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Luego del crudo y frío invernal, la primavera retornó, trayendo consigo lo que el invierno se llevó. El invierno junto a su particular belleza, se fue dejando solo un rastro de ella. Ese rastro se mantenía en el interior de la casa de los Jeon, luego de la partida del hijo mayor, pareciera como si el invierno jamás se hubiera ido. La búsqueda del castaño no daba resultados, la policía buscó por todo Corea a JungKook, sin obtener noticias del castaño y rastrear su móvil no ha funcionando, pues el castaño mantenía su móvil apagado impidiendo que sea hallado.

La ansiedad y la intriga de saber dónde y cómo se encontraba el joven Jeon, alertó a más de uno. Rosé, la más afectada, no paraba de ver su móvil, tenía la leve esperanza de que su hermano respondiera a sus mensajes o al menos los leyera.

—Kookie, por favor...—la castaña sostenía su móvil con fuerza mientras se le impedía ver este bien por las tantas lágrimas que pedían a gritos, dejarlas salir.— contesta...

Pero Roseanne no era la única que se encontraba de la misma manera, Manoban compartía sus emociones y sentimientos en esos momentos. Lalisa lo sabía, ella había sido la culpable de que el castaño huyera de casa sin importarle los demás. Se sentía devastada, aún con la culpa en sus hombros donde fue esta agrandada, ahora no solo se culpaba de haber lastimado a dos personas, sino que también era parte de aquel sufrimiento que habitaba en la casa de los Jeon.

— Lo siento...— la rubia se encontraba sentada sobre el frío suelo mientras ocultaba su rostro entre sus piernas. Se odiaba tanto, odiaba ese sentimiento, odiaba haberle hecho tanto a JungKook como a su mejor amiga y su familia.— Lo siento tanto... JungKook, vuelve a casa.

(...)

"Se está torciendo, el amor y odio
Nuestros recuerdos hermosos
Se tiñen de blanco
Y se desvanecen poco a poco."

Ya era un mes, un mes de superación y de olvido, donde el amor y odio que sintió alguna vez, fue enterrado junto a todos aquellos hermosos y desagradables momentos.

"Se profundizan cada día, se calman las heridas hechas de palabras.
Mi quemado corazón se volvió negro."

Las cicatrices aún se mantenían en su corazón y el dolor aún persistía. Las palabras de Sehun seguían marcadas en su mente y su corazón pero las ignora, no quiere volver a recaer en el sufrimiento que vivió durante este tiempo lejos de Corea.

Aún no podía olvidarla en su totalidad, su cabello rubio y sedoso que le hacía competencia al sol, de quien brillaba aún más. Su linda piel de porcelana, suave y delicada al igual que los pétalos de una rosa. Sus ojos marrones oscuros, aquellos que trasmitían una luz radiante llena de alegría y belleza. Y su sonrisa, tan brillante y singular, eran parte de lo que JungKook aún no podía olvidar de la rubia. Pero tan solo eran recuerdos de un amor que ha muerto ya, por parte del castaño, no habían sentimientos de por medio, Lalisa para él fue una hermosa pesadilla que parecía ser un dulce sueño.

"De mucho ego, lleno mi hambriento estómago
Y dejo atrás una taza de compasión."

El frío y cruel JungKook había vuelto, lleno de rencor y ego. El orgullo aún lo mantenía en alto, y no se dejaría vencer. Sería difícil perdonar a la rubia después de todo, aquel cálido y amoroso chico que mostró a la rubia, también decidió enterrarlo junto al amor que sentía por Lalisa.

Vagaba por las iluminadas calles de Francia, disfrutando de las últimas brisas que había regalado el invierno. Mantenía sus manos en los bolsillos de su pantalón, mientras mantenía la mirada fija al suelo, sentía vibrar su móvil en su mochila, seguro era Rosé nuevamente.

𝐁𝐚𝐫𝐛𝐢𝐞; Lizkook Donde viven las historias. Descúbrelo ahora