Capítulo 20: My Eternal Pain...

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Sus pupilas se contrajeron al ver los tres cuerpos sin vida yacer sobre el suelo, un grito fue exclamado de sus labios mientras lágrimas empezaban a rebosar sobre sus ojos. Una corriente de adrenalina recorrió su cuerpo, golpeando con fuerza a sus captores soltándose al fin de ellos. Cientos de hombres se abalanzaron sobre él sometiéndolo, mientras en su mirada su único blanco era el erizo negro, quien yacía parado en medio del salón con aquella espada sangrante.

–Te dije que pagarías el precio máximo por tu traición– habló estoico el príncipe –Regrésenlo a su celda, donde pasará el resto de sus días...

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Sus poderes lo liberaron de aquella burda prisión y así, sin dudarlo, huyó del reino que alguna vez juró proteger. Silver buscó refugió en quienes ayudó alguna vez, sin embargo, fue su sorpresa encontrar cientos de puertas cerradas y expresiones de repugnancia al haber perdido su título.

Afuera no había nada para él y por primera vez en años sintió hambre, sintió desesperación y resentimiento... mucho resentimiento. Ayudar y proteger, ese había su estilo de vida durante muchos años para darse cuenta que había sido un estilo de vida que no agradecía, que te dejaba a merced de la vida cruel; y si ese era el caso, él le pagaría a la vida con la misma manera.

–Haré lo que sea necesario para sobrevivir...– murmuró a la luna –Matar si hace falta.

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Abrió sus ojos con su respiración acelerada mientras un sudor frío recorría todo su cuerpo. Silver vislumbró lo que pareció ser una pequeña habitación iluminada por lámparas de aceite. Su cuerpo yacía con un par de vendas manchadas de carmín. Silver se sentó con esfuerzo sin lograr distinguir dónde yacía, ¿acaso Rouge lo había llevado hasta ahí? ¿Qué había pasado con Lancelot? ¿Había conseguido por fin completar su venganza?

–Veo que has despertado– escuchó la suave voz de alguien vagamente familiar. Silver vio a una eriza rosa entrar silenciosamente a la habitación con una taza humeante en mano –Me alegra que así haya sido, fue un grave accidente.

Silver la vio con suspicacia mientras dejaba aquella taza caliente en un taburete a la par de él, y entonces la recordó. Era la eriza que se mantenía con el Príncipe Lancelot, La dama del Lago, y ahí fue cuando lo supo... ahora era un prisionero del ser más poderoso del reino. Buscó con desespere las diferentes salidas por las que podría huir hasta que la suave mano de ella tocó la de él.

–No soy tu enemiga– tranquilizó la eriza con una pequeña sonrisa. Silver alejó bruscamente su mano de la de ella, frunciendo el ceño –Estás aquí por una razón, y no es para lastimarte.

–¿Dime dónde está él?– ordenó molesto.

–¿Él?– repitió la eriza confundida sintiendo la intensa mirada de Silver sobre ella –¿Hablas de Shadow?

–¡Sí!– exclamó buscándolo con desesperé –¡Él te ordenó traerme aquí, ¿no es así?!

–Dudo mucho que él sepa que estás vivo– respondió ella con gentileza –Ya te lo dije, no estás aquí para que yo te haga daño.

–¿Me dices que me ayudaste cómo un acto de caridad?– preguntó en tono burlesco.

Nimue lo observó con sorpresa por sus duras palabras. Tomó asiento en una silla que yacía en el extremo opuesto de él y lo vio con detenimiento, borrando poco a poco la expresión irónica del rostro de él.

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