Oveja gris

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La mente de Laia era un cúmulo de desechos tóxicos. La represa imaginaria que retenía los pensamientos negativos finalmente se desbordó, arrastrando consigo los muros de contención que tanto tiempo le llevó levantar con tal de mantenerse apartada del pasado. Había sobrevivido sola durante años a cuestas de la última amenaza de Lobo, logró hacerlo sin ayuda, levantó su propio negocio en las bases sólidas de su economía creciente, no porque se hubiera casado con un hombre adinerado, no porque estuviera saliendo con alguien que la tuviera como una princesa en su castillo...todo lo que ella tenía, se lo había ganado con esfuerzo propio.

Ahora, esa lucha no valía lo suficiente al momento de garantizar que su vida de pronto chocara con tiempos anteriores y todo se fuera a la vulgar mierda.

El detective Michael estaba tras la cabeza de Macini, ese era el caso y Jason apostaba por ello. El padre de la mujer que amaba era un hijo de perra, y ella tenía motivos de sobra para mantenerse lejos de él. Tras oír las indicaciones de Monique, quien se quedaría a hablar con la gente de la cena y encargarse del asunto residual por el espectáculo de Laia, Jason avanzó a tropel hacia el ascensor, pulsó el botón del sótano. La encontró correteando por el estacionamiento hacia su vehículo. Ella escuchó sus pasos mientras él se aproximaba, así que no tuvo reparo en avanzar con mayor rapidez.

— ¡Laia!—exclamó Jason, y aceleró el ritmo—. ¡Hey! —Y consiguió llegar a tiempo hacia ella, tomándole por el antebrazo. La morena se zarandeó en el acto, escapándose de su contacto con una furia impropia. Ninguno de los dos tenía la culpa directa, pero ella estaba fuera de sí. No quería ver a nadie, ni escuchar ninguna propuesta.

Su cara era un reguero de maquillaje corrido debido a las lágrimas. Ambos se observaron, junto al coche de Laia, un Aveo color beige. Jason atestiguó el dolor descrito en su rostro colmado de lágrimas negras y de inmediato, el nudo en su garganta apretó. Él no solía decir que odiara ciertas cosas del mundo; pero odiaba con su alma verla sufrir. ¿Cómo pudo haber sabido que Macini era ese padre terrible del cual ella le había comentado? Laia era un misterio; un enigma confuso. No decía más detalles de los debidos y Jason ciertamente no era un adivino.

—Debiste decírmelo—soltó, pese a que sabía de antemano que no era buen momento para echarle leña al fuego—. Si me hubieras contado la historia completa, si no me hubieras hecho caso cuando te dije que no siguieras hablando, te habría ayudado. No le habría permitido jamás quedarse en el hotel.

Ella se quedó inmóvil, no sabía ya cómo reaccionar a los acontecimientos. Algo se atascó en su pecho, y allí soltó una risa amarga; seguida por un resoplido. La risa burbujeaba a través de su garganta cual si fuera un ácido, quemando desde adentro. Había de todo, menos humor. Había inseguridad, miedo...resignación. Desde luego, Héctor Macini siempre supo donde estuvo durante esos años, toda la familia en general. No obstante, para regocijo de Laia, estos decidieron dejarla hacer su "berrinche" en paz. Y con paz se refería a que no la mandarían a buscar por la fuerza con algunos de sus esbirros.

Su mundo colapsaba, sus metas parecían nubosas, lejanas. La sal de sus lágrimas picaba entre sus párpados. Lo único capaz de reconfortarla, era huir. Donde nadie la viera llorar o sentir miedo. Eso, escaparse era la mejor idea que cruzaba por su mente. Irse de la puñetera ciudad y comenzar de cero. O mejor aún, irse del maldito país.

—Ya es tarde—le dijo Laia a Jason, y sonrió. Le faltaba el aire. Las lágrimas continuaban su trayecto húmedo a través de sus mejillas sonrosadas por haber corrido—. Ya coincidimos, me buscará y hablará conmigo. Luego fingirá que no supo donde estuve estos años, ¡eso es lo que él hace!—hipeó, vacilante. No quería gritar, pero si no hablaba en ese tono de voz, sabía que no se comprenderían sus palabras en balbuceos—. Primero Lobo...ahora mi familia, ¿es que acaso no merezco vivir tranquila? —reclamó a nadie en concreto, las oraciones salían a borbotones de su boca—. ¡Joder! Sé que tal vez no sea la mejor persona del mundo, pero tampoco merezco esto. Si lo dejaste hospedarse en el hotel aun sabiendo qué clase de tipo es, entonces no entiendo por qué vienes a mí, no es el momento, créeme.

Hotel Tornasol | LIBRO #2 El JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora