CAPÍTULO 1

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Doy un sorbo a mi bebida y dejo que el líquido queme el interior de mi garganta, observo inexpresivo la brutal golpiza que está recibiendo un tipo por intentar robar dinero a Víctor; este parece muy divertido viendo como hacen mierda el rostro del pobre hombre.

—Espero que con esto te quede muy claro que nadie juega conmigo —escupe halándolo del cabello —Y mucho menos cuando se trata de mi mercancía, maldito imbécil —termina de restregar y luego estrella el rostro del hombre contra su rodilla, lo cual termina por dejarlo inconsciente.

Víctor intenta nivelar su respiración y luego saca un pañuelo con el que limpia sus manos —sáquenlo de aquí —ordena a dos de sus lame culos quienes obedecen sin pensar. —Sigamos jugando —refiere a nosotros y al partido de billar que interrumpimos antes de que trajeran al tipo que se había quedado con el dinero de la droga.

Muerdo el lado interno de mi mejilla y doy un leve suspiro para luego levantarme del sillón de cuero de color rojo en el que me encuentro.

—Yo paso, debo irme —aviso y me termino el trago de un sopetón y lo paso por m garganta tan rápido como puedo.

—Aquí está tu paga de la semana —menciona Víctor colocando un fajo gordo de billetes en mis manos. —Como siempre, buen trabajo Lee. — corrobora dándome un leve apretón en el hombro. No respondo nada, simplemente salgo del toxicómano lugar, cruzo el pequeño pasillo ensombrecido bajo una leve ráfaga de luz de neón que me conduce hasta la salida trasera del bar al que acostumbramos a reunirnos.

Mi auto se encuentra aparcado a una cuadra de donde me encuentro, así que solo camino hasta él y lo echo a andar a toda velocidad por las frías calles de Vancouver, las calles están atestadas de personas retornando a sus hogares con sus familias, mientras que la otra parte se destinaba a gozar el fin de semana en las discotecas o bares de la ciudad.

Voy por el segundo semáforo cuando cruzo una esquina bajo un puente, aminoro un poco el paso mientras observo algunas fogatas improvisadas dentro de contenedores de basura hechos por las personas que habitan en la calle para poder protegerse del frio tan descomunal que está azotando por estos días a toda Canadá.

Tan pronto como se dan cuenta de mi presencia, algunos se acercan hasta mi vehículo, me detengo solo por un momento, tomo el dinero que he recibido de Víctor y como siempre se los entrego para que compren lo necesario para sobrevivir.

Sé que no es mucho lo que puedo hacer por ellos en este momento, puesto que cada vez más son las personas que se refugian bajo este puente, pero siempre doy absolutamente todo el dinero que me gano transportando droga a otros países.

—Buenas noches joven —saluda Chester un señor de avanzada edad quien ha sido desde el principio quien ha buscado a todas esas personas sin hogar a las que ahora ayudo.

—Aquí tiene —le entrego el dinero que he obtenido hace unos minutos y le señalo además, como siempre la parte el baúl de mi auto y la parte trasera en donde he comprado la mayor cantidad de enceres que he podido.

No hacía ninguna diferencia para mí, pero al menos un pequeño gramo de alivio se colaba en mi atormentada conciencia, la misma que desde hace diez años se ha vuelto mi peor enemigo.

Me vuelvo hacía mi auto luego de descargar las compras y de interactuar por unos pocos momentos con todas esas personas, estaciono mi auto en el centro de la ciudad en la zona donde actualmente resido, son alrededor de las once de la noche cuando abro la puerta de mi piso y cuelgo mi abrigo en el perchero de la entrada, todo está medio oscuro, así que intuyo que todo el mundo ya debe estar dormido.

QUEMA ESTE AMOR EN TUS LABIOS (COMPLETA ✓ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora