Noveno todo: 22 años.

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maratón 1/3

—¡NO ME GRITES! —chilló el castaño de ojos miel, tirando su cabello desde las raíces. Estaba furioso, sentiría que explotaría. Necesitaba enfocar toda su furia en algo más. No quería hacerse daño ni menos a un tercero.

—¡Tú empezaste! ¡A penas he contestado! —chilló el hombre de cabello negro. Sentía que sus fosas nasales se expandían más de lo normal. Estaba enojado, pero tenía pleno control de sus emociones —Además te hablé fuerte, tú me estás gritando.

—¡NO ES ASÍ! —gritó otra vez Joaquín, saliendo de la habitación, intentando alejarse de Emilio, pero este lo siguió.

—¡Por supuesto que gritas! ¡Son mayúsculas!

Joaquín se volteó ahora con un nuevo nivel de furia que Emilio había hecho crecer. Estaba demasiado lleno de energía y necesitaba deshacerse de ella, por lo mismo tomó una maceta decorativa de un cactus falso, y la lanzó. Emilio no se inmutó.

—Pídele disculpas a Espinoza. No es culpa del pobre cactus que estés furioso y te desquites con ella —gruñó Emilio cruzándose de brazos. Joaquín miró al techo del corredor intentando rogarle a ese supremo que le diera la paciencia que no tenía.

—Es-una-planta-de-plástico —intentó hablar tranquilo el castaño y lo logró, sólo por el hecho que no había mirado a Emilio, pues tener un contacto visual, lo haría volver a gritarle y a enfurecerse.

—No es mi culpa que se nos haya secado un cactus y debamos recurrir a las plantas falsas. ¡Era un cactus, Joaquín!

—Ahora ni se te ocurra culparme por la muerte de Verdi —advirtió Joaquín, observando una vez a Emilio, ahora con su dedo índice en alto amenazándolo.

—Los cactus casi no necesitan agua y se nos murió un cactus. ¿Por qué querrías ahora tener un perro? Es condenarlo.

—¡Es diferente! —volvió a defenderse el castaño. De eso se trató esa inesperada discusión. Joaquín le había comentado a Emilio su interés de tener un perro en el apartamento que ambos compartían, una responsabilidad mutua, pero el pelinegro lo había negado y continuaba en tal posición —¡Los perros ladran y hacen conocer cuando tienen hambre, sed, quieren salir o ir al baño! ¡Los cactus no hacen nada para pedir agua o ahogarse en ella!

—¡Somos irresponsables! —Emilio recurrió a su argumento más fuerte, el que tenía base y evidencias —¡Hace un mes pasamos una vergüenza gigante en el hospital y todavía no sabemos cómo pasó todo!

Joaquín poco a poco bajó la guardia recordando los hechos del mes pasado. Él había ido porque perdieron el anillo de Emilio en un fisting, pero fue una real confusión cuando los rayos x salieron sin alteraciones. La pareja pensó que seguramente no habían buscado bien y volvieron a casa. Entre sábanas, en la cama, sus ropas, en todas partes y nada, por ningún lado estaba el anillo de Emilio y Joaquín estaba más que bien, así que lo descartaron.

Pero al otro día, Emilio amaneció con molestias en su espalda baja y supo donde realmente estaba el anillo. Así que volvieron al hospital, los papeles se invirtieron y en los rayos x de Emilio apareció su anillo.

Ninguno de los dos supo cómo diablos llegó el anillo a su ano, pero desde aquel momento, fueron más cuidadosos a la hora de intimar para evitar accidentes de aquella especie.

—¡Pero de los errores se aprende! —chilló Joaquín volviendo al presente. Emilio rodeó los ojos, no lo interrumpiría ni loco, dejaría que hablara para que él mismo notara su error —¡Además puede tener nombres bonitos! ¡Pluto! ¡Goofy! ¡Bolt! ¡Bruno o incluso Slinky!

KISSES 「emiliaco」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora