Año nuevo. Corazón roto. Amores perdidos. Vida nueva.
Era así como di la bienvenida a un nuevo año. Durante las navidades fue cuando empecé a salir de mi depresión. Aranza, mi madre, mi hermana y algunas amigas enfermeras hicieron una intervención y me ayudaron a salir de aquella amarga y dura depresión. No fue fácil. Sobre todo porque ninguna de ellas, a excepción de Aranza, sabían el por qué de mi situación.
A regañadientes, empuje a Aaron y todo su recuerdo a un lugar recóndito de mi mente y corazón.
El primer día, al verme al espejo, tal fue mi impresión que de nuevo me puse a llorar como Magdalena. Yo siempre había sido una chica de mirada brillante y alegre, con piel radiante y llena de salud, pero mi reflejo en el espejo era todo lo contrario. Tenía los ojos rojos e hinchados. Tenía unas inmensas ojeras. Estaba más delgada. Mi mirada parecía vacía. Tenía la piel pálida y ceniza. Incluso mi cabello estaba frágil y quebradizo.
Mi madre me alimentó, mi hermana me inscribió en un gimnasio, mis amigas me llevaron de compras y Aranza me llevó de fiesta. Poco a poco estaba regresando a lo que era antes. Una chica alegre y vivaracha. Me costó reintegrarme de nuevo a la sociedad, pero al final lo conseguí hice más amigos. Mis notas en la escuela de enfermería mejoraron y comencé a destacar en mi servicio en el hospital.
El 14 de febrero, día de los enamorados, Aranza no se despegó de mí en todo el día. Según ella porque también era el día de la amistad. Pero yo pensaba que en realidad no me dejaba solo por miedo a que me suicidara o hiciera alguna otra locura. Y no la culpo, incluso le agradezco por no dejarme ni un segundo.
Me sentía muy feliz y contenta por tener tan buenos amigos, a los cuales, les importaba lo suficiente como para no dejarme caer de nuevo. Sobre todo cuando me enteré de que Aaron se había ido de Texas para vivir en México. Según lo que me dijo Aranza, muy de mala gana, Aaron quería que su hijo naciera en México como él, y Johana había accedido. Así que decidieron viajar antes de que el embarazo de Johana avanzara más. Pero no dijeron cuando volverían o si lo harían.
Aranza me miró a la espera de que rompiera en sollozos, supongo, pero en cambio solo consiguió verme sonreír y escucharme decir:
―Me alegro por él y le deseo lo mejor..., de todo corazón.
Aranza se quedó tan sorprendida que creí que se desmayaría, pero se le pasó rápido y ambas seguimos como si nada.
Yo no había mentido al darle mis buenos deseos a Aaron. Yo todavía lo amaba con todas mis fuerzas, y jamás le desearía mal al gran amor de mi vida. De todo corazón esperaba que todo en su vida fuera bien y que la buena suerte siempre lo acompañara.
En todo ese tiempo, le estuve dando vueltas y vueltas al asunto.
Aaron siempre me decía que si él fuera un buen hombre me dejaría hacer mi vida con alguien que no tuviera un compromiso previo, alguien a quien pudiera llamar "mi novio". Aun así yo siempre creí que él era un excelente hombre.
Pero si él seguía con su vida, ¿por qué yo no?
Derek Bennett, mi novio de la adolescencia y buen amigo mío, estuvo muy al pendiente de mí en esos difíciles momentos de mi recuperación. Yo sabía que, desde que terminamos cuando yo tenía 17 y él 18, nunca dejó de estar enamorado de mí y siempre que se le presentaba la oportunidad trataba de persuadirme para retomar la relación. Pero en esos momentos Derek, simple y sencillamente fue mi amigo. En ningún momento trató de cortejarme o seducirme, ni siquiera se aprovechó de la situación. Sólo me dio su apoyo incondicional como el buen amigo que es.
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Los días, las semanas y los meses fueron pasando.
Me gradué con honores de la escuela de enfermería y me convertí en enfermera con especialidad en pediatría. Aranza se casó con Johnny, el chef de "The Grill" y tuvieron una preciosa niña a la que llamaron Victoria y de la que fui madrina. Mis hermanos se casaron y cada quien tuvo sus propios hijos. Mi familia iba creciendo cada vez más.
Sin embargo, yo seguía soltera. Y ¿por qué no había buscado a alguien? Porque, ilusamente, lo seguía esperando a él.
Años pasaron, incluso, y a lo largo del tiempo Derek había permanecido a mi lado en su papel de fiel amigo. Pero yo no era ciega. Sabia perfectamente que Derek no me veía como una amiga más. Derek haría cualquier cosa para que yo lo amara como él a mí, siempre me lo dejó muy en claro.
Derek pasó por mucho, desde hacer de niñero conmigo de mis sobrinos (lo cual implicaba cambiar pañales, dejar que las niñas lo maquillaran, que los niños lo golpearan y contar cuentos hasta altas horas de la noche), pasando por las terribles días en lo que me encontraba insoportable por mi menstruación, e incluso en una ocasión fue a la farmacia a comprarme una caja de tampones, hasta soportar las incomodas preguntas de mis tías sobre nuestra relación y los ―todavía más incómodos― comentarios de mis primos sobre la friendzone.
Para ser sincera, Derek, se ganó mi admiración y todo mi cariño a pulso. Tales era mis sentimientos por él que me descubrí imaginado una vida con él. Me resultaba extraño pensar en eso, pues el único hombre con el que quería vivir el resto de mis días era Aaron, pero ya que en tres años no había sabido nada de él... ¿Por qué no hacer mi vida con alguien más?
Lo que sentía por Derek era muy diferente por lo que nunca dejé de sentir por Aaron. Pero lamentablemente Aaron ya no estaba a mi lado y tal vez nunca lo estaría. Y yo quería una familia, siempre la había querido.
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Un 21 de marzo, no solo iniciaba la primavera, iniciaba una nueva etapa de mi vida.
Yo, con 23 años de edad, y Derek, con 24 años de edad, contrajimos matrimonio en la iglesia del pequeño pueblo texano en donde nacimos.
Siempre escuché decir que para una mujer no hay día más feliz que el día de su boda, pero yo tenía un sentimiento más bien agridulce. Me encontraba feliz porque todos a mi alrededor eran felices y porque comenzaba una nueva y buena aventura en mi vida; pero me sentía terriblemente mal por Derek. Yo lo quería y quiero muchísimo, me siento muy afortunada por tenerlo a mi lado, pero no lo amo. Porque para infortunio de él, mi corazón únicamente albergaba a Aaron de la Vega.
Sin embargo, la vida siguió sin Aaron a mi lado. Y donde fuera que Aaron se hubiese encontrado durante ese tiempo, deseé que fuera muy feliz. Yo también estaba feliz. Feliz por las segundas oportunidades que me había dado a mí misma.
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Diario de una Amante.
Romance¿Alguna vez has tenido un amor imposible? No me refiero a que te enamores de un chico más grande que tu. Ni tampoco a que desees al novio de tu mejor amiga. Yo te pregunto: ¿Alguna vez te has enamorado de un hombre casado? ¿Alguna vez te has enamor...