Capítulo 11 (Muestra)

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Capítulo 11

Aurora Flecher

Me había pasado el día en mi cama, con una funda de papas fritas, un buen vaso de Coca-Cola y Netflix. Mi celular no había dejado de sonar, tenía diecisiete llamadas y nueve mensajes de Alexander Walton sin contestar. Sí, lo sé. Se enojará. Hasta ahora he hecho caso totalmente omiso a cualquier cosa, solo me he quedado en mi cama y planeo estarlo por el resto del día.

Realmente me golpeó muy duro todo lo sucedido con Lily, teníamos una amistad única y que, según yo, era inquebrantable, pero me equivoqué. Le daré tiempo al tiempo, solo espero que las cosas entre nosotras se recuperen.

Mi celular vuelve a sonar y ni siquiera me molesto en mirar la pantalla para saber quién es, porque sé que es Alexander. No tengo ánimos de hablarle a nadie, hoy solo quiero ahogarme en la Coca-Cola y en las papas fritas.

Veía la serie Once Upon a Time. Lo normal sería que me haga reír, es mi favorita, pero ya ni eso me saca una sonrisa.

Estoy haciendo todo esto por mi familia y solo espero que valga la pena.

Tomé una papa frita, me la entré en la boca y luego busqué mi vaso de Coca-Cola y le di un sorbo. Busqué mi celular y me digné a ver la hora, la cual correspondía a 6:55 p. m. Vi la larga lista de llamadas no contestadas, las ignoré y luego coloqué el celular en vibración y continué mirando la televisión.

Horas venían y horas pasaban cuando ya estaba por quedarme dormida, pero una hermosa y ronca voz perturbó mi tranquilidad.

—¿Por qué no me contestabas? —preguntó mirando mi celular en la mesita de noche.

—Tuve un altercado con mi mejor amiga —dije, aunque sé que eso a él no le importará.

—¿No me contestaste por eso? —preguntó con el ceño fruncido.

—Sí —susurré.

—¿Por qué?

Este hombre sí pregunta...

—¿Por qué, qué? —No estaba entendiendo

—¿Por qué discutieron? —Preguntó nuevamente 

—Porque no le dije la verdad —respondí sincera.

—¿No le dijiste lo que te dije? —preguntó con su típico ceño fruncido.

—Sí, pero ella sabía que algo estaba sucediendo. Ella me conoce muy bien.

Lamentablemente me conoce demasiado bien.

—Lo pasado es pasado, Aurora —dijo mirándome.

—Lo pasado es pasado, pero ella es mi amiga, vivimos muchas cosas juntas —dije limpiándome una lágrima.

—Ni que fuera tu maldita alma gemela. —Estaba molesto.

—No lo entenderías —dije mirando la televisión.

—¿Por qué no te has alistado? —preguntó mirándome con una ceja alzada. Al mirarlo, me acordé de que la noche anterior él me había dicho que hoy iríamos a cenar con sus padres. ¡Lo olvidé!

Me encontraba saliendo de la ducha, luego de darme un baño de aproximadamente 20 minutos; antes de salir del baño busqué algunas cremas y me las froté en las piernas, después de esto salí. Después de cerrar la puerta del baño y girar la cabeza, casi me desmayo al ver a Alexander sentado en el pequeño mueble que tengo en mi habitación. Estaba muy bien, sentado tomándose lo que parecía ser una taza de café.

¿Dónde consiguió café...? Esa no es la pregunta correcta, la pregunta correcta es: ¿Qué hace él en mi habitación?

—¿Bailarás break dance? —preguntó con una ceja alzada.

¡Pervertido!

—¡No! —le grité—. Sal de mi habitación, que tengo que vestirme —dije a la vez que sujetaba mi toalla con fuerza.

—Vístete y deja la payasada. —Tomó un sorbo de la taza.

—¡Largo! —Por el amor de Dios...

—No tienes nada que no haya visto antes —dijo el muy maldito.

Tomé aire y luego lo expulsé; con este hombre no se puede. Me encaminé hasta el interior del baño y ahí me puse la ropa. Luego busqué unos pantalones altos blancos y me los coloqué. Acompañé con una blusa ajustada y unos tacones negros.

Salí del baño y luego me adentre a mi habitación, sintiendo así, la vista de Alexander encima de mí. 

Solté mi pelo, ya que lo tenía envuelto, y luego me lo peiné de forma que cayera en mis caderas. Fui al espejo, me coloqué algo de rímel, un pintalabios rojo, luego fui en busca de mi bolso favorito, negro. Estaba más que lista.

La noche fue bastante divertida. Los padres de Alexander son todo lo opuesto a él en algunas cosas, porque en otras sí que eran bastantes parecidos. En la elegancia y el porte eran como tres gotas de agua, pero en el humor eran muy diferentes. Mientras ellos eran alegres y carismáticos, Alexander era frío, seco, solemne y un sinfín de palabras que podrían caracterizarlo.

El padre de Alexander, Damián, era un hombre de 52 años. Al igual que su hijo, era de piel blanca como la nieve, facciones maduras y varoniles, dueño de una voz grave y profunda, con un carisma único y unos ojos bellísimos, al igual que su hijo.

Por otro lado, la madre de mi futuro esposo, Amelia, era un circo andante; ella, sin duda, era una dulzura. Con 48 años, era una mujer con clase y de gustos muy refinados, poseedora de unos ojos verdosos como el limón, y un cabello hermosamente castaño.

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¡Muchas gracias por leer !

Me Casaré Con El Magnate  [1] (YA A LA VENTA EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora