Cuando Zichen regresó de su paseo con A-Qing se encontró con una escena lamentable en la casa de XingChen; la cena no estaba lista, de hecho, estaba en el mismo punto donde Xue Yang la había abandonado. La carne cruda estaba en la barra y los vegetales a medio picar también.
Por su lado XingChen estaba sentado en la mesa del comedor, con la cara escondida entre las manos sollozando.
Song Lan se mordió los labios y recordó que hacía tres días Xue Yang había ayudado a XingChen a traer al mundo a una camada de perritos. Él no tenía idea de las razas, pero estaba seguro que se parecían al pastor alemán sólo que en blanco.
Tomó a A-Qing de la mano y la condujo a la clínica.
—A-Qing, aquí, mira —dijo poniendo en sus manos un pequeño cachorro que podía cubrir con ambas manos —. Son cachorritos. ¿Por qué no cuidas de ellos un momento mientras hablo con tu gege?
La menos asintió con la cabeza no muy convencida, pero en cuanto escuchó los pasos alejarse hacia la salida de la clínica, llamó el nombre del mayor.
—Zichen-gege... Yang-tonto —murmuró acariciando a uno de los cachorritos y después a otro, escuchando como intentaban ladrar en busca de regresar al calor de su madre —¿Yang-gege está bien?
—Sí —mintió Zichen —. Tu hermano sólo está cansado. Hay que dejarlo descansar un poco. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
Zichen miró a la menor con una sonrisa triste e ingresó a la casa. Se sentó a un lado de XingChen y suspiró con cansancio.
—¿Tan malo es? —preguntó, sintiendo un pinchazo en el pecho.
—No lo sé —murmuró XingChen —. No quiso que lo revisara. Tampoco insistí... No está asustado, Zichen, está aterrado. Cuando mencioné ir a la policía se aferró a mí como si su vida dependiera de ello y me rogó que no lo hiciera. Dijo que ya no se portaría mal... Como si fuese culpa suya.
Song Lan cerró los ojos y tanteó en su chaqueta. Necesitaba un cigarrillo con urgencia.
—¿Fue Meng Yao? —preguntó de nueva cuenta Song Lan —. ¿Y quién más? El setenta por ciento de las violaciones son por parte de gente que conoces.
—Dijo que no había sido él —negó XingChen —. Mencionó otro nombre. Rouhan. Nunca antes lo había mencionado, pero parece que ya lo conocía —la voz de XingChen se rompió —. Pensé que trayéndolo aquí iba a estar mejor, iba a estar más seguro. Pensé que estaba haciendo un buen trabajo cuidándolo.
—¡No eres un maldito ángel de la guarda! —rugió Song Lan —. No podías saber que esto iba a pasar. No podíamos saberlo... No es como si hubiéramos esperado que pasara y no creo que él sea tan estúpido como para haberlo buscado —Zichen mordió su labio inferior —. Él no... él no lo hizo por dinero ¿verdad?
—Dijo que al final el trabajo había sido diferente —XingChen tragó duro y Song Lan azotó la mano en la mesa y se levantó de golpe —. ¿En verdad crees que estando así de asustado lo hizo de manera consciente? ¡Es un niño! Lo obligaron a hacerlo...
—¿Y si no fue así? —preguntó Zichen encarando a su amigo —. ¿Y si ya lo había hecho antes, pero esta vez algo salió mal? ¿Has pensado en eso?
—¿Cuál sería la diferencia? —preguntó XingChen —. Incluso si al principio él hubiera estado de acuerdo, todavía sigue siendo menor de edad. Todavía sigue estando así de asustado...
Song Lan se pasó una mano por el cabello y negó. No iba a discutir con XingChen, porque sabía que terminaría perdiendo y no tenía energías para eso.
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El niño al que le gustaban los caramelos.
FanfictionA Xue Yang le gusta los caramelos desde pequeño, es algo que siempre lo ha caracterizado; pero más que nada le gustan los caramelos que le da XingChen, esos caramelos los atesora de manera especial.