Escapando.

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Advertencia: Armas de fuego, asesinatos, violación, mutilación. Un poco de gore.

Eric Hoffer - Nos sentimos libres cuando escapamos, pese a que solo sea saltando de la sartén al fuego.*

El sábado por la mañana todo había ido como se suponía que debía ir. Xue Yang preparó el desayuno y XingChen, A-Qing y él desayunaron en calma, antes de que Xue Yang se ofreciera a llevar a la menor a la biblioteca para que tuviera sus lecciones con Su-jiejie.

El problema vino cuando estuvo de regreso de dejar a la pequeña y un auto negro le cerró el camino, antes de que Wen Chao bajara de él y se lanzara a por él.

Xue Yang había logrado romperle la nariz a Wne Chao, pero cuando un arma de fuego se posó sobre su sien, dejó de pelear y subió de manera sumisa al auto, donde también estaba Meng Yao.

—Eres un bastardo hijo de puta infeliz —gruñó Xue Yang hacia Meng Yao, con todo el odio que tenía en el cuerpo —. Te prometo que te voy a matar, GuangYao.

—Tú también eres hijo de una prostituta —mencionó como si nada Meng Yao —, es hora de que pongas esa vieja práctica a funcionar nuevamente, si quieres sobrevivir.

Xue Yang afiló la mirada. Lo más probable era que no saliera vivo de ahí, pero se aseguraría de que Meng Yao tampoco lo hiciera.

Una vez estuvieron en el penthouse de los Wen, Wen Rouhan ordenó que lo desnudaran y que ataran sus manos a su espalda. Meng Yao se quedó ahí, viendo como lo desnudaban y ataban sus brazos, desde su codo hasta sus muñecas y no hizo nada.

Xue Yang rabió. Rabió porque era la segunda maldita vez que confiaba en el hombre y la segunda maldita vez que terminaba con un jodido puñal en la espalda.

—Señor Wen —llamó de repente Meng Yao cuando los hombres de Wen Rouhan dejaron la habitación, dejando el trofeo en la cama, siendo acariciado por un increíblemente excitado GuangShan —. Él está aquí. ¿Sería posible que yo obtuviera mi dinero ahora?

—¡Voy a arrancarte los ojos y a mearme en tu calavera*, hijo de la grandísima puta! —rugió Xue Yang al escuchar las palabras de Meng Yao, en tanto GuangShan reía divertido e intentaba abrirlo de piernas —. Te juro que el DiYu va a ser una bendición comparado conmigo, bastardo infeliz.

—¡Tiene un espíritu increíble, Rouhan! —rio GaungShan —. Definitivamente vamos a divertirnos con él, así que dale el dinero... sólo es un millón.

Wen Rouhan pareció dudar un momento, pero al final tomó su teléfono e hizo la transferencia. Meng Yao miró su teléfono hasta que recibió la alerta de que el dinero estaba en su cuenta y sonrió.

—En ese caso me retiro, señor Wen, señor Jin —Meng Yao hizo una ligera reverencia —. ¿Desea que dé alguna indicación a sus hombres?

—¡Que no nos molesten, por supuesto! —obvió Rouhan, despidiéndolo con la mano antes de caminar hacia la cama, donde GuangShan ya había logrado colarse entre las piernas del menor y lo estaba forzando a un beso —. Como te atrevas a morder, pequeña rata, te arrancaré la lengua —amenazó el hombre con una sonrisa —, así que sé cooperativo. Será mejor para ti.

Xue Yang tembló de ira cuando GuangShan abandonó sus labios. Sentía tanto asco que escupió la cara del sujeto. GuangShan cerró los ojos y una fuerte bofetada atravesó la cara de Xue Yang, como un latigazo.

—Voy a educarte, pequeño desgraciado.

—Me retiro entonces, señores. —susurró al final Meng Yao cerrando la puerta detrás de sí al salir.

El niño al que le gustaban los caramelos.Where stories live. Discover now