De pie frente a la habitación 112, observé por la ventana la escena familiar que se estaba llevando a cabo allí.
Aaron estaba recostado en la cama con Johana ―su esposa―, a su lado con una sonrisa al ver como Aaron sostenía en brazos a una pequeña niña de poco más de un año ―su hija―. Para ser sincera, mis sentimientos al ver esa escena eran bastante extraños. Pero una cosa era muy clara. Yo quería estar al lado de Aaron. Yo quería que fuera nuestro hijo el que Aaron sostuviera en brazos.
Era un gran estupidez que yo tuviera esa clase de pensamientos en ese preciso instante, pues sabia cual era mi lugar en la vida de Aaron. Absolutamente ninguno de importancia.
Sé que él me había dicho que me extrañaba y que quería pasar más tiempo conmigo. Pero seamos realistas. El hombre estaba casado. Y siempre he escuché que ningún hombre deja a su esposa por su amante. Y algo me decía que mi historia no sería la excepción.
Quisiera admitirlo o no, Aaron se me estaba metiendo por debajo de la piel. Lo que para mi comenzó como una aventura, se estaba convirtiendo en algo más. Y ojalá pudiera decir lo mismo acerca de él. Ver a Aaron rodeado de su esposa e hija, de su familia, me lastimaba de una manera inexplicable.
Una mano en mi cintura me sacó de mi ensimismamiento.
― ¿Estás bien? ―preguntó Brandon.
―Claro― respondí inmediatamente, fabricando una sonrisa―. Creo que estaba durmiendo con los ojos abiertos.
―Sí. Eso me parecía― dijo y ambos nos reímos―. Vayamos a dar de alta a nuestro paciente.
Brandon no espero mi respuesta, caminó hacia la puerta de la habitación de Aaron, que después de golpear un par de veces abrió y entró conmigo detrás. Al vernos, Johana tomó en brazos a su hija y miró con atención a Brandon. Aaron lo vio mal y luego sus ojos buscaron lo míos. Nos miramos por unos segundos hasta que yo aparté mi mirada de la suya.
―Buenos días― comenzó Brandon―. Solo venimos a hacer un chequeo de rutina. La enfermera Miller cambiara sus vendajes y luego se podrá ir a casa, señor de la Vega.
― ¡Oh, gracias a Dios! ―exclamó Johana con una sonrisa, Aaron solo se quedó en silencio.
Brandon checó el torso de Aaron para asegurarse de que sus costillas estuviesen sanando correctamente. Luego revisó sus articulaciones, para asegurarse de que no tuviera ningún dolor, torcedura o cualquier otra lesión que se haya pasado por alto la noche anterior.
―Parece que todo está en orden― anunció Brandon con una sonrisa―. Mientras la enfermera Miller realiza su trabajo, señora de la Vega ¿sería tan amable de acompañarme a firmar el alta de su esposo?
―Por supuesto, doctor― dijo Johana y siguió a Brandon.
Aaron y yo nos quedamos solos.
Yo me puse un par de guantes de látex y comencé a cambiarle los vendajes de su cuerpo. Mientras hacía mi trabajo sentía la mirada de Aaron sobre mí a cada instante. Yo puse en mi rostro un gesto totalmente profesional e impasible. No demostré ninguna emoción. Cuando estuve por terminar, mi teléfono sonó y lo atendí enseguida. Era un mensaje de mi madre, donde me decía que me esperaba para comer. Un resoplido por parte de Aaron me hizo ponerle atención.
― ¿Brandon ya te está pidiendo que vayas a su lado? ―espetó mirándome con el ceño fruncido.
― ¿Qué? ―pregunté confundida.
Aaron estaba por decir algo pero, la puerta se abrió y él cerró la boca. Johana entró sonriendo y yo continué con mi trabajo.
― ¿Enfermera? ―Johana habló de pronto lo cual hizo que tanto Aaron como yo nos tensáramos.
― ¿Sí, señora? ―conseguí decir sin que todo en mí temblara. Aaron y yo la miramos expectantes.
― ¿Cada cuanto se tiene que cambiar los vendajes de mi esposo? ―preguntó y Aaron y yo nos relajamos, visiblemente. Pero su esposa no pareció prestar atención.
―Pues de preferencia, diario― respondí―. Las heridas que tiene son superficiales, pero aun así se puede infectar y para evitarlo hay que checarlas continuamente. Y cuando cambie la venda del torso, asegúrese de que quede lo suficientemente apretada. Y hasta que sus costillas sanen, el señor, no podrá hacer muchos esfuerzos.
― ¿Deberá estar en cama?
―No. Debe estar activo, pero no debe cargar cosas pesadas. No debe cargar nada, en realidad. Simplemente debe estar en movimiento. El simple acto de caminar, podría ayudarlo a su pronta recuperación.
― ¿Ya oíste, amor? ―dijo Johana acercándose a Aaron―. Nada de ir al trabajo. Te quedaras en casa a descansar―. Acto seguido: lo besó.
Tragándome el nudo que se formó en mi garganta miré hacia otro lado. Entonces me fijé en que la pequeña hija de Aaron estaba sentada en el sofá de la habitación. Era muy linda y parecía de lo más adorable. Pero me llamó la atención el parecido que tenía con Aaron. Totalmente ninguno.
―Johana, deja que la enfermera termine su trabajo― dijo Aaron, de pronto, mientras apartaba su rostro del de su esposa.
Una vez que terminé con mi trabajo, salí de la habitación lo más rápido posible sin esperar agradecimientos.
Caminé lo más rápido posible por los pasillos y salí al exterior. Una vez que el viento golpeó mi cara respiré profundamente. Para entonces los ojos me ardían y las lágrimas me salían sin que pudiera evitarlo. Corrí hacia el estacionamiento y me escondí entre los autos.
No sé por cuánto tiempo estuve en el estacionamiento llorando como una tonta, de pronto vi a Aaron, a su esposa y a su hija caminando por el lugar. Los observé atentamente.
Con su mano ilesa, Aaron sostenía la su esposa. Iban hablando y cada vez que se miraban se sonreían. Aaron le sonreía ampliamente cada vez que la miraba. Debido a que él no podía conducir, abrió la puerta del copiloto de un Mercedes Benz y antes de subir, Johana lo besó nuevamente. Esta vez, él aceptó gustoso y sonriente el beso de su esposa y no se mostró incomodo como lo hizo en la habitación. Le sonrió una vez más y subió al auto, Johana hizo lo mismo.
Fue entonces que me di cuenta de la realidad.
Aaron estaba casado y tenía una familia. Eso ya lo sabía, pero ahora lo había visto. No podía seguir negándolo. No podía seguir engañándome. No podía seguir lastimándome a mí misma. Mis sentimientos hacia Aaron se me estaban yendo de las manos y nada podía hacer al respecto. O tal vez sí. Por lo que acababa de ver, Aaron realmente quería a su esposa y a su hija.
Yo simplemente estaba de más.
Yo no era más que la otra.
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Diario de una Amante.
Romance¿Alguna vez has tenido un amor imposible? No me refiero a que te enamores de un chico más grande que tu. Ni tampoco a que desees al novio de tu mejor amiga. Yo te pregunto: ¿Alguna vez te has enamorado de un hombre casado? ¿Alguna vez te has enamor...