Décimoquinto intento: 22 años.

2.6K 333 120
                                    

Emilio quedó estático tras oír las palabras que Joaquín inocentemente había pronunciado. Él se encontraba sonriendo dulcemente en su cama hospitalaria, con la incómoda venda blanca en lo alto de su cabeza, teniendo prisioneros esos rulos castaños que había decidido dejar de plancharlos, además de dejarselo crecer desde hace unos años y que lograba recortarlos un poco, cada ciertos meses.

Ese no era el Joaquín con quien había compartido tanto tiempo, este era un Joaquín mucho más vulnerable, frágil, que necesitaba de mucha más protección y cuidados que antes.

-Que tengas bonitos sueños, Joaco -se despide, dispuesto a finalmente marcharse, dejando a su mejor amigo descansando en la comodidad de su cama.

Joaquín asintió en la oscuridad.

...

Su cabeza ahora sí que comenzaba a doler, y no sabía la razón para que aquello fuera así.

-Joaquincito... despierta -apenas pudo abrir uno de sus ojos cuando reconoció aquella molesta y aguda voz.

-No estás muerto, hermanito, la vida sigue... -canturreó otra voz grave y profunda, logrando que el castaño abriera finalmente sus ojos. Se encontraba tenso, su cabeza palpitaba y podía apostar que sus ojos estaban más que irritados por el golpe que había recibido.

-Silencio -suplicó entre dientes, pero sus hermanos ahora irrumpieron su vista, entregándole sonrisas llenas de burlas.

-Yo pensé que sólo te quedaba medio cerebro y que no podías hablar... -comentó Renata negando tristemente, pero José bufó.

-Pero si siempre ha tenido medio cerebro, veníamos a ver si habían secuelas para quedarnos con su sueldo -recordó el mayor Bondoni, logrando que a Joaquín se le instalara un tic en el ojo por la tensión.

-Seguramente no tiene nada de sueldo porque debió gastarlo en juguetes sexuales, como esas tenazas que dan pequeños shocks eléctricos y que son tan incómodas -comentó Renata con obviedad, pero Joaquín arrugó su ceño al igual que José, quien fijó su mirada justamente en Renata.

-¿Y cómo sabes que son incómodas? -preguntó con confusión el mayor, logrando que su hermana perdiera su mirada en la habitación.

-Eh... eh... Internet -respondió. Logró que José se encogiera de hombros quitándole importancia al asunto, creyéndole inocentemente, mientras que Joaquín aún la observaba con confusión.

-Por favor, entreguen tranquilidad a Joaquín que la necesita -una voz ajena a los Bondoni se escuchó en la habitación, logrando que los hermanos se voltearan a quien pronunció esas palabras, mientras que el herido tomaba asiento en su cama.

-¿Cómo está, doctor? ¿tiene alguna secuela importante como para olvidarse de las contraseñas de sus cuentas bancarias? -preguntó Renata con confusión, a su lado José asentía, de acuerdo con sus palabras.

-Eso vine a comprobar, si había recordado algo nuevo. Tuvo una importante pérdida de memoria por lo que logro conocer -informó Diego, con el típico lápiz con luz, que sigue Joaquín con sus ojos miel.

-Ayer me dijo este hombre que nos conocíamos desde niños, que fue un personaje crucial en mi vida y que, por lo mismo, siempre estuvo a mi alrededor, pero aún no lo recuerdo. Es difícil, me duele la cabeza y me frustra -comentó Joaquín, cubriendo su rostro con ambas manos ante la incomodidad de sentirse frustrado.

KISSES 「emiliaco」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora