—Hey, hey, ¿qué haces con la carta? —David se acerca y me la quita.
Pero la forma en como me la quito, no demuestra nada de enojo por su parte. Más bien suena como si quisiera jugar puesto que, sus cejas muestran una emoción y su sonrisa me demuestra otra.
—Sabes que no puedes leer cosas privadas. Pero lo obviaste porque siempre eres rebelde, niña belicosa.
Las ganas de llorar de hace rato se van, en su lugar una sonrisa juguetona aparece en mi rostro.
—Dámela, igual es para mí, en una de esas partes dice mi nombre. Que digo en una, la hoja entera grita mi nombre.
Una risa sonora resuena, es la risa de su padre que demuestra una expresión de felicidad.
—Bueno... Creo que mi hijo está en buenas manos, ya me voy a trabajar. Diviértanse —menciona alegre—, pero no tanto.
Esperamos a que se vaya para que comencemos hablar de algo que realmente se tiene que solucionar ahora.
—Dime, ¿qué te trae por aquí?
Le iba a decir la razón, contarle cómo me sentía ese día y el porqué huí, pero antes quiero hablar de Mirella.
—Te vi con Mirella. —Su ceño se frunce además que esa oración hace que me preste más atención —. Me puse... Un poco triste pensando que yo ya no te importaba por pensar que sales con ella, sin embargo, tu padre me ha dado tu carta... Entonces solo pude sentirme peor por pensar en eso y justo te iba a salir a buscar para decirte cuán enamorada estoy de ti además de pedirte una disculpa por haber huído de ti hace una semana. Ese día no me del todo bien por lo que me dijo Mirella, después yo sol-
—¿Qué te había dicho Mirella? —Inquiere.
—Dijo que yo los separé y que habrían estado juntos de no ser por mí. —Algo dentro de mí detesta las palabras lo que acabo de mencionar.
Su silencio, hace que me pregunte si de cierta manera Mirella tuvo razón. Un suspiro es su respuesta, solo un maldito suspiro. Toso a propósito para que diga algo más, lo que sea, solo no quiero que me deje toda ansiosa.
—Bueno... De cierta manera, puede que resulte un poquito o tenga un mínimo de verdad. —Mi rostro expresa toda la incomprensibilidad que puede—. Es decir, que hubo un pequeño momento de niños que me gustó, después llegaste y solo puedo decir que me encantaste al momento. Tenías una sonrisa contagiosa, una alegría indudable que hacía que me sienta atraído por ti además, solías hacer pequeños berrinches en los cuales terminabas con un ceño fruncido adorable. Tampoco es como que hayas dejado de hacer berrinches, pero el punto es que; había veces en las que me sentía el niño más dichoso por conocerte... hasta que te fuiste.
Sus palabras hacen que mi nerviosismo aumente, mis mejillas se tiñan y las ganas de estar con él sean inmensas. El silencio que hacemos después de su confesión hace que lo interprete como incomodidad.
—¿Estás-
No termino la oración ya que, él se sienta de golpe en el sillón donde estoy. De pronto noto la cercanía de su rostro al mío, puedo notar las grandes ojeras que tiene a causa mía, también distingo una sonrisa cansada. Me pregunto cuántas noches no habrá dormido.
—Sabes cuántos días esperé a que vinieras. —Se distingue su tristeza en la voz, provocando que me sienta culpable—. Pensé que no vendrías nunca, por ello te escribí una carta, en la cual describí todo lo que siento por ti y todo el tiempo que esperaría a que toques esta puerta para buscarme.
Sus ojos, son de un café tan profundos que relucen una brillantez que se está apagando por las tristes palabras que me está diciendo. No soporto ser la causa de su tristeza, eso me destruye el corazón.
—Te quiero, David. —Mis palabras fluyeron como si nada.
Rompo la poca distancia que aleja nuestros rostros para besarlo con calma, para disfrutar de este pequeño momento, para sentir la suavidad de sus labios en los míos y para darle todo el amor que siento por él.
David posa sus manos en mi cintura con el fin de acercarme más a él, a lo cual yo lo resuelvo poniéndome a horcajadas sobre él. Es ahí donde aprovecha para profundizar el beso que necesitábamos con tanto apuro desde hace días que no nos veíamos. Entonces a mitad del beso suelta una sonrisa haciendo que me aleje lo mínimo, para que pueda volver a besarlo.
—¿Quieres ir a mi habitación? —Lo escucho con una respiración agitada que me hace sentir su respiración caliente sobre mis labios.
Asiento con la cabeza, sintiendo lo extasiada que estoy por el beso y pensando lo feliz que voy a ser por ir a su habitación.
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El chico arrogante [Sin Editar]
Short StoryÉl... Bueno, él sabe como hacer sentir mal a las personas en algunas ocasiones. También es muy inteligente de modo que presume sus cualidades intelectuales despreciando a los demás. Y a veces se comporta muy huraño... Solo sabría decir que él es un...