♥Capitulo 12♥

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Tomé la cámara fotográfica y saqué un par de fotografías a la construcción barroca que admiraba, por accidente o casualidad, mi lente capturó también el bello rostro de oro que tenía a mi lado.

Cuando el viaje terminó y pisamos tierra firme, el estómago me rugió de hambre, recordé entonces que no había desayunado ni tomado nada. Até mis brazos alrededor de mi barriga y rogué porque mi estómago se callara.  

-¿Tienes hambre?- Adivinó Adrien.

Hice un mohín por haber sido descubierta y luego asentí sin decir nada, me sentía completamente apenada.

-Conozco un buen restaurante aquí cerca, ven.- Me sonrió emocionado o al menos así parecía.

Dirigí mi mirada al Chevrolet negro y Adrien volvió a adivinar mis pensamientos.

-No esta tan lejos, podemos ir caminando.- Me sonrió de nuevo, y esa sonrisa ato una cuerda a mi cuerpo haciéndome seguirlo hipnotizada.

Apresuré mi paso hasta llegar a su lado, me sentía... tonta; él parecía un modelo de revista y yo... una adolescente común y corriente; pero aquello no me impedía caminar junto a él. Yo lo consideraba un privilegio y no sabía porque.

-¿Qué te gusta? A demás de tomar fotografías, claro.- Preguntó.

-Mmm.... bueno, me gusta la lluvia, oír como cae y golpea contra el techo.- Musité.

-Eso suena relajante y... realmente bello.

-¿Y a ti? A demás de la música.

-Bueno, soy un poco intrépido, me encanta ir de aquí para allá, ya sabes, por eso me gusta viajar; ir por todo el mundo sería fantástico.- La emoción brillaba en sus ojos haciéndolos lucir realmente encantadores.

-Egipto.- Dije.

-¿Disculpa?

Me reí.
-Egipto es el lugar al que me gustaría ir, suena algo loco pero... no sé, está tan alejado de todo esto, que sería ese el lugar perfecto para escapar de mis problemas.

-Hubiera deseado tener las posibilidades de haberlo hecho cuando mis padres... -Me quedé a la mitad de la frase, sintiendo de pronto algo que me raspó el pecho.

-¿Cuándo tus padres...? -Inquirió.

-Murieron... -Musité.  

Su expresión cambió, aquella bella y deslumbrante expresión de galán de pantalla fue sustituida por una cara de total ternura.
-Oh... lo siento mucho. -Su consuelo me hizo sentir inexplicablemente mejor. -¿Quieres contarme o prefieres no hablar del tema?

Me quedé en silencio un rato, y luego de mi boca comenzaron a salir las palabras sombrías.

-Murieron en un accidente automovilístico. Un idiota conducía ebrio y se pasó la luz roja... mis padres fueron los que rindieron cuentas a la muerte. -La voz se me quebró, hablar de aquello no me era tan fácil. -Tres años de eso y aún me duele bastante. -Admití, con un hilo de voz. -Hubiera deseado ir yo con ellos. -Mascullé.  

-Oye. -Se paró delante de mí e interrumpió mi caminar, me hizo también alzar la vista para mirarlo, su rostro estaba serio. -No digas eso. -Me dijo. -Las cosas suceden por alguna razón, si tú estás aquí ahora con vida es porque Dios quiere que lo estés.
En sus ojos había una dulzura que no me había topado desde que mis padres me daban mis presentes de cumpleaños o navidad, y que inexplicablemente me invadía todo el fuero interno y me daba una paz eficaz. Ese par de ojos en los que ahora me reflejaba me sacudieron el corazón y la tristeza que había en él, se alejó.  

-Gracias.- Murmuré.

-¿Estás mejor?- Preguntó.- Lamento haberte hecho hablar de eso.

Cada vez que él me preguntaba aquello no podía ni siquiera pensar en alguna respuesta negativa, no mientras tenía sus ojos reflejándome a mí.

-Estoy... bien.- Sonreí.

-Bueno, démonos prisa, supongo que mueres de hambre; pero antes prométeme algo.- Levantó una de sus cejas y la expresión divertida volvió nuevamente a su rostro.
-Dime.

-No estarás triste hoy, yo no lo permitiré.- Me dijo y enterneció cada célula dentro de mi cuerpo.

Sonreí.

-Te lo prometo.

Su sonrisa apareció en aquel rostro angelical y sentía mi corazón salirse de mi pecho.

-Genial, entonces vamos.- Se colocó de nuevo a mi lado y hizo caminar junto a él.

Marinette era muy, pero muy afortunada. Ahora sí que le tenía envidia. Seguimos caminando y tras unos minutos, me mostró un pequeño restaurante propio de un hotel, y con mis torpes ojos y mi casi nulo aprendizaje del idioma italiano pude entender un letrero en la parte superior de la verde lona que decía Bonvecchiati. La primera reacción de mi cuerpo fue la sorpresa, aquel establecimiento era muy bello y parecía de verdad costoso.
-Te encantará la comida, ya verás. -Me dijo, con el entusiasmo palpable en su voz.

-Mmm... no es un poco ¿caro? -Pregunté, terriblemente avergonzada ya que no contaba con mucho dinero italiano en mi bolsillo.

-No encontrarás mejor restaurante que este, anda, ven. No te preocupes por el dinero. -Me sonrió y me tomó del brazo, algo que me erizó la piel allí en donde él la estaba tocando, haciendo que una vibra recorriera mi espalda.

Me jaló hasta allí y le habló en italiano al mozo, quien luego de unos segundos nos acomodó en una mesa cerca de la orilla de la terraza, en donde debajo corría un canal de agua.

Me senté en la silla y luego Adrien tomó su asiento enfrente de mí. El mozo, un sujeto calvo y refinado nos dio un par de menús y se retiró; inmediatamente hice un mohín al no entender nada en aquella carta color tinto.
-¿Que quieres? -Me preguntó mi acompañante amablemente.

Mi mirada revoloteó una vez más por la carta ininteligible y la expresión de confusión saltó a mi rostro. La entonada carcajada del castaño rebotó en mis oídos con ese encanto inspirador propio.

-¿Qué tal si pedimos lasagna? ¿Te gusta? -Inquirió.

-Sí. -Me sentí tonta y avergonzada y puse la carta del menú sobre la mesa.

 Ordenó en italiano al mozo que de nuevo se había acercado y desvié mi atención hacia las aguas del canal que se abría paso debajo de nosotros por todo el largo de la calle.

-Grazie mille. -La inconfundible voz del el me hizo voltear a mirarlo, y mientras le agradecía al mozo escruté su bello rostro.
Sus ojos poseían un brillo especial, un brillo que opacaba ferozmente al fulgor de las estrellas y seguramente las hacía ponerse celosas; ya que este resplandor que sus ojos soltaban era tan bello y delicado y por supuesto, capaz de iluminar a toda una ciudad en tinieblas. Sus labios rosados parecían el cojín de plumas bordado en seda de alguna realeza y al estirarse, formaban una bellísima sonrisa de ensueño, como la de un niño tatuada en la cara de un galán de revista. Su rostro era perfecto con ese tapiz de piel blanquecina, todo perfectamente proporcionado.

-¿Tengo algo? -Preguntó y me hizo aterrizar. 

Manual De Lo Prohibido~AdrienxChloe~(Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora