Me resultaba totalmente horrible tener a Aaron tan cerca. Y no precisamente porque lo odiara o algo por el estilo. Sino porque lo que sentía por él seguía tan latente como el primer día. Lo único en lo que podía pensar era en estar entre sus brazos, bajo una noche estrellada de este pueblo mágico mexicano. Tenía ganas de grabar su nombre y el mío en la penca de un maguey, como me había dicho mi abuelo que él grabo su nombre y el de mi abuela. Quería cabalgar a su lado a lo largo de los campos de agave azul.
Lo sé, soy cursi. Pero en mi defensa, estoy enamorada.
Eran casi las dos de la madrugada y yo no podía dormir. Miré a mi lado y ahí estaba Derek durmiendo plácidamente, creyendo que su esposa soñaba con él. Me sentía terriblemente mal por Derek. Él no se merecía que no lo amara. Un hombre como él debía ser amado con todas las fuerzas de cuerpo y alma. Pero para su desgracia, yo ya amaba a alguien más con todas las fuerzas de mi cuerpo y alma.
Decidida a despeja mi mente, me levante de la cama. Me deje puesto mi camisón de dormir, no era tan corto me llegaba a la altura de las rodillas, parecía más bien un vestido. Me volví a poner mis botas y me eche en los hombros el precioso chal que la señora Herrera me había obsequiado esa noche, estaba hecho a mano con hermosos dibujos de flores mexicanas.
La hacienda estaba en completo silencio. La única luz que iluminaba el lugar era proveniente de la luna. Yo estaba caminando sin rumbo, o al menos eso parecía. Llegué a las caballerizas y busque a Kasida en la oscuridad. Comencé a acariciarla y trate de pensar en cosas sin sentidos, pero solo podía pensar en la forma en que Aaron me miraba esa tarde, en la forma en que me hablaba.
En fin. Solo pensaba en Aaron.
― ¿Por qué no puedo desprenderme de ti, Aaron? ―pregunté a la oscuridad.
― ¿De verdad quieres eso, Bárbara?
Sobresaltada, me giré y me encontré con Aaron. Él estaba ahí mirándome con los ojos bien abiertos. Algo en su mirada había cambiado. Me miraba como deseé que me hubiera mirado cuando nos encontramos esa tarde.
Ahora sí me miraba como si fuera la primera vez después de cinco años.
― ¿Qué haces aquí? ―le pregunté.
―Desde la ventana de mi habitación vi que te dirigías hacia aquí y no pude evitar seguirte― se explicó.
―Ah...
― ¿Cómo has estado, Bárbara? ―preguntó y sin evitarlo lo miré con resentimiento.
― ¿En serio me preguntaste eso?
―Eh... ¿sí?
―Me abandonaste sin una explicación razonable― comencé―. Decías que me amabas inmensamente y simplemente te fuiste a la primera oportunidad. Sé que tenías obligaciones con tu familia, no te culpo por eso. Te culpo por no haber luchado por quedarte conmigo. Por meses estuve sumergida en la miseria. ¿Sabes cuantas noches lloré por ti? ―no esperé su respuesta―. Muchas. Yo vivía imaginando una vida contigo, cuando tú vivías tu vida con alguien más.
―Sé que fui un imbécil― dijo Aaron con voz rota―. Un idiota y todo lo que tú quieras. Y te pido que me perdones.
―Ya lo hice― dije de pronto.
― ¿En serio?
―Sí.
―Entonces déjame compensarte― me pidió.
― ¿Cómo? ―le pregunté confundida.
―Déjame ser el que te amó. Aun soy ese hombre. Estaba ciego y te perdí por un estúpido error, pero ahora todo es diferente. Ahora...
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Diario de una Amante.
Roman d'amour¿Alguna vez has tenido un amor imposible? No me refiero a que te enamores de un chico más grande que tu. Ni tampoco a que desees al novio de tu mejor amiga. Yo te pregunto: ¿Alguna vez te has enamorado de un hombre casado? ¿Alguna vez te has enamor...