1. UN NUEVO SENTIMIENTO.

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Texas, mes de mayo.

Faltaba sólo mes y medio para que las vacaciones de verano comenzarán.

Yo, prácticamente, no hacía nada en la escuela. Estaba en el cuadro de honor, era la primera de mi clase. Estaba exentada del resto del semestre. Nunca fui una chica muy sociable. Casi nunca salía de casa. Mis padres eran muy estrictos. No me daban muchas libertades. Y a mi padre no le gustó mucho la idea de verme haraganear en la casa a todas horas del día.

A pesar de que mi familia no tenía problemas con el dinero, mi padre me obligó a buscar trabajo. Así que más de fuerzas que de ganas, comencé a buscar.

Un lunes, en que salí a buscar algún trabajo, justo en el centro del pequeño pueblo texano en que nací, estaba por inaugurarse un nuevo restaurante, por lo cual se solicitaban empleados; o eso decía el enorme anuncio en una de las ventanas. No lo pensé mucho, atravesé la avenida y entré al local.

Un joven alto, que se encontraba de espaldas a mí, era la única persona en el lugar. Yo aclaré mi garganta para llamar su atención, ya que parecía no haberme escuchado entrar, y aquel joven dio media vuelta. Primero me vio con un poco de sorpresa, pero enseguida me sonrío amablemente. Yo me quede embelesada al verlo.

En la escuela había chicos muy guapos, de verdad que sí, y a algunos de ellos yo les interesaba para más que una amistad, sin embargo, yo no los tomaba en cuenta. En cambio con aquél joven..., o mejor dicho, con aquél hombre me sentí más que atraída, no sólo por su brillante y corto cabello negro, ni por sus ojos color miel, ni por sus labios perfectamente perfilados, ni por el estupendo cuerpo que se asomaba por debajo del traje negro que vestía. No, fue una nada de eso. Fue algo más. Una clase de energía que emanaba de él y que me atraía entre más lo miraba.

─Hola─ me saludó sin dejar de sonreír─. ¿Puedo ayudarte en algo?

Escuchar su voz fue algo sublime. Era de tono grave como la de cualquier hombre, pero con un matiz suave y delicado que, supuse, se debía al ser amable al hablar.

Él me miró interrogante y con una de sus tupidas cejas elevadas. Entonces recordé a qué había venido. El trabajo.

─Hola... eh... ve-vengo por lo del trabajo─ balbuceé como pude.

─Oh. Todos los puestos de meseras están ocupados, así que esa ya no sería una opción.

─Eh... y ¿no necesitan una recepcionista? O ¿cómo se llama la persona que recibe a los clientes?

─Maître─ respondió él.

─Sí, eso mismo. Por favor, necesito el trabajo.

La verdad no sé por qué dije eso, no necesitaba el trabajo. Aunque mi padre me hubiese matado si volvía a casa sin empleo, así que en realidad no mentí, no del todo.

─Y ¿sabes algo sobre atención al cliente o sobre restaurantes? ─preguntó él cruzándose de brazos.

─Estoy estudiando enfermería, en realidad-dije pensativa─. Pero aprendo rápido─ me apresuré a decir.

Él se me quedó viendo por un momento, como si estuviera evaluándome. Yo me límite a mirarlo de reojo, no podía sostenerle la mirada y sentía mis mejillas arder por sentir su mirada en mí. Además mis manos temblaban. Jamás me había sentido así.

─Ven mañana por la tarde. Como a las 5:00─ dijo él finalmente.

─ ¿Tengo el empleo? ─pregunté esperanzada.

─Aún no. Estarás a prueba. Así que mañana no llegues tarde.

─Por supuesto que no. Aquí estaré─ dije sonriendo ampliamente.

Diario de una Amante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora