El colgante color cereza.

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XingChen programó su alarma para las ocho treinta, como todos los días; acomodó una almohada y una frazada en el sillón y se dispuso a dormir

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XingChen programó su alarma para las ocho treinta, como todos los días; acomodó una almohada y una frazada en el sillón y se dispuso a dormir.

Sin embargo, mientras dormía tuvo un sueño extraño; más bien fue un recuerdo. Fue de cuando él estaba en el bachillerato y Song Lan acababa de entrar a la universidad. Era un día lluvioso y las prácticas de tiro se habían cancelado, así que había regresado a su casa rápido.

Su casa estaba frente a un parque comunitario y detrás del parque había un complejo de apartamentos de ayuda social; nada que ver con su vecindario y por esa razón su padre había levantado grandes muros y puesto cercas eléctricas alrededor de la casa.

Pero cuando llegó a casa, frente a uno de los apartamentos del primer piso, pudo ver a un niño. Debía tener cinco o seis años. Estaba sentado en el piso, temblando de frío y siendo mojado por la fría lluvia. Aquello era una visión realmente triste.

Se acercó al pequeño y lo cubrió con su paraguas antes de ponerse en cuclillas y desenvolver un caramelo para él. Era un caramelo de cereza.

El niño sonrió amplio, con una cara llena de inocencia y esperanza; casi parecía que aquella era la primera vez que veía un caramelo. Lo comió con gusto y lo agradeció como si se le hubiera dado una pepita de oro.

XingChen sonrió y ayudó al pequeño a levantarse del suelo.

—Didi —llamó XingChen —. ¿Por qué no vienes a casa conmigo? Te daré ropa y te secaré el cabello. Si sigues mojándote pescarás un resfriado.

El pequeño miró el suelo, sopesando aquello.

—Mamá me dijo que la esperara adentro, pero Xue Yang olvidó la llave —dijo el menor —. Mamá me regañará por mojar la ropa y por no preparar la comida. Gege... ¿crees que mamá me pegue?

XingChen negó con la cabeza.

—Cuando la lluvia pare y tu madre regrese, Gege te acompañará y le dirá a tu madre que te quedaste conmigo —prometió, tomándolo de la mano y llevándolo a su propia casa —. Vamos, Yang-di, te daré un caramelo más ¿de acuerdo?

El niño asintió con fuerza y apretó la mano del mayor antes de seguirlo a su casa. Aquella seguramente era la casa más grande y hermosa que el pequeño había visto, porque sólo entrar Xue Yang se quedó paralizado, sin moverse a ningún lado, temeroso de ensuciar o romper algo.

XingChen se apresuró a ir por algunas toallas y buscó algo de ropa vieja para ponerle al menor; aunque la diferencia de tamaño era mucha, le serviría mientras su ropa se secaba un poco.

—Gege —llamó el menor cuando estuvo seco y con una camiseta que le llegaba hasta los muslos —¿Cómo te llamas gege?

—Xiao XingChen —dijo con un tono suave y se acercó al menor con un caramelo más. El niño sonrió amplio —. Pero puedes decirme XingChen-ge o gege. Como quieras —Xue Yang volvió a sentir —. ¿Yo puedo llamarte didi?

El niño al que le gustaban los caramelos.Where stories live. Discover now