La Cruel Realidad

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Wilmore observaba por la ventana intentando ignorar lo que pasaba a su alrededor, los planes para matar a su padre, su situación al perder todos los animales en la granja por la maldición que convirtió a su querido padre, sus hermanos en un principio le apoyaban pero con el pasar de los días le ignoraron al ver que no podía dejar atrás su tristeza.
Norton no podía evitar mirar al solitario niño, al terminar los planes todos se retiraron, menos Wilmore, su hermana gemela y el arcano, el último no dudo en ir hablar con el.

—Joven Wilmore te noto ausente —se dirijo a él con una voz calmada.

El niño siguió mirando a la ventana como si está le mostrará sus mejores días pasados.

—Lamento lo de tu padre, sé que el no obra mal por deseo propio — estás palabras sacaron al niño de su transe.

—Si… ¡Pero eso no le importa a nadie aquí! —exclamo iracundo, su cuerpo temblaba.

—¡El solo nos protegía! ¡Y por ello está pagando! No… no puedo soportarlo… —rompía en llanto, el arcano le dio unas palmadas en la cabeza.

—Te entiendo, esto que le ocurrió no es justo, pero ciertamente la vida está llena de estás injusticias — su respuesta inquietaba a Wilmore.

—La vida es cruel, mira a tu alrededor el jefe Robert solo comparte la comida con aquellos que defiendan el pueblo, ignorando a cientos de personas, ellos no tienen alternativa pero su acción real es mandar a la mayor cantidad de personas a su muerte para evitar un caos por la escasez de alimento, la realidad es injusta joven Wilmore.

—¿Por qué no podemos cambiarlo? ¿Acaso todos se conforman con eso?

—Se trata de supervivencia, algo tan natural que tú padre también hacia —el joven se negaba a creerlo.

—El solo hecho de proteger a su familia lo obligó a matar a los lobos y ellos resintieron la pérdida maldiciendo a tu padre —  sus palabras le dolían pero sabía que tenía razón.

—Es cierto… —contesto dolido — la realidad es cruel.

El arcano le calmaba, su hermana permanecía en silencio.

—Debes superar tu perdida, pues tienes un rol importante que desempeñar.

—No quiero ser yo quien mate a mi padre —Wilmore no podía imaginarse cometiendo parricidio.

—No harás nada que tú no debas hacer— respondió a su dolido arrebató.

En las afueras de la casa los guerreros practicaban con sus armas, respondían con gran velocidad en cada choque de armas, intentaban igualar el ritmo de reacción del licántropo, en la práctica estaba Lewis, quien con ira atacaba a Oswald, sus movimientos no parecían impresionar al guerrero, este para el ataque del primogénito y le atiza un cabezazo en la frente tirando al suelo.

—Me gusta tu espíritu de pelea, pero cegarse de ira no te llevará a matar a tu padre —le aconsejo mientras le extendía su mano.

—¡El ya no es mi padre! —exclamo rechazando la ayuda.

—Bien en ese caso controlarte, tu familia depende de ti —miro con rapidez al jefe del pueblo Robert.

Lewis comprendió su lugar, el cumplimiento de su deber mantendría abrigados y con alimentos a su familia por el invierno.

Se incorporo para continuar su entrenamiento, cerca los observaba Diago con su capucha puesta.

—¡Oye chico ven! —le hablaba Shawn con su espada en mano para entrenar.

Diago prefirió ignorarlo dándole la espalda, hecho que hizo cabrear a Shawn quien fue hacia el con la intención de atacarle, Lewis se percató demasiado tarde, el líder de los guerreros atacó, a sorpresa de todos Diago bloqueo su ataque con su espada y golpeo su mentón con su puño, el golpe lo desoriento, dándole el tiempo para llevar su espada a la garganta del hombre.

—No valen la pena, ustedes no tienen la fuerza ni los reflejos de Gregor —dejo en claro el adolescente retirando su espada.

—Te entreno bien tu padre —le reconoció Shawn.

—No lo suficiente —respondió quitándose la capucha, exponiendo su anómala cara.

El adolescente se retiró, dejando a Shawn y otro de sus hombres atrás.

—Ese chico me agrada, si vive luego del invierno le dejaré unirse Tom— le contó Shawn con ánimo.

Un aldeano fue corriendo con el jefe Robert, parecía muy apurado, los guardias le dejaron hablarle.

—¡Jefe! ¡Traigo malas noticias! — exclamaba nervioso.

—¡Los demás en el pueblo están robando la comida de otros! —la noticia tomo por sorpresa a Robert.

—¡¿Pero por qué no fueron al bosque?!

—¡Por qué vieron al hombre lobo vagando en las afueras del pueblo! ¡Nadie está dispuesto a salir!

—¡Debo mantener la calma en Cherkot! ¡Debo dejar que mueran con el menor escándalo posible! ¡De otra forma perderé mi autoridad y el Lord de Long-Song nunca me reconocerá!— pensaba Robert angustiado.

—¡Shawn! —ordeno Robert su presencia, este hizo caso.

—¡Tu y tus hombres vayan a parar la trifulca! —miro a los dos hijos del causante de su predicamento —¡También lleva a esos dos! ¡Has que valga la pena la comida dada!

Con rapidez fueron al centro del pueblo, donde más de cien personas peleaban entre si, por tomar los víveres del otro, la pelea era muy violenta, los hombres pisoteaban a las mujeres que se cruzaban en su camino, otros golpeaban con garrotes con tal de llevarse el alimento, incluso las mujeres agredían por la comida, enterrando sus dedos en los ojos de los hombres.

—¡Ayuda! ¡Me roban!

—¡Maldita! ¡Mis ojos!

—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Levántate! ¡¿Mamá?!

—¡Suelta mis reservas!

—¡Dámelo! ¡Que me lo des!

Llantos de niños, el crujido de los cráneos al ser golpeados por un palo, gritos de dolor y desesperación eran palpables en todo el pueblo, Lewis y Diago quedaron impresionados ante el horror generado por el hambre, ni en sus más terribles pesadillas habrían creído que el hombre fuera capaz de tales barbaridades, allí mismo Diago supo que el hombre era otra clase de monstruo.

—¿Qué se supone que haremos? —dijo Lewis con un aire derrotado, la mayoría de los guerreros parecía proyectar la misma clase de aura.

—¡Separen a la gente! ¡Si no hacen caso usen las armas! — ordenó Shawn sin dudar.

El grupo de Shawn intervino con violencia, arremetían con su cuerpo y a la más mínima provocación sacaban sus armas para persuadir con mayor facilidad, las amenazas de Diago parecían un chiste debido a su corta edad, eso solo le hizo enfurecer apuñalado al agresor con su espada, casi todo el mundo se separó al ver cómo el joven mataba.

El trabajo acabo, pero con un saldo de veintiocho muertos, veinte heridos, de los cuales cinco eran mortales, el conflicto había dejado varios huérfanos que nadie podía cuidar, la población total era de mil doscientos veinte habitantes, ahora luego del licántropo y del violento suceso quedaban ochocientos trece habitantes y de ellos solo tenían alrededor de trescientos combatientes.

SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora