Dulces sueños

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El corte de cabello le había sentado fenomenal a A-Yang. Casi parecía una persona diferente. MingJue decía que por primera vez desde que lo había conocido parecía una persona decente. Xue Yang intentó reír, pero lo único que le brotó de los labios fue una mueca.

A-Qing, por su parte se veía bastante bonita. Su cabello no había quedado tan corto y se podía hacer dos coletas con la ayuda de Xue Yang o de Xiao XingChen cuando su hermano salía apresurado por la mañana, pero la verdad es que le agradaba más y se le enredaba menos el cabello.

Otra cosa era la ropa. Aunque la bodega era económica, tenía ropa bastante buena, al parecer era una bodega donde ponían la ropa que tenía desperfectos de fábrica. Productos que en lugar de entrar a los supermercados eran botados por pequeños detalles de calidad. Así que Xue Yang terminó insistiéndole a XingChen que cinco mil era demasiado y que debían bajar a tres mil o el no compraría nada.

XingChen intentó no hacerle caso al menor, hasta que este se sentó en el suelo en señal de huelga y dijo que no se movería hasta que bajar la cantidad de dinero que pensaba gastar. XingChen hizo un poco de bilis con eso, pero aceptó cuando Xue Yang aceptó comprarse tenis nuevos para él su A-Qing. Aquello parecía un ganar-ganar.

Los días avanzaban lento, pero eran agradables. Por la mañana Xue Yang iba a la carnicería y regresaba en la tarde, temprano para comer algo ligero y después ayudarle a XingChen en la clínica, luego de haber dejado a A-Qing en la biblioteca —después de dos horas recogería a A-Qing y la dejaría viendo caricaturas en la sala o leyendo algún libro que Su-jiejie le hubiese prestado— y por la noche ayudaría a XingChen con la cena y se ducharía antes de ir a la cama.

A la rutina se le añadió la presencia de Song Lan los fines de semana. Al principio Xue Yang no le dio demasiada importancia e hizo el vago metiéndose en la cama, como si aquello no tuviera que ver con él; pero el hombre había ido personalmente hasta la habitación a sacarlo y aquello había sido casi una escena de un gato en una bañera.

—¡Pequeño mocoso malcriado! —bufó Song Lan poniéndose a Xue Yang sobre el hombro y saliendo de la habitación que el menor compartía con su hermana —. Pasa del medio día, no es posible que sigas metido en la cama.

—¡Es domingo, viejo amargado! —se quejó Xue Yang pataleando vagamente, sin intentar hacerle daño al mayor, pero si intentando zafarse de su agarre —. He trabajado toda la semana. Preparé el desayuno. Sólo quiero dormir un poco más ¿qué hay de malo con eso?

—¿Quién fue el mocoso que dijo que siempre iba a ser un perro callejero y que siempre trabajaría donde mismo? —retó Song Lan y Xue Yang detuvo su rabieta por un momento —. Y precisamente por eso estoy aquí, niño malcriado. Agradéceme y ponte a estudiar, porque si no lo haces bien voy a castigarte como lo hacían en la antigüedad. Lo juro.

Xue Yang bufó. Lo iba a castigar como en la antigüedad... ¡Uy, qué miedo! Estaba temblando ante la amenaza de ser castigado como un niño de la antigüedad. Song Lan tenía que estar bromeando si creía que eso iba a asustar a alguien que había perdido un dedo antes de los diez en su vida pasada.

Sin embargo, después de dos horas de estudio con Song Lan, Xue Yang estuvo asustado cuando el adulto le indicó que se quedaría hincado sobre el mármol hasta que terminara de leer la lección y pudiera entenderla. Aquella era una lección de cien hojas... Song Lan sólo estaba abusando así porque XingChen había salido de compras con A-Qing. Aquello era tan injusto.

—Ya no siento las piernas —se quejó Xue Yang, intentando mantenerse erguido y seguir leyendo la lección —. Zichen-gege, de verdad ya no siento las piernas.

El niño al que le gustaban los caramelos.Where stories live. Discover now