohibidas por encima de su ropa interior, debajo de la falda de tubo.

Él la bajó de vuelta al suelo y le hizo girarse de cara a la pared a la cual el escritorio estaba apoyado, subiéndole la falda por las caderas y dándole una sonora nalgada. No tenían miedo de ser pillados, la pareja ya tenía experiencia en el asunto.

Por algo el escritorio estaba donde estaba, con una de las patas rotas.

Estaban por tocar el cielo, o en el caso de Rudy la superficie del mueble bajo sus palmas sudorosas, cuando escucharon el ruido del teléfono en recepción al final del pasillo. La rubia observó a Matt por encima de su hombro, él la besó. Una llamada no podría detenerles, ¿o sí? Pero entonces, el ruido del teléfono persistió. Colgaban y volvían a llamar, y Matt detuvo su avance.

—Ni se te ocurra quitar las manos de donde las tienes—jadeó Rudy como advertencia.

—Puede ser una emergencia o algo importante—le contradijo Matt y la rubia rodó sus ojos, hastiada de que su novio tuviera la razón—. Veamos qué pasó.

—De acuerdo. Pero esto no se acaba aquí—aseveró la chica, bajándose el borde del vestido al sitio indicado.

La pareja atravesó el pasillo que conducía del almacén hacia la recepción vacía. Las luces de las lámparas frontales continuaban encendidas a cada lado del nombre del lugar. «Tornasol Hotel & Club» decía y por encima de la particular tipografía blanca en cursiva se dibujaban dos líneas abstractas de los colores del tornasol. Rudy extendió el brazo y descolgó el auricular, no sin antes echar un vistazo al identificador de llamadas, el cual indicaba una proveniente de la habitación 0915-L. Soltó un suspiro desdeñoso.

—Buenas noches. Recepción. ¿En qué puedo ayudarle? —ofreció con aquella voz irritantemente melosa digna de una operadora.

—Buenas, hablo de la habitación...Harold, ¿qué habitación es esta? —dijo una voz femenina del otro lado de la línea. Se oyó un cuchicheo previo con otra persona—. Como sea, estamos en el piso nueve y un tipo está haciendo un escándalo en la habitación de al lado, no nos ha dejado pegar ni un ojo, ¿pueden hacer algo?

Rudy, quien había puesto el altavoz, se llevó una mano al rostro y Matt comprendió su desespero inmediato solo con recordar quien ocupaba la suite 0815-L.

—Enseguida iremos, gracias por llamar.

—Y una mierda, chica. Joder, ¡que le digan a ese loco que se calle de una puta vez!—contestó una voz masculina, seguramente Harold, antes de colgar.

Rudy lanzó el auricular de regreso a la casilla del teléfono, furiosa. No había modo, tenía que ser el latoso Macini con una de las suyas.

Y solo había alguien con la paciencia suficiente para enfrentarse a ese viejo verde adicto al alcohol y a las putas baratas. El detalle era que tenía tanto dinero como para lanzarlo al aire desde el balcón si le daba la gana, porque hasta eso había hecho. La lluvia de euros desde su balcón en la suite del Tornasol había salido en los noticieros nacionales de la tarde. O en cambio gastarlo en una vida de excesos y aquello le abría las puertas necesarias. Rudy sacó su móvil, marcó un número en su lista de favoritos.

Hotel Tornasol | LIBRO #2 El JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora