Capítulo 11.

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Ciertamente Taemin estaba esperando que Min Ho le pidiera que dejara su trabajo, pero su esposo no le había dicho nada, y tampoco podía asegurar que las cosas eran igual que antes, sí, había compartido la cama con él, e incluso su hija quiso dormir con ellos argumentando lo mucho que lo había extrañado, pero él estaba temiendo en el momento que su pareja cambiara de opinión y le pidiera que se fuera.

No le fue fácil entender el hecho de que Min Ho quisiera seguir viviendo en el apartamento y no en la casa que compraron, en la que fue el primer lugar que él los buscó, pero al no encontrarlos decidió probar suerte buscándolos en su antiguo apartamento, y cuando recibió un saludo por parte del guardia del edificio casi tuvo su respuesta de que su familia estaba ahí.

Al abrir los ojos pudo notar que ni Min Ho ni Ha Seul estaba en la cama y, por un momento se llenó de temor, eso hasta que escuchó voces y risas que sólo tuvo que seguir para encontrar a su esposo y a su hija en la cocina, la niña estaba jugando con la muñeca que él le compró mientras le era dado de comer en la boca.

—Buenos días —saludó un poco tímido.

—¡Papi!

Ha Seul levantó su mano y la agitó como saludo, volviendo a abrir su boca para que Min Ho le continuara dando de aquella fruta picada que por primera vez su hija parecía comer sin protestar, y Taemin no estaba seguro de cómo sentirse frente a eso, si feliz o preocupado porque no era algo que sucedía todo los días; al igual que tener la mirada de su esposo sobre él.

Dudó un poco cuando se acercó a ellos, acariciando suavemente el cabello de Ha Seul, y luego se inclinó junto a Min Ho, besando su mejilla, esperando ver su reacción que sólo fue un rostro serio, y él apretó sus labios entre sí, tal vez era demasiado pronto para intentar que las cosas volvieran a ser como antes, y se decía que debía de aceptar que su esposo estuviera todavía enojado con él, porque tenía toda la razón de estarlo.

No dijo nada cuando se apartó y rodeó la encimera, dirigiéndose a la cafetera para hacer el café que parecía ser algo esencial en sus desayunos, intentando que todo pareciera igual que siempre, pero no podía decir que fue así, porque podía sentir la mirada de Min Ho seguirlo, como si estuviera esperando que una vez más dijera que iba a irse, pero no lo haría, él había querido regresar, y nadie iba a sacarlo del apartamento.

A pesar de que no era amante de los panqueques, Taemin decidió que ese día quería comerlos, preparando la mezcla en silencio mientras podía escuchar sólo la voz de su hija, y realmente eso estaba siendo difícil, prefería al Min Ho que lo llenaba de beso y lo consentía, pero éste parecía haber desaparecido en esa mañana, en la que sólo había permanecido en silencio.

No era fácil regresar, nunca lo fue cuando no estaba seguro de qué hacer, pero ahora a diferencia del pasado, Ha Seul estaba ahí, y había notado que ante los ojos de su hija, Min Ho estaba intentando hacer parecer que todo estaba bien, incluso si no le estaba dirigiendo la palabra más de lo necesario, porque su esposo parecía sumergido en sus pensamientos.

—Min Ho, hoy yo llevaré a Ha Seul al kínder.

Sabía que sus palabras sorprendieron a Min Ho, lo notó por la manera en como éste lo estaba mirando, porque él nunca llevaba a Ha Seul a clases, ya que entraba más temprano a trabajar, pero lo había decidido, no iría al trabajo en ese día, después de todo, Se Hun no estaba en la ciudad, y si se enteraba de que faltó, le daba exactamente igual, porque en lo único que estaba pensando era en la manera de hacer que su esposo creyera en que iba a esforzarse por no cometer los mismos errores.

—Puedo llevarla yo —dijo Min Ho —siempre lo hago, a-además tú entras a trabajar más temprano.

—Min Ho, quiero hacerlo, quiero llevar a nuestra hija a clases, por favor, déjame hacerlo, ¿sí?

EquivocadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora