Sospechas

846 134 18
                                    

Las cosas empezaron a acomodarse después de la fiesta.

Aunque su conversación con David todavía era algo que tenía pendiente, Denise trató la mayor parte del tiempo de evitar pensar en ello.

Sus padres habían regresado a su casa después de pasar unos días en su casa, disfrutando y mimando a su nieto y dándoles a ellos dos la oportunidad de salir en alguna que otra cita a solas, donde Gary demostró con cada cena, baile y detalle, que la amaba más que nada en el mundo.

En ese momento ella se encontraba ultimando los últimos detalles para la cena de esa noche.

Eva ya estaba en casa con la pequeña Denise, y esa noche, la familia Eddison al completo, acudiría a cenar en su casa.

Habían respetado a los Eddison para que tanto la madre como la hija se habituasen la una a la otra, pero Eva había sido clara cuando llamó por la mañana. Necesitaba salir de casa antes de que esta se le cayese literalmente encima.

—No estoy bromeando, Denise. Malcom y los chicos me tienen entre almohadas sin permitirme siquiera levantarme a por un vaso de agua. Tengo suerte de poder ir al baño en completa soledad. Te juro que mis dientes nunca han estado más limpios. Alargo todo lo posible mi tiempo en el baño.

Denise no pudo evitar reír.

La situación no había sido muy distinta con Mason. Sus padres y David se habían desvivido para que ella descansase y se ocupase solamente de recuperarse y de cuidar a su hijo.

Sin embargo, Eva tenía un pequeño ejército de hombres Eddison a su lado, de modo que no podía exactamente entender por lo que ella estaba pasando.

—Entonces venid esta noche. Prepararé algo rico para cenar para todos.

—Eso sería absolutamente fantástico. Deja que yo traiga el postre. Aprovecharé ahora que los hombres de la casa están mimando a la pequeña para escaquearme y encerrarme en la cocina hasta que le toque la próxima toma de leche.

—¿Estás segura? No me importa preparar algo.

—Insisto Denise. No quiero llegar sin nada en las manos, y me encanta la repostería. ¿Hay algo que no os guste?

—Siempre que no lleve frutos secos, será perfecto. Mason y Gary son alérgicos.

—Sin problema. Nos vemos luego.

La llamada terminó dejándola aun con una sonrisa en los labios.

Se puso manos a la obra en la cocina pensando en sus opciones, y tras asegurarse de que tenía de todo, salió a buscar a Mason.

Seguro que su hijo estaría feliz de tener a los Eddison con él esa noche.

Se habían hecho amigos el día de su cumpleaños y solían hablar a menudo por teléfono para comentar capítulo por capítulo una serie que todos seguían.

Aparcó su coche en un pequeño descampado sin asfaltar que había tras el colegio, y salió en busca de su hijo.

Había preparado su comida favorita para el almuerzo y estaba deseando sorprender tanto a él como a Gary, quien seguramente no tardaría en ir hacia casa.

Una vez en la entrada del colegio, saludó a varios padres e intercambió algunas palabras con ellos mientras esperaban a que la profesora saliese con los niños.

Mason fue uno de los últimos en salir. Charlaba animadamente con un compañero y sonreía abiertamente cuando este le respondía.

Le encantaba ver a su hijo feliz.

Vio como la profesora le señalaba hacia donde ella se encontraba, después él asintió y corrió hacia ella.

—Hola, mami.

—Hola cariño. ¿Cómo ha ido el día?

—Genial. He podido intercambiar algunas cartas de las que compramos el otro día. Todavía me faltan muchas para terminar la colección, pero papá dijo que me llevaría algún tiempo.

—Así es. De todos modos, creo que quizá consigas algunas más hoy. Los Eddison vienen a cenar esta noche.

—¡Genial! Ya verás cuando vean las que conseguí. ¡Hay una que tiene trescientos de poder!

—Eso es mucho. Creo que es la mayor que tienes, ¿verdad?

Siguieron charlando mientras caminaban hasta el coche.

Cuando aseguró a Mason en el asiento trasero, se sentó frente al volante y puso el coche en marcha.

—La profesora me ha dado un papel para vosotros. Dice que tenéis que rellenarlo y traerlo lo más pronto posible.

Denise asintió convencida de lo que era.

Gary había acelerado mucho las cosas después de enterarse de que Mason era su hijo.

Los papeles se habían agilizado y Mason era oficialmente un Jenkins, pero todavía había que actualizar esa información en el colegio, de modo que lo más seguro era que el papel fuese el formulario oficial para cambiar los datos de su hijo.

Una vez en casa, Mason corrió hacia el despacho de su padre donde este acababa de dejar sus cosas y como siempre alzó a su hijo en brazos y lo estrechó con fuerza antes de preguntarle cómo le había ido el día.

Gary escuchó pacientemente todo lo que ya le había contado a ella con anterioridad, incluso su visita para cenar aquella noche.

—Hola cariño.

Gary besó suavemente sus labios mientras Mason seguía charlando rumbo a su habitación para dejar las cosas del colegio y luego lavarse las manos.

Como pensaba, rellenó el formulario y ambos firmaron antes de devolvérselo a Mason para que este volviese a guardarlo en su mochila para entregarlo el lunes.

Los tres disfrutaron de una deliciosa pasta a la carbonara y luego mientras Mason se iba a su habitación a jugar, Denise y Gary se sentaron en la isla de la cocina con una taza de café cada uno.

—Mi padre me llamó esta mañana.

Denise se tensó en su sitio, pero se mantuvo en silencio mientras Gary proseguía.

—Quiere conocer a Mason. Me negué. Estoy bastante seguro de que mi padre tiene más de un esqueleto en su armario, y no lo quiero cerca de ninguno de nosotros. Hasta que no averigüe algo más, no me quedaré tranquilo.

—¿Sospechas de algo?

—Creo... —. Gary pasó ansioso las manos por su pelo antes de enfocar los ojos en ella de nuevo—. No puedo asegurarlo al cien por cien, pero sospecho que tuvo algo que ver con la muerte de mi madre.

Algo inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora