Después de aquella primera vez, Aaron y yo tuvimos una segunda, una tercera, una cuarta y muchas veces más. Para ser sincera, me sorprendía la cantidad de veces que había tenido sexo con Aaron, sobre todo porque ninguno de los dos tenía mucho tiempo libre y porque su suegro era nuestro jefe.
Sin embargo, cada uno de nuestros encuentros siempre eran apasionados, intensos e inolvidables. Era extraordinaria la forma en que Aaron y yo nos entregábamos el uno al otro. Era como si después de aquel encuentro, ya no nos volviéramos a ver nunca más, lo que hacía que el siguiente encuentro fuera todavía más apasionado.
Me fascinaba hasta la locura, la forma en que él mordía cada parte de mi cuerpo, la manera en que se me insinuaba, la manera en que me miraba, la forma en que me tocaba. Los músculos de mi vientre y de la parte interna de mis muslos se estremecen solo de recordarlo. Tanto Aaron como yo, nos acariciábamos hasta nuestras sombras.
Pero por desgracia, ni los momentos más excitantes y placenteros que Aaron me hacía experimentar, expulsaban de mi mente el hecho de que él estaba casado. Sin embargo, me resultaba extraño, que para mí era como si no lo estuviese. Yo aún no había conocido a su esposa, ni en el restaurante ni en la calle.
Mis encuentros con Aaron en público eran en el pueblo vecino al nuestro, donde nadie nos conocía por lo cual no se detenían a vernos dos veces cuando caminábamos juntos. Pero normalmente pasábamos más tiempo encerrados en el pequeño apartamento que Aaron había conseguido para los dos, que en la calle.
Durante los tres meses que Aaron y yo llevábamos juntos, yo había estado viviendo en una burbuja de "amor", muy ajena a la realidad. Pero la realidad de la vida, el mundo y las personas se acercaba cada vez más y yo no sabía cómo detenerla. Sobre todo porque el otoño se acercaba tan rápido como el regreso a clases.
Estábamos a finales de agosto y yo tendría que regresar a la escuela de enfermería a principios de septiembre. Estaba por cursar mi último año, el cual era todavía más difícil que los dos anteriores, y si quería recibir mi titulo de enfermera tendría que estudiar y trabajar muy duro, pero ese no era el problema. El problema era que necesitaría tiempo, mucho tiempo, así que no podía seguir trabajando en "The Grill", y por lo tanto tendría que dejar de ver a Aaron.
Necesitaba hablar largo y tendido con él, así que a una semana de regresar a la escuela, entre a su oficina. Aaron estaba checando los gastos y ganancias del restaurante cuando entre dando unos golpecitos en la puerta.
―Hola, Bárbara― me saludó con su habitual sonrisa―. ¿Te puedo ayudar en algo?
―Sí― respondí nerviosa―. De hecho, vengo a hablar contigo.
―Pues siéntate y dime de qué se trata― dijo mientras me señalaba la silla que estaba frente a su escritorio y yo obedecí.
―Bueno, Aaron... Como ya sabrás yo estoy estudiando enfermería y pues... las clases están por comenzar así que debo regresar a la escuela y por lo cual ya no podré seguir trabajando aquí.
Aaron se quedó mirándome fijamente y sin expresión alguna en su rostro, lo cual no sabía cómo interpretar, así que me preocupe más, hasta que comenzó a reírse a carcajadas, entonces me confundí.
―Estás bromeando, ¿verdad, Bárbara?
―No. ¿Por qué lo haría?
―Bárbara, tú no puedes renunciar y punto― dijo de pronto muy serio y un poco exaltado.
―Lo siento Aaron, pero debo regresar a la escuela. Yo solo tomé este trabajo porque mi padre me obligó y...
―Espera― me interrumpió.
Yo cerré la boca confundida mientras miraba a Aaron ponerse de pie e ir a cerrar la puerta para luego comenzar a caminar de un lado a otro en la oficina.
― ¿Me estás diciendo que solo estuviste trabajando aquí por órdenes de tu padre?
―Pues... sí― respondí confundida por su reacción.
― ¿Y qué hay de nosotros?
―Fue algo que no estaba en mis planes, pero pasó― reconocí.
―Y ahora te vas.
―Sí, pero eso no significa que debamos dejar de vernos.
―Pero si antes teníamos poco tiempo, ahora no tendremos nada― reconoció él.
―Cierto, pero tal vez debamos darnos un tiempo.
― ¡¿Qué?!
En ese punto, Aaron estaba molesto.
―Aaron, pasamos demasiado tiempo juntos. Todos en el restaurante ya empiezan a ponernos atención. Debemos ser más cuidadosos― dije y él comenzó a relajarse.
―Entonces, ¿no estás terminando conmigo?
― ¡No! Para nada.
―Oh...
― ¿Por qué creíste que terminaría contigo? ―ahora era yo la molesta.
―Me pediste tiempo.
―Sí. Para no llamar la atención de los más sobre nosotros. Ya te lo dije.
―Ok, lo siento. No te entendí.
Por unos segundos, Aaron y yo nos quedamos mirándonos en silencio.
― ¿Segura que no te puedes quedar? ―preguntó rompiendo el silencio.
―No, Aaron. Lo siento. Este es mi último año y debo esforzarme más, sobre todo si aspiro a ser jefa de enfermeras algún día.
―Lo entiendo―dijo en un suspiro―. Y te deseo la mejor suerte del mundo.
Él comenzó a acercarse poco a poco hacia mí. Y cuando estuvimos a escasos centímetros de distancia, rodeó mi cintura con sus brazos. Yo deslicé mis manos sobre su pecho hasta llegar a su cuello.
―Estoy seguro de que algo bueno vendrá de todo esto― comenzó a decir Aaron―. Las cosas pasan por una razón. Sé que Dios estará de tu lado y que llegarás muy lejos. Confía en ti misma, sé fuerte, trabaja duro y conseguirás todo lo que quieras.
―Gracias― fue lo único que conseguí decir.
Aaron solo sonrió y me besó.
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Diario de una Amante.
Romance¿Alguna vez has tenido un amor imposible? No me refiero a que te enamores de un chico más grande que tu. Ni tampoco a que desees al novio de tu mejor amiga. Yo te pregunto: ¿Alguna vez te has enamorado de un hombre casado? ¿Alguna vez te has enamor...