Capítulo 14: The Shadows of my Past

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Lo encontraron casi en la madrugada cuando el sereno de la misma rociaba cada planta. Estaba inconsciente, cerca de una estatua destruida, aún sin saber qué había pasado. Ginebra había sido quien, después de la fiesta, había empezado a buscar por su caballero.

Lo llevaron al hala de medicina, en donde una murciélago se encontraba descansando. No la había visto antes, pero la murciélago parecía que a ella sí, pues al entrar le esbozó una media sonrisa, divertida. Ginebra frunció el ceño incomoda, pues sentía un mal presentimiento estando a su alrededor, pero en ese momento eso no le era importante, Shadow lo era. Ginebra observaba al erizo quien tenía una gran herida en la cabeza, la cual sangraba profusamente.

–Algo me dice que amanecerá con un gran dolor de cabeza ¿no lo crees?– preguntó la murciélago sonriente, a lo cual ella no respondió. No compartía su sentido del humor –Y dime... ¿Qué fue lo que le pasó?

–No lo sabemos– respondió Ginebra cortante –Lo encontramos así.

–¿En serio?– inquirió con una falsa sorpresa –¿Me pregunto quién sería tan fuerte como para hacerle algo como esto, y además tener algo en contra de él?– preguntó sin obtener respuesta de la eriza de púas doradas –¿Quién tendría tantos conflictos y no sería castigado si se enteraran? Alguien como un caballero o alguien de la nobleza sería ¿no lo crees?

Ginebra abrió sus ojos por completo observando a la murciélago. La imagen del Príncipe Arturo cruzó velozmente su mente y la última discusión que habían tenido, sobre Shadow y su obvio rechazo a éste. ¿Él habría hecho algo como eso?

–Pero no me prestes atención– sonrió Rouge divertida –Es decir, qué teoría tan loca la mía ¿no es cierto?

Ginebra frunció el ceño molesta dando media vuelta saliendo a prisa de la habitación mientras Tikal aún curaba las heridas del erizo inconsciente. Rouge sonrió satisfecha, todo iba de acuerdo al plan.

–No deberías de sugerir cosas como esas– habló Tikal vendando la herida del erizo.

–Yo no dije nada, ¿O acaso conoces de alguien que le moleste la presencia del erizo negro?– preguntó divertida.

–Crear problemas en el castillo no es algo bueno– regañó –Esta es la razón por la que Sir Gawain no te permite salir a ningún lado.

–Claro, mientras él no se percate– respondió Rouge confiada –Porque le guste o no, no puede controlarme todo el tiempo.

–¿Cómo en la fiesta?– respondió Tikal viéndola con intensidad.

–Sólo quería probar la deliciosa comida, eso no tiene nada de malo, ¿cierto?

–Lo tiene si lastimas a otros miembros del castillo.

–No me estarás echando la culpa por esto– dijo Rouge ofendida –Con mi ala en este estado, ¿realmente crees que podría hacer algo como esto a un caballero tan fuerte?– preguntó sin obtener respuesta –Aunque claro, yo soy muy buena recolectando información y puede que haya visto quien sí lo hizo.

–¿Lo sabes?– preguntó la equidna admirada –Entonces deberías de informarle a la princesa que...

–¿No lo hice ya?– interrumpió victoriosa –Además yo no le debo nada a esa princesa, ¿por qué ayudarla?

–Ellos te han ofrecido ayuda médica y tú...

–Corrección, el Príncipe de este lugar me ayudó y ese guardián de pacotilla– le cortó –¿Ella qué ha hecho por mí?

–Si ella dispusiera podría echarte a patadas de aquí– escucharon una grave voz interrumpir la conversación. Gawain cerró la puerta detrás de él con fuerza viendo de manera desaprobatoria a la murciélago –¿Podrías dejarnos a solas Sor Tikal?

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