Instituto Imperfección

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Los primeros momentos en el Instituto ocurrió de una forma extraña para los Premium: Los robots llegaron, les dieron la bienvenida, y luego se desactivaron dejando a cinco muñecos a la deriva sin conocimiento de a dónde ir o con quien hablar. No había nadie a la redonda y lo único que podían hacer era esperar a alguien.

Pero pasados los diez minutos, Eira ya deducía que nadie vendría. Y durante sus momentos de espera, lo único que pudieron hacer los Premium eran conocerse entre sí.

− Eira, modelo/Empresaria, ¿cierto? Un placer− Saludo un premium a la muñeca de cabello cenizo.

La nombrada volteó hacia este, dándole un rápido vistazo: Postura firme, buenos modales, vestimentas de la realeza, bonitos ojos. Sí, un líder digno de su atención.

− El placer es mío, joven príncipe− Correspondió al saludo Eira en lo que el muñeco de piel canela reía sorprendido pues ni siquiera se había presentado y ella había deducido su modelo.

− Por favor, solo Haseem. − dijo el Premium con modestia, quién tras saludarla volvió a ocultar sus manos dentro de las vastas de su túnica− Que mi modelo sea de príncipe, no significa que lo sea de verdad.

− Para un muñeco, que nuestro modelo refleje lo que somos es todo lo que importa.

El chico canela abrió sus ojos sorprendidos de sus sabias palabras. Tuvo que darle la razón, inflando su pecho sin miedo a mostrar el real orgullo que le provocaba su identidad− No podría estar más en lo cierto...

Ella continúo con la plática en vista de que su calmado ambiente era perturbado por unos extraños gritos no muy lejos de su presencia− Nuestros compañeros están entusiasmados también con su llegada. Puedo ver que están... Muy activos con esas hojalatas.

− Oh... ellos− Pronuncio el monarca volteándose hacia los otros muñecos, también intrigado por su griterío. − Digamos están tratando de negociar...

− ¡Indignante! ¿¡Como se atreven a hacerme esperar!? ¿¡A mí, Ludwig Lloyd, de la línea Premium!? − escucho gritar Eira a uno de los muñecos más impacientes que había visto en sus once minutos de vida. Este Ludwig se encontraba gritándoles a los robots, uno por uno, por respuestas. Pero pese a su escándalo, ninguno de ellos respondía− ¡Exijo hablar con su superior!

− Ah, ¿Quieres parar? Tus gritos perturban mi aura− digo otra muñeca de ropas extravagantes, quién contrario a Ludwig, se encontraba pacíficamente bajo un árbol protegiéndose de la luz pese a estar cargando una sombrilla.

El muñeco exhalo ofendido dirigiéndose hacia ella, intimidante− ¿¡Como puedes estar tan tranquila!? ¡Procrastinar no te mantendrá moldeada, muñeca! − exclamo el otro acercándosele a ella y teniendo que inclinar levemente el cuello debido a la diferencia de estaturas.

− Tampoco veo como gritar como mono histérico nos ayude en algo− Bufo ella agitando su largo cabello negro− Ahórranos las penas y siéntate ¿Qué más podemos hacer si se olvidaron de nosotros y las máquinas son inservibles?

− ¡Hermanitos, relájense! − exclamó otra muñeca abrazándolos por la espalda con un espíritu mucho más jovial que los otros dos. La nueva muñeca sonrió con sus grandes mofletes− Apenas estamos existiendo. ¿No están emocionados de estar aquí? ¡Tan pronto vengan a recogernos, nos lo pasaremos de maravilla!

La alta muñeca se soltó del abrazo, tomo a la muñeca por sus cachetes y le dijo con un tono severo− En tu vida, vuelvas a tocarme el vestido.

La muñeca albina y el monarca se quedaron viendo fijamente como los tres muñecos volvían a discutir y gritarse entre ellos ignorando los robots otra vez.

Líderes en pruebaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora