Repugnante I
Pasaban de las seis de la mañana cuando el timbre de la puerta sonó. Meng Yao suspiró y apagó el agua hirviendo con la que pensaba hacer té.
Conociendo a ChengMei, seguramente habría corrido desde donde había tenido lugar su último trabajo hasta ahí. Sólo esperaba que matar a la víctima extra no se le hubiera complicado demasiado.
Tomó una toalla que había preparado especialmente para Xue Yang del sillón y abrió la puerta encontrándose con una bizarra escena en el sentido más anglosajón de la palabra.
—ChengMei... ¿Qué...? —Meng Yao sintió que sus piernas temblaban por un momento al ver al niño que había cumplido los dieciocho años hacía tan sólo un par de meses cubierto de sangre. Dejó caer la toalla y comenzó a palpar al menor en busca de alguna herida —. ¿Estás bien?
—Me ensucié la ropa otra vez —susurró Xue Yang, con la voz baja, como un niño que sabe que ha cometido un error y no quiere ser reprendido por ello —. Lo siento... No fui cuidadoso.
Meng Yao levantó la toalla del piso y la puso sobre la cabeza de Xue Yang antes de jalarlo al interior de la casa y cerrar la puerta.
No era la primera vez que Xue Yang mataba a una persona. No era la primera vez que mataba a una mujer. Pero algo de lo que había pasado lo había puesto mal. Lo suficiente como para que por un momento se convirtiera en un momento casi sin vida... como cuando esa persona había muerto en su vida pasada.
Jaló a Xue Yang y lo llevó a la tina, después guardó toda la ropa en una bolsa de plástico, junto con los tenis y limpió los rastros de sangre en la entrada. La lluvia se encargaría de lo demás.
Cuando regresó a ver el progreso de Xue Yang en el baño lo encontró ahí, aún en la misma posición, sin moverse y sin nada... contemplando el vacío.
—ChengMei —llamó Meng Yao y suspiró antes de comenzar a lavar al menor él mismo —. Necesito que reacciones —pidió —¿Qué fue lo que pasó?
—GuanYao... —llamó quedo y detuvo la mano que tallaba su brazo —. ¿Soy un monstruo? ¿Soy repugnante? —una mueca se formó en los labios de Xue Yang —. Para que te lo pregunto a ti, si tú eres igual de repugnante que yo... Estamos hechos de lo mismo.
Meng Yao respiró profundo y volvió a tallar el cuerpo de Xue Yang hasta que el menor quedó limpio.
Si alguien se lo preguntaba, él hubiera preferido al Xue Yang de antes. El que no se inmutaba por más que lo llamaran monstruo, basura, repugnante o engendro del infierno. El Xue Yang que le habían dado ahora en cambio era un poco bastante sentimental; aunque no había dejado de ser efectivo en su trabajo, lo cual realmente era un alivio.
—Sí, bueno... somos repugnantes, pero aun así tenemos que trabajar, ChengMei —bufó Meng Yao, viendo su piso mojado, al igual que su ropa —. Sal de ahí y sécate. Buscaré algo de la ropa que has dejado por aquí para que te pongas.
—Repugnante —repitió Xue Yang y Meng Yao tronó la lengua —. Fue como me llamó XingChen antes de suicidarse porque no soportaba estar cerca de mí. Si otra vez soy repugnante... eso quiere que ¿otra vez no puedo regresar con él? ¿Otra vez va a volver a dejarme? Pensé que quizá el DiYu me había perdonado, pero después de todo éste es mi castigo ¿cierto? Volver a perderlo una y otra vez porque soy una persona repugnante...
Meng Yaose sentía culpable por muchas cosas, pero en aquellos momentos no recordaba ninguna por la que se sintiera tan culpable que por las lágrimas de Xue Yang.
Lo ayudó a salir de la bañera y lo llevó a la cama donde dejó que el menor se acurrucara contra él y le prometió que XingChen no se volvería a alejar de él. XingChen no tenía que enterarse de nada esta vez. El hombre era un jodido veterinario de los suburbios que nada tenía que ver con las prácticas clandestinas a las que ellos se dedicaban y que por suerte también había dejado de lado esa mentalidad de salvador de la humanidad, así que no, no había razón para que XingChen se enterara de nada. No había razón para que XingChen volviera a alejarse de Xue Yang, ni tampoco para que volviera a rechazarlo.
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El niño al que le gustaban los caramelos.
FanfictionA Xue Yang le gusta los caramelos desde pequeño, es algo que siempre lo ha caracterizado; pero más que nada le gustan los caramelos que le da XingChen, esos caramelos los atesora de manera especial.