Duodécimo intento: 22 años.

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Emilio soplaba sus manos para calentarlas, mientras se lamentaba por no llevar una cazadora con él. Hacía dos horas había acabado su cena de negocios con el señor McCann y para su sorpresa, el hombre pretendía abrir una nueva sucursal en Monterrey con intenciones de brindar servicios de lujo y quería que Emilio administrara el personal, algo muy importante para el rizado.

Pero eso había sido hace dos horas, en donde el amable señor de negocios le ofreció llevarlo al hotel o incluso pedir un Uber, pero Emilio negó excusándose que daría unas vueltas por la ciudad. McCann aceptó y se marchó, y Emilio mintió, pues había estado fuera del restaurante en el que Joaquín trabajaba precisamente, desde que su cena acabó.

Esperaba con paciencia, intentando planear qué decirle cuando lo viera, aunque también rogaba que si él tenía pareja nueva o algo por el estilo, no fuera por él, así por lo menos compartían un par de palabras necesarias luego de un año y meses de contacto perdido.

Se levantó de las escaleras del restaurante cuando escuchó muchas voces y risas, eran las 3:12 de la madrugada y su corazón latió cuando notó que se trataba de los empleados del lugar, meseros y chefs que abandonaban las dependencias. Se llevó varias miradas curiosas, hasta que una amable voz le hizo centrar la atención.

-Hola, ¿esperas a alguien? -preguntó la muchacha pelirroja que Emilio reconoció como la pianista que acompañaba a Joaquín en el escenario. El rizado ignoraba que la mujer sabía perfectamente quién era y a quién buscaba.

-Sí, espero a...

-Emilio, ¿qué estás haciendo aquí?

El ojinegro elevó su mirada y se topó con Joaquín al principio de las escaleras. Se veía confundido pero no molesto, algo positivo.

-Te estaba esperando -respondió de forma simple, encogiéndose de hombros a pesar que moría de frío -Llevamos más de un año sin hablar y como he vuelto a Monterrey por negocios, siento que sería bueno ponernos al día.

Emilio no iba a lanzarle un sermón en un lugar como ese cuando finalmente compartían unas primeras palabras, ni loco. Ahora toda su perspectiva había cambiado, Joaquín había acertado cada una de sus proyecciones respecto a él, pero en una se había equivocado.

A Emilio realmente le gustaba, y por lo mismo, no se rendiría cuando existía una posibilidad de esta dimensión. Ya lo había dejado pasar demasiadas veces.

-Naveen tiene que trabajar en el club, pensaba ir para allá. ¿Te parece acompañarme? Podemos ponernos al día ahí...

Esa respuesta no se la esperaba Emilio, pues en verdad no proyectaba a Naveen y Joaquín por tanto tiempo, pero también se alegraba de que no estuvo solo en los momentos en que estuvieron separados.

-Me parece perfecto, pero quiero que sepas que estoy completamente alejado de los mojitos desde hace un tiempo...

Joaquín soltó una carcajada comenzando a bajar las escaleras.

-La mejor decisión


• • •


Para la sorpresa de ambos, ninguno se sentía incómodo con el otro. Estaban apoyados en una de las barreras de seguridad de la zona vip mientras veían a Naveen, esta estrategia era para no compartir un contacto visual que se volviera demasiado incómodo o intenso. Joaquín bebía su clásico daiquiri, mientras que Emilio había optado por un blue lagoon, una de sus bebidas favoritas solamente por el color celeste intenso.

-Cuéntame, ¿qué te trajo de vuelta a Monterrey? -incentivó la conversación Joaquín, intentando que su voz se escuchara por encima del sonido de los parlantes, por lo mismo se había inclinado lo suficiente a Emilio como para que sus hombros se tocaran.

KISSES 「emiliaco」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora