Justicia roja

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La manada de lobos lloraba la pérdida de su querido compañero, eran alrededor de veinte canes, uno de ellos agitaba su cola y gruñía lanzando ladridos ocasionalmente, la ira y el odio comenzó apoderarse sabían de la manada, pero aún un lobo permanecía llorando, que no podrían ganar, si mataban a la familia el pueblo les daría caza, pero aquel hombre mato a un lobo muy importante, no podían dejarlo pasar.

El lobo malherido sentía un gran peso sobre el, había dejado solo a su compañero, le dejo morir y la culpa lo abrazaba, lo envolvía sintiéndose miserable de su existencia.

Entonces vino a el la idea de la danza de los muertos, era una plegaria a su diosa plateada, su último recurso para alcanzar la tan añorada justicia.

Sin dudarlo el herido lobo fue hacia el cadáver de su compañero y mancho su cabeza con la sangre del muerto, con esfuerzos comenzó a bailar, parándose en dos patas y dando giros, la manada se sorprendió de su acto, aprobaron su acción, aullando en su nombre para conseguir su deseo, cuatro lobos se vieron inspirados en su actuar he hicieron lo mismo, recitaron la danza a la luz de la luna.

Una figura plateada apareció en el bosque, en su andar parecía que los árboles se apartaban de su camino, este ser resplandeciente caminaba en dos pies, pero su cabeza era la de un lobo, su diosa se había conmovido de su hermoso y muy entregado baile.

“Su inmenso amor me llamo, no puedo ignorar tan bello vals”

Los lobos agacharon su cabeza en señal de respeto, no se sentían dignos de estar en presencia de su amada diosa.

Fue con los lobos que bailaban y les dio un gentil beso en sus cabezas.

“Los recibiré personalmente cuando llegue su momento, ahora vayan y hagan pagar al humano”

Tan pronto acabó se metió al bosque, perdiéndose entre la infinidad de los árboles, el pequeño grupo de lobos partió en búsqueda del humano del hacha, el resto de la manada aulló con la esperanza de conseguir su justicia.

La granja escucho los aullidos, sintieron la inminente amenaza, Greg tomo su arma, sus hijos hicieron lo mismo, la madre y la hija se refugiaron, los lobos llegaron, parecían fantasmas rodeando la granja.

—Lewis y Diago protejan a su hermano en la retaguardia, yo iré al frente —sus palabras inquietaron a sus hijos, pero los mayores entendían que solo serían un estorbo.

Los varones salieron de su hogar viendo los amarillentos ojos de los lobos brillar en la oscuridad, Gregor se alejó de su familia, las bestias lo rodearon gruñéndole, el hombre podía notar su inusual odio a su persona.

Wilmore preparó su flecha, la oscuridad le impedía ver con precisión al enemigo, las bestias se abalanzaron sobre el hombre, pero respondió moviendo violentamente su hacha a su alrededor, abriendo el cuello de uno de los lobos, ahora habían visto la brutal fuerza del hombre, aún superándolo en numero no podían ver su meta obtenida.

—¡Vengan malditos! —Greg corría hacia ellos pero solo retrocedían, no parecía que huirían.

Pronto el lobo malherido notó a sus hijos, ellos lucían temerosos, totalmente diferente a su padre, con un aullido aviso al grupo, ellos rápido fueron contra los menores.

—¡Cuidado! —Gregor sentía su corazón saltar de su pecho, no pensó que las bestias le ignorarían.

Lewis intento apuñalar a uno de los animales, pero otro lobo detiene la lanza mordiéndola, Diago intenta alejar al lobo, otro lobo se interpone acercándose con un aire amenazante, el más joven busca un ángulo para soltar la flecha pero sus hermanos le impedían la vista.

—¡Niños! —corría a toda prisa, un lobo esperaba su oportunidad de atacarle.

La madre veía desde el interior de la casa como sus hijos eran amenazados por los lobos, sin poder ignorarlo toma un leño con brazas y sale intentando ahuyentar a los  lobos, un cuarto lobo se arroja contra la mujer, pero Gregor alcanza a tomar de la pata trasera al animal, tirándolo al suelo violentamente, su hacha cayó de golpe en la columna del lobo, el resto de los canes ignoraron a los jóvenes y fueron contra el hombre, tomo a uno por el cuello, el otro mordió el mango del hacha, habían logrado detener sus ataques, el malherido lobo atacó mordiendo el hombro del hombre.

—¡Padre! —la flecha de Wilmore se abrió camino hasta el cuello de la bestia, la cual cayó al suelo.

Los lobos enseguida fueron masacrados por la lanza de Lewis y la espada de Diago, el último intento escapar pero Gregor lanzó su hacha en su contra acabando con el grupo, el lobo moribundo se sentía satisfecho habían logrado su cometido y en medio de su partida vio como la dama blanca aparecía, tocaba a los lobos, los cuales se incorporaban, ella llegó al lobo y con un gesto de alivio acarició el rostro del can, el dolor, el frío y su carga habían desaparecido, el había sido liberado.

“Síganme nos aguarda una ansiada reunión”

Sus palabras alegraron al grupo de lobos y fueron con ella hasta perderse en la oscuridad.

Gregor miro a su familia intacta, fue un grato alivio que se vio interrumpido al caer al suelo.

—¡Cariño! ¡¿Greg que te ocurre?! —toco a su marido, inmediatamente supo el motivo de su debilidad, su cuerpo hervía, tenía fiebre.

—¡Muchachos ayúdenme a llevar a la cama a su padre! —ordeno su madre a los jóvenes, ellos rodeaban a su imagen a seguir.

En cuestión de minutos lo dejaron en su cama, el hombre se retorcía murmurando cosas incomprensibles.

Elina se dedicó a sus rezos a las deidades, aquellos dioses que les dieron su reino, ella rogaba por la pronta recuperación de su hombre.

Gregor corría en su sueño, corría a través del bosque, saltaba las raíces salidas de los árboles, las grandes rocas que se asomaban del suelo, no podía darse el lujo de tropezar, el era perseguido, su corazón latía apresurado, las pisadas sonaban más y más cerca, en el aire se podía percibir el miedo del hombre, la agitada respiración de su perseguidor llegaba a su nuca, el miedo trepaba su cuerpo como enredadera, unas peludas y largas garras jalaron al fornido hombre, tirándolo al suelo, supo que no podía escapar, pudo ver una humanoide figura llena de pelos grises, su anómala cara que rozaba con una apariencia canina se aproximó a él, intento gritar pero la voz no salía, la monstruosidad abrió el hocico, la inmensa negrura de aquel lugar lo devoró llevándolo a una absoluta nada, donde poco su cuerpo fue descomponiéndose dejando solo un montón de sangre.

El amanecer llegó a Cherkot y un hombre recibía el mañana, era Gregor, el cual parecía consternado, su cuerpo desnudo estaba teñido en sangre.

SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora