Vació las tazas en el fregadero mientras una sensación abandonada hacía años regresaba con toda su fuerza.
Si siempre le había guardado rencor a su padre, sus motivos ahora habían alcanzado niveles que ni siquiera podía controlar.
—Dios mío, Gary. Déjame ver.
La neblina que envolvía sus pensamientos se disipó cuando la voz preocupada de Denise llenó su mente. Fue entonces cuando vio que una de las tazas estaba destrozada y su mano derecha llena de cortes.
Permitió que ella le lavase la herida y luego la envolviese en un paño para secarla y comprobar el alcance de los cortes.
—Debería verte un médico. Necesitas algunos puntos. Voy a ir a por mí chaqueta y...
—Detente.— Denise se calló de golpe y le miró con esos enormes ojos capaces de ver en su interior y provocarle lo que ninguna otra mujer había conseguido—. Puedo llamar a mi médico personal y tenerle aquí lo más pronto posible.
—Pero podría llevarte. No me cuesta nada. Podría infectarse y...
Y esas fueron las últimas palabras que pronunció antes de que, invadido no solo por la ternura que le provocaba verla preocupada por él, sino por el deseo irrefrenable que siempre había sentido por ella, juntó sus labios y la besó.
La sensación de sus labios unidos despertó en ambos no solo el recuerdo de lo ocurrido cinco años atrás, cuando, siguiendo sus corazones y embargados por un profundo anhelo, se dejaron llevar y unieron sus cuerpos bajo la luz de la luna, y con el sonido del mar acompañándolos.
Gary fue quien rompió el beso, no porque no lo desease, sino porque sabía que se había precipitado.
Todavía quedaba mucho que aclarar entre ellos.
Necesitaba saber más sobre Mason, y sobre todas las cosas, necesitaba hacerla entender que nada había cambiado en lo que a sus sentimientos se refería.
—Llamaré a mi médico y él se encargará de que no se infecte y de ponerme los puntos si son necesarios.
—Lo son. Mason se cortó así una vez y...
Y la vena protectora de Gary estalló entonces.
Pensar en su hijo herido, asustado y llorando fue suficiente para obligarle a sentarse. Se sentía sobrecogido y no era una sensación a la que estuviese acostumbrado.
—¿Se lastimó mucho?
Denise suavizó su expresión al mirarle.
—Se cayó jugando en preescolar. Se golpeó la ceja con la pata de la mesa. Cuando le recogí después de que me llamasen, le habían puesto unos puntos de mariposa para cerrar un poco la herida. Le llevé a su médico, pero me derivaron directamente al hospital. La herida era bastante profunda y no disponían de lo necesario. Mi coche estaba en el taller, de modo que tuve que llevarnos hasta allí en metro, cambiando de línea un par de veces hasta llegar.
Gary no podía creer como aun en un suceso como el que contaba, ahora se viese tan tranquila. Él apenas podía controlar en temblor de sus manos al imaginarles en semejante situación.
Una vez más, los sentimientos que albergaba aun hacia su padre, le ofuscaron la mente.
Ellos no habían estado protegidos y cuidados como merecían. De haber estado a su lado, ella no habría tenido que recorrer la ciudad con un niño pequeño con una herida abierta en vagones llenos de gente desconsiderada que ni siquiera les ofrecerían un asiento.
—Mason se mantuvo tranquilo todo el tiempo, incluso bromeó. Eso me lo hizo un poco más fácil porque estaba realmente asustada. Sin embargo, cuando tuvieron que tumbarle para ponerle la anestesia... No te imaginas como lloró entonces. Tuvimos que sujetarle entre varios para que estuviese quieto.
La rodeó con sus brazos al ver que ella misma había roto a llorar.
Realmente deseaba golpear a su padre.
Por su culpa, se había perdido los primeros años de vida de su hijo y el haber estado para él y para la mujer que ahora sostenía entre sus brazos. La única mujer a la que le había entregado su corazón cinco años atrás y que aún conservaba con ella.
Sin embargo, mientras enjuagaba sus lágrimas con los pulgares, todo en lo que podía pensar era en cuanto deseaba volver atrás y haber despertado con ella en aquella playa.
—Será mejor que llames a tu médico si insistes en no ir al hospital.
—Claro.
Pero ninguno de los dos se movió, al menos hasta que el teléfono de Denise rompió el momento.
—Lo siento. Podría ser el colegio.
—Por supuesto.
La siguió con la mirada por la habitación, vio como cogía el teléfono y fruncía el ceño antes de deslizar el dedo por la pantalla y guardarlo en su bolsillo. Después salió de la cocina como si nada.
Fuera quien fuese que había llamado, tendría que hacerlo de nuevo o desistir y se preguntó si ella había cancelado la llamada porque él estaba allí.
¿Quién había llamado?
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Algo inesperado
RomanceCinco años. Cinco largos años desde que él se marchó y emprendió su muy lucrativa vida lejos del lugar donde crecieron. Nunca llamó. Nunca volvió. Nunca le importó. Una más. Eso fue. Y es horrible extrañar a alguien a quien nunca le importaste. De...