8. ...Y DE REGRESO AL JUEGO.

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Tres semanas habían transcurrido desde mi renuncia en "The Grill" y desde mi regreso a la escuela de enfermería. Durante medio día me encontraba en un salón de clases aprendiendo toda la teoría sobre enfermería y el resto del día lo pasaba en el hospital haciendo mis prácticas en el área de pediatría. Y durante cuatro noches a la semana realizaba guardia en el área de urgencias con tres compañeras, además de los residentes en camino a convertirse en doctores.

Durante esas tres semanas mi rutina se limitaba a comer, ir a la escuela, ir al hospital, estudiar, volver al hospital, estudiar y si tenía algún tiempo libre entonces podía dormir. Me encontraba tan ocupada y cansada que en ese tiempo no tuve la oportunidad de ver a Aaron. No me alcanzaba el tiempo, ni siquiera para enviarle un mensaje de texto, mucho menos para una llamada.

Sin embargo él no se había olvidado de mí. No estaba segura sobre si me espiaba o era adivino, pero siempre parecía saber cuando me encontraba en el hospital pues enviaba a Tony―el mensajero de "The Grill" ― con comida para mí. Las atenciones de Aaron me hacían sonreír como una boba.



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Una noche de viernes, me encontraba de guardia en urgencias con Jessica, mi compañera enfermera y, con Brandon y Mark los residentes a quienes Jessica y yo teníamos que ayudar. Pasaba de media noche, y todo estaba muy tranquilo, así que estábamos en la cafetería estudiando y ayudándonos los unos a los otros.

―Bárbara, Brandon, el doctor Jones quiere que asistan al paciente que acaba de llegar a urgencias.

―Gracias. Vamos para allá― cerré mis libros y me puse de pie.

Brandon me siguió de cerca hacia urgencias con su habitual sonrisa coqueta en los labios.

―Soy un doctor privilegiado si me ponen a trabajar con la enfermera más sexy que he conocido― me dijo sonriendo, yo solo me reí y puse los ojos en blanco.

―Cierra la boca.

Una vez que llegamos a nuestro destino, Brandon descorrió la cortina y todo mi cuerpo se paralizó. Mi alma se me cayó a los pies en el momento en que lo vi.

―Aaron― digo en un susurro, mientras que él sólo frunció el ceño al mirar a Brandon.

― ¿Lo conoces? ―me preguntó Brandon.

Yo no podía hablar, estaba totalmente paralizada. Aaron se encontraba sentado en la camilla con la cara y parte de su cuerpo manchado de sangre y tierra. Su camisa rota y sus pantalones rasgados. Tenía el brazo derecho en un cabestrillo, y un enorme moretón en la parte izquierda de su torso. En su rostro, brazos y manos había miles de rasguños y cortes pequeños. Su cabello estaba revuelto y lleno de polvo, tenía sus ojos muy abiertos con las pupilas dilatadas.

―Bárbara y yo trabajamos juntos en "The Grill" ―respondió Aaron por mí, la pregunta de Brandon―. Me alegra verte de nuevo Bárbara― agregó, mirándome―, aunque hubiese preferido otras circunstancias.

―Sí. Yo también― conseguí decir.

Cuando al fin salí de mi aturdimiento, limpié con sumo cuidado las heridas de Aaron, mientras Brandon revisaba sus radiografías. Mientras curaba y desinfectaba las heridas en todo el cuerpo de Aaron, él no dejaba de mirarme intensamente ni por un segundo. Incluso cuando ayudé a Brandon a reacomodar el brazo de Aaron, él no me quitó los ojos de encima, ni siquiera cuando el crujido que hizo el hueso de su brazo rompió el silencio ni cuando el dolor posterior llenó su cuerpo.

―Debe tener más cuidado señor de la Vega― le dijo Brandon cuando terminamos de enyesarle el brazo―. Iré a llenar su expediente mientras la enfermera Miller termina de vendarle el torso. Asegúrese de tener el torso bien apretado para que sus costillas sanen rápidamente. Bárbara, también adminístrale otra dosis de morfina para el dolor.

―Por supuesto, Brandon.

―Aah, y cuando termines búscame. Aun tenemos mucho que hacer― dice y se marcha.

― ¿Tú y él están juntos? ―preguntó Aaron una vez que estuvimos solos.

― ¿Disculpa? ―pregunté confundida.

―Te hice una pregunta sencilla. ¿Tú y ese doctor están juntos? ―repitió en tono serio.

― ¿Qué diablos te pasa, Aaron? Te encuentro en el área de urgencias del hospital a media noche, con un brazo roto, dos costillas quebradas, todo golpeado ensangrentado y lleno de polvo, ¿y tú solo me preguntas si estoy saliendo con un médico residente?

―Sólo contesta sí o no―dijo un poco exasperado.

― ¡No! ―exclamé.

― ¿No estás saliendo con él, o no me vas a contestar?

―No estoy saliendo con él.

―Ah, ok.

―Eres un idiota― le espeto.

― ¿Por qué?

―Por preguntarme si estoy saliendo con alguien más, mientras tú estás en este estado. ¿Qué te pasó?

―Me caí de mi caballo― respondió indiferente.

― ¿Estás bromeando?

―Para nada. Admito que fue y es bastante doloroso, pero todo esto hizo que nos viéramos.

En ese justo momento no sabía si sonreír como estúpida o abofetearlo hasta que me doliera la mano.

― ¿Te pusiste en riesgo para venir a verme?

―No. Pero por estar pensando en ti, me caí y aquí estoy― dijo encogiéndose de hombros.

―Eres un idiota― le repetí.

―Corrección. Me tienes idiota― me dijo sonriendo―. Te extraño Bárbara.

―También te extraño, Aaron.

―Ya nos dimos mucho tiempo, ¿no crees? Ahora nadie sospechara de nosotros, así que por qué no...

Yo estrellé mi boca con la suya, interrumpiéndolo.

Aaron correspondió a mi beso inmediatamente y me acercó a él con su brazo ileso. Nos besamos y nos besamos sin parar por unos minutos. Solo nos separamos debido a la falta de aire, pero nuestros cuerpos no se alejaron ni un centímetro. Besar a Aaron después de tres semanas de no hacerlo fue como beber agua después de tres días en un desierto.

―Entonces... ¿estamos de vuelta? ―preguntó Aaron rozando mis labios.

―El domingo tendré mi primer día libre― me limité a decir.

―Es una cita― afirmó y me volvió a besar.



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Después de estar besándome con Aaron por 15 minutos, más de fuerzas que de ganas lo tuve que dejar para que descansara. Me estaba dirigiendo hacia la cafetería para volver a estudiar, cuando al pasar por recepción una mujer de al menos unos seis años mayor que yo, de cabello castaño y rizado, con enormes pestañas postizas y el rostro lleno de maquillaje se me acercó. La verdad era que aun llena de maquillaje y con pestañas falsas, aquella mujer era muy hermosa.

―Disculpe enfermera, ¿puede ayudarme a encontrar a mi esposo? ―me preguntó preocupada.

―Claro señora― le dije con una sonrisa―. ¿Cuál es el nombre de su esposo?

―Aaron de la Vega― dijo ella y yo volví a paralizarme.

Diario de una Amante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora