Cenaron juntos. Él calentó pizza, ella sirvió el Fanta. Ambos comieron y retozaron sobre la alfombra, mientras la música sonaba a través de la radio. La risa femenina se esparcía por la estancia, los besos de Jason llegaban más allá del escote frontal del vestido rojo. Desprovista de la peluca y de aquellas extrañas pestañas de su disfraz, Laia volvía a ser Laia y el enmascarado asesino estaba desarmado junto a ella. De pronto, el sofá les pareció más cómodo y lo ocuparon a sus anchas.
— ¿Quién más ha estado aquí? —preguntó ella en un susurro.
No podía ocultar su agitación. Sí, Laia estaba algo nerviosa de pasar la noche entera con él en aquella casa donde su esencia se hallaba esparcida por todas partes, respirando su olor y sintiendo sus caricias a lo largo de la espalda. En general, siempre solía escabullirse al llegar el alba o inventaba una excusa para irse de allí porque le atemorizaba la intensidad de sus propios sentimientos. Hacía tiempo habían amanecido juntos y ahora la historia volvería a repetirse. Esta vez, nadie podría interrumpirles.
—Nadie. Estaba guardándolo para alguien especial.
— ¿Qué planeas hacer con ese alguien especial?
Los recuerdos conseguían avivar el fuego creciente en su bajo vientre, una energía persistente bajo el toque de los dedos de Jason en su piel expuesta, persiguiendo cada poro de su piel a la expectativa de lo que estuviera por suceder, pues justo en ese instante enredada entre sus brazos, Laia no se sentía capaz de marcharse de allí.
Aquel sitio le parecía acogedor...cálido, como su dueño. Según le contó, él la había comprado porque necesitaba un sitio en el cual estar solo, meditar, pensar y descansar sin que estuviera ni demasiado cerca ni lejos del centro de la ciudad.
Un lugar de escape que, ahora, era el refugio de ambos.
—Cosas no aptas para menores de edad—confesó Jason, inmerso en el olor a chocolate con vainilla proveniente de los cabellos castaños de su acompañante.
No era como si estuvieran escapando de alguien, al fin y al cabo jamás habían tenido un amor prohibido...pero sí complicado a su manera. Era algo real, no de esos vínculos donde el hombre y sus metidas de pata son el fin de los tiempos, no de aquellos donde el único objetivo de la mujer es vivir a cuestas de su pareja...ni mucho menos porque no se quisieran; ninguno de los dos era un santo digno de la beatificación. Ella mediaba sobre el asunto, justo cuando las caricias proporcionadas por Jason en su espalda se detuvieron.
La música continuaba a un costado de la amplia cocina. Laia levantó la vista, acurrucándose en el regazo de Jason, descalza, enterrando la nariz en la curvatura del cuello masculino. Su olor, ese perfume varonil mezclado con jabón y habanos, la mantenía en una especie de letargo. Aquello encabezaba la lista de las cosas más románticas que había vivido; el simple hecho de sentarse con él, abrazarse y escuchar la música con las luces tenues alrededor. Pero su cuerpo pedía más. Y estaba segura que el de él también. Jason emanaba una energía sexual abrumadora que la envolvía, eso sin mencionar la notable erección pegada a la cadera femenina por debajo de los jeans.
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Hotel Tornasol | LIBRO #2 El Juego
RomanceBilogía, libro II: El Juego. En este concurrido hotel de Madrid, las habitaciones y los pasillos son testigos de historias de amor, deseo, lujuria, mentiras y pasiones descontroladas.