El hilo rojo del destino.

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Por la mañana XingChen se encontró a sí mismo bajo las sábanas, abrazando de manera protectora el cuerpo de Xue Yang, mientras que éste parecía buscar desesperadamente el latido de su corazón para mantenerse en calma. Era un niño pequeño que necesitaba el latido de su madre para mantenerse calmo.

XingChen sonrió y acarició los desordenados cabellos del menor antes de besarlo de manera suave.

Zichen le había dicho que iría a ver cómo se encontraba el chico temprano, ya que no quería que el fiasco del día anterior se repitiera. Como siempre que quería, Song Lan entró a la casa de XingChen —para eso tenía su propia llave—, dejó el desayuno en la cocina y revisó a A-Qing, quien seguía profundamente dormida.

Zichen rio un poco.

Aunque A-Qing era una niña la forme que tenía para dormir era más bien la de una estrella de mar. Con cuidado la acomodó, para que no fuera a caer del sillón y después se dirigió al segundo piso para revisar Xue Yang.

El chico sí que era otra cosa. Aún no hablaba con él, pero ya le había causado más problemas que la mayoría de sus pacientes.

Grande fue su sorpresa cuando en la cama se encontró a XingChen abrazando con fuerza el menudo cuerpo del menor, acariciando su cabello e incluso besando su cabeza.

Mordió su labio inferior y caminó al interior de la habitación para golpear la pierna de XingChen.

—Sal de la cama —ordenó Song Lan. XingChen lo vio confundido y reacio a soltar el cuerpo que se aferraba con fuerza a él buscando su calor. Zichen gruñó —. Ahora.

XingChen se desprendió lentamente del cuerpo de Xue Yang, lo acomodó y lo cobijó antes de salir de la habitación con Zichen, quien, una vez que estuvieron en el pasillo, lo empotró contra la pared y lo besó de manera necesitada y posesiva.

XingChen respondió el beso apenas. No podía negar que donde había habido fuego aún quedaban cenizas... pero eso había sido hacía mucho tiempo, antes de que Zichen se casara. Ahora sólo tenían una bonita amistad o eso quería creer.

XingChen se separó lentamente de su amigo y lamió sus labios.

—¿Por qué estás haciendo esto? —preguntó XingChendesviando la mirada —. Zichen... No hagas las cosas difíciles, por favor.

—XingChen... ¿eres consciente de que con quien estabas en la cama ahora mismo es sólo un niño? —preguntó Zinchen y acarició la mejilla de su amigo —. Si necesitas calmar tu cuerpo, yo puedo...

La mano de XingChen cubrió los labios del hombre delante de él.

—Xue Yang comenzó a llorar por la noche —relató cortando cualquier cosa que su amigo fuera a decir —. Lo que estás pensando no sólo no es correcto, sino que es desagradable. ¿Crees que lo salvaría para eso? ¿Ese tipo de persona te parezco?

Zichen bajó la mirada y negó.

—La forma en la que lo abrazas y acariciabas su cabello...

—Te conté alguna vez del pequeño niño al que encontré en la lluvia y llevé a casa ¿cierto? —recordó XingChen —. Siempre quise tener un didi... pero después de ese día nunca lo volví a ver ¿lo recuerdas?

Song Lan asintió con la cabeza.

—No me digas que... —Song Lan entró en la habitación e inspeccionó a Xue Yang a detalle, como médico y como crítico y fue entonces que notó el collar con la cuenta roja en su cuello —. Una cuenta de jade rojo, como los caramelos de cereza.

El niño al que le gustaban los caramelos.Where stories live. Discover now