Capítulo 17 (Muestra)

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Capítulo 17

Aurora Flecher

El camino fue un tanto silencioso, como siempre, así que decidí hablar y romper el silencio.

—¿Adónde vamos? ¿O tampoco puedo saber? —pregunté.

—Tú misma lo has dicho.

No puedo saber.

—¿Por qué? —pregunté para molestarlo.

Alexander solo me dio una mirada que causó que me sentara derecha. ¡Qué humor, hombre! Él conducía y yo lo observaba. Su mandíbula cuadrada, sus labios carnosos, esos ojos azules, cabello negro azabache... ¡Dios, qué hermosura!

—Deja de admirarme, preciosa, y baja del auto.

Si no fuera tan ¡imbécil!

Al bajar del vehículo, una bella vista se mostró ante mis ojos.

—¿Qué es esto, Alexander? —le susurré.

—La Basílica del Sacré Cœur —respondió entrelazando su mano con la mía.

—Es hermosa —dije admirando la construcción—. ¿Podrías hablarme de eso? —Apunté a la basílica.

—Este es uno de los lugares más importantes de todo París. Se construyó en 1875, pero la completaron en 1914 —respondió a mi pregunta.

—Es muy grande —expresé impresionada.

—Son 83 metros de longitud, 35 metros de anchura y una torre de 83 metros de altura.

Oh, alguien, hizo su tarea.

—¿Estudiaste anoche? —pregunté sonriendo.

—Me agrada leer, muñeca.

¡Oh, por Dios!

—Acerquémonos.

¿Qué? ¿Eso se puede?

—¿Nos podemos acercar? —pregunté maravillada.

Alexander no respondió, solo me tomó de un brazo y me haló a su lado. Comenzamos a caminar hasta llegar a unos escalones que había que subir para llegar a la puerta de la basílica, los cuales solo de mirarlos casi me desmayo. En el camino nos entregaron unos folletos, en ellos se hablaba de la historia de la basílica y de quienes la construyeron.

Ya cuando mi frente parecía un océano por el sudor, cuando mi garganta estaba más seca que un desierto y mis piernas estaban como gelatina, decidí mirar a Alexander, quien tenía dos o tres gotas de sudor, pero de ahí nada más.

—¿No se te ocurrió la idea de traer agua? —pregunté — ¿O es que hay un río por aquí cerca? —volví a preguntar, enarcando una ceja.

Alexander solo me observaba con el ceño fruncido.

—¿Vamos a tener veinte minutos subiendo estos peldaños y ahora es que vienes a preguntar por el agua? —preguntó confuso.

—Tengo sed. —Fue lo único que pude articular.

—El agua está detrás de ti, Aurora.

¿Qué? ¿Qué fue lo que dijo el Gólem?

Rápidamente volteé y, sí, había dos hombres con ropa negra y lentes del mismo color que sostenían unas pequeñas hieleras. ¿Todo esto estaba aquí y yo no me di cuenta? ¡Me estoy volviendo loca! Alexander me trasmitió la locura.

Amablemente le pedí a uno de los hombres que me entregara una botella de agua y este me la entregó silenciosamente. Una paz inmensa se apoderó de mí al sentir el agua fresca correr por mi garganta. ¡Lo necesitaba!

Mis ojos fueron directamente hasta donde se encontraba Alexander, quien permanecía frente a mí mordiéndose el labio inferior. ¡Qué hombre más hermoso, Dios! Solo podía mirar esos labios rosados, bien proporcionados, siendo cada vez más comestibles. Debo borrar esos pensamientos de mi cabeza, ¡ahora!

—¿Sucede algo? —pregunté humectando mis labios.

—Siempre sucede algo, que no te lo diga es otra cosa. —Su voz se encontraba ronca y profunda.

Él es un hombre bello pero extraño.



Basílica del Sacré Cœur: Basílica del Sagrado Corazón.


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¡Muchas gracias por leer !

Me Casaré Con El Magnate  [1] (YA A LA VENTA EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora