Décimoquinto algo: 20 años.

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Emilio revisaba una revista de motocicletas mientras su mejor amigo tomaba una siesta en su habitación del hospital, una siesta totalmente premeditada. Luego de las emociones fuertes por enterarse de su difícil estado de salud y luego por ser informado que a la mañana siguiente entrar a pabellón, el estrés de Joaquín hizo que su presión subiera al igual que fueron perceptibles más palpitaciones, por lo que lo medicaron para contrarrestar todo y para hacerlo descansar.

Ya llevaba una hora tomando una siesta y Emilio no se había despegado de su lado, incluso llamó a Elizabeth Gress desde el costado de su mejor amigo, informándole que sus reales intenciones de ir a visitarlo, se ppspondrían hasta que la operación fuera un éxito. Liz estuvo de acuerdo con su decisión y le agradeció estar ahí con su hijo mediano cuando ella no podía.

Emilio sintió una mirada sobre sí y bajó la revista para toparse con su ojimiel amigo castaño, que lo miraba cansado pero con una débil sonrisa en sus labios.

—¿Quieres agua? —preguntó dedicándole una sonrisa a Joaquín, quien asintió y Emilio le tendió en vaso, ayudándole un poco a sentarse— ¿Cómo dormiste?

—Desde hace demasiado tiempo no dormía así —se encogió de hombros Joaquín con su voz ronca— Desde que entré a la universidad, mis horas de real descanso son escasas.

—O sea, no duermes así desde la última vez que compartimos tu cama antes de irte —concluyó Emilio, provocándole una fugaz mueca a Joaquín, quien terminó sonriendo.

Joaquín iba a abrir su boca para comenzar a hacerle un millar de preguntas a Emilio, cuando se abrió la cortina de su habitación y una pequeña figura de cabello negro ingresó, sin percatarse que el castaño estaba despierto.

—Milio, ¿necesitas algo?

Milio

Emilio se volteó con una sonrisa, mientras que Joaquín arrugó su ceño totalmente molesto ante la presencia, voz, todo y apodo que tal chica utilizó hacia su mejor amigo.  La muchacha finalmente cruzó su mirada con la del ojimiel.

—Finalmente estás consciente, amigo —sonrió Emilio para volver a observar a Joaquín, quien borró toda expresión de desprecio para reemplazar su rostro con uno pacífico lleno de tenura falsa— Acércate Lucy, Joaquín está despierto.

—No quería interrumpir —se disculpó caminando lentamente hasta Joaquín para posicionarse al lado de Emilio. Su cabello era negro y sus ojos oscuros, teniendo una piel bronceada y unos labios gruesos, lo opuesto a los cabellos castaños de Joaquín, sus ojos miel, piel pálida y labios finos.

Aquella muchacha debía ser la novia de Emilio, quien lo acompañó en tan inesperada visita que lo guió a una cama de hospital. Aquella fémina sería la responsable de robarle toda la atención de su mejor amigo, de reemplazarlo el tiempo que él no estuviera en su hogar. Aquella mujer era su competencia, el mismo diablo.

—Joaco, quiero presentarte a mi novia Lucía Fernanda.

Joaquín abrió su boca por un instante por lo dolorosas que habían resultado las palabras de su mejor amigo Emilio, pero luego una falsa sonrisa se deslizó por sus labios para ofrecerle su mano a Lucía y estrecharla, a la vez que una mirada cruzó sus ojos miel, mirada que no pasó desapercibida por Emilio.

—Un gusto conocerte, Lucifer

La boca de la pequeña Lucy se abrió por la sorpresa de recibir tal apodo, mientras que Emilio arrugó el ceño ante el temperamento de Joaquín, que le sonreía sonreía a ambos de la misma forma sarcástica.

—¿Cuál es tu punto, Bondoni? —gruñó con furia Emilio,  notando que Joaquín tenía malas intenciones en todo el asunto.

Joaquín, por supuesto, no se quedó atrás.

KISSES 「emiliaco」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora