Pórtate bien

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A partir de esa misma noche, la seguridad del hotel se reforzó a un setenta por ciento. Vigilantes en cada puerta, cámaras de seguridad en cada esquina, alarmas, sin contar la reunión del personal. Laia y Jason advirtieron a Monique de la visita de Jorge Lobo y la pelirroja convenció a la morena de quedarse a dormir con ella en su habitación.

Transcurrió un día en completa tranquilidad luego de la visita de Lobo al Chappy's. El detective Collins no apareció durante ese período. Jason sabía que debía con ella antes de que Michael la encontrara, pero no quería empeorar los nervios de la chica.

El hotel estaba a reventar. Las felicitaciones al chef pastelero eran recurrentes. Y una de ellas resultó ser importante. Uno de los conferencistas principales encargados de la convención, quien además de su carrera era dueño de una cadena de cafeterías, pidió a Pilar ser presentado ante el—o en este caso, la—responsable de aquellos magníficos postres.

En cuanto Pilar le dio la noticia a Laia, esta no podía creérselo.

Rudy fue la primera en acercarse con una botella de champán descorchada al área de la cocina, cuatro copas tintineaban sostenidas desde la base con su mano libre. Las antiguas chicas Tornasol se reunieron a celebrar el éxito de la más joven de todas. La gente aplaudió el esfuerzo sobrehumano que Laia hacía y la pasión que imprimía en su trabajo. Si la conversación con el renombrado conferencista salía bien, tendría que expandirse a niveles de industria. A Laia le preocupaba mantener el mismo esmero con semejante cantidad de trabajo, pero estaba segura de que si contaba con sus amigos en el proceso, podía lograrlo.

Y esa oportunidad se la debía a Jason, a la confianza que él depositó sobre ella.

Después de la breve celebración, cada quien volvió a sus puestos de trabajo. Laia regresaba de su pequeño descanso del almuerzo—necesario si no quería desmayarse encima de algún pastel—cuando notó que alguien estaba dentro de la cocina y no pertenecía al equipo de trabajo que usualmente laboraba allí. No llevaba las vestimentas necesarias, ni tampoco desprendía un aroma neutral.

Zara se dio la vuelta y le sonrió, apoyada en una de las encimeras aledañas al lavavajillas. Como de costumbre, vestía elegantemente y su cabello era una maraña de rizos voluminosos y encantadores. Los salones de belleza son costosos, pero el sueldo de una bailarina bien pagada es suficiente, dijo Laia para sus adentros, imaginándosela colgar de algún tubo de Pole Dance con las piernas abiertas. O eso, o Jason le costeaba sus lujos, porque no estaba del todo segura. Jason era un hombre con bastante dinero, ¿sería Zara del tipo interesada y oportunista? Bien podía ser stripper en sus ratos libres. Lo cual no parecía importarle a Jason de igual modo, ¿o sí lo hacía?

—Hola—le saludó Laia, adentrándose en la cocina. Su presencia ahí no era normal. Zara deambulaba por el hotel, sí. Pero rara vez en esa área.

— ¿Qué tal, Laia?

—Todo bien, estaba almorzando. ¿Tú cómo estás?

—Excelente, ¿has visto a Jason?

«Claro, buscas a tu amorcito».

—Estuvo aquí hace un rato, debe estar en su oficina.

—Sí, eso creo—dijo Zara, los codos apoyados en la encimera, cerca de algunos postres ya preparados listos para salir en las bandejas. Olisqueó y lanzó un suspiro de placer—. Estos postres huelen muy bien. En verdad tienes gran talento. Mi favorito es el pie de manzana, lo probé ayer. Vine a felicitarte.

—Gracias, me alegra que te guste. A Jason también le agrada.

—Sí, es su favorito. Dice que le recuerda al que le hacía su madre cuando vivían en Oxford. Él y yo tenemos varias cosas en común.

Hotel Tornasol | LIBRO #2 El JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora