Escape.✔️

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Tenían dos semanas para disfrutar Roma y lo que estuviera cerca sin embargo, el jetlag fue más fuerte que ellos. Luego de registrase en el hotel; la cama fue lo suficientemente seductora para hacerlos caer rendidos entre arrumacos y palabras dulces.

Yuuri fue el primero en despertar a la mañana siguiente. Cómo ya se había hecho su costumbre acariciaba su vientre vacío, aún se mantenía algo abultado y flácido. Recordaba las palabras del Dr. Georgi: "Tendrán que usar protección por un tiempo, lo prudente sería esperar 1 año para que lo intenten de nuevo pero lo veo viable si consideran intentarlo en unos 7 meses más". Suspiró, alejó su mano de su estómago, pidió servicio a la habitación y volvió a recostarse.

Había pasado mucho desde que no tenía un despertar tranquilo. Se permitió observar con detalle a su esposo: las ojeras, el gesto relajado pero cansado, había bajado de peso, se notaba en su mandíbula más marcada. Aún así, se miraba igual de hermoso y sexy que siempre.

No tenía idea de qué harían en esos días en Roma, si fuera por él desearía quedarse bajo las sábanas con Viktor sobre él. De un tiempo a la fecha (el embarazo) se había vuelto todo un necesitado sexual. Se sorprendía cuando tomaba la iniciativa, como en ese momento.

Deseaba que Viktor lo tocara pero, sabía que su alfa estaba agotado. Se acurrucó a esperar su desayuno. Disfrutó del olor que emanaba.

—Viktor... te amo —susurró.
—Yo también te amo...
—Perdón, te desperté...
—Tengo despierto unos minutos, los suficientes para saber que quieres un poco de atención —rio— no sabes lo lindo que te ves cuando quieres hacerlo y te apena decirlo...

Viktor fue directo a devorar los labios del omega quien se dejó hacer. Quería que Viktor lo tocara en todas partes, después del legrado tuvieron prohibido tener relaciones hasta pasados 40 días y si le sumamos los que estuvieron en abstinencia voluntaria, sumaban demasiados días sin tenerse.

Yuuri se aferraba a Viktor, aún no podía seguirle el ritmo al alfa, lo volvía loco lo apasionado que era. Gimió como poseso cuando el ruso se acercó a sus pezones, Viktor succionaba de uno y masajeaba el otro. Era increíble que saliera leche de ellos. Eso decía que el instinto maternal de Yuuri era bastante fuerte.

—Viktor por favor...

Rogó el japonés. Dejó su quehacer y buscó entre sus cosas una cajita negra. Viktor sabía que no podían tener relaciones sin condón. Se lo puso y colocó un poco de lubricante en su pene y en el ano de Yuuri, quería facilitar un poco las cosas, sobretodo porque ambos están igual de necesitados.

Entró en Yuuri sin avisar. Una sinfonía de gemidos de placer y dolor llenaron la habitación. Ambos estaban disfrutando cada estocada, cada roce, cada beso. El vaivén siguió por unos 40 minutos más; experimentaron diferentes posiciones, todas les causaban inmenso placer; aún no querían acabar pero, fue inevitable cuando una estocada dio en el punto dulce de Yuuri, haciendo que el ano del azabache presionara de la forma necesaria para que Viktor se viniera dentro del preservativo y Yuuri sobre sus abdómenes.

Yuuri se abrazó a Viktor. Dejó salir unas lágrimas que el ruso no supo interpretar.

—Yuuri... ¿Estás bien? ¿Te lastimé?
—No... estoy bien... Viktor te extrañaba... por un momento pensé que te perdería... pensé que me dejarías por ser tan egoísta y sólo pensar en mí dolor...
—Yuuri... ambos sabíamos que podía pasar, ambos sufrimos pero... Jamás te dejaría ir, recuerda que fueron 15 largos años los que te esperé —el azabache asintió— además... creo que nuestro desayuno se enfrió.
—¿Qué?
—Amor... ¿no notaste cuando la mucama dejó nuestra comida?
—¡Oh Dios! ¡Viktor! ¡Primero el avión, ahora la mucama!
—En mi defensa, tú me seguiste el juego en el viaje y ahorita tú me provocaste —sonrió seductor.
—Eres un idiota... —ocultó su rostro en la almohada...
—Soy tu idiota...

Luego de ese inicio en sus vacaciones, visitaron todos los lugares turísticos que pudieron (y lo hicieron en cada uno de ellos). Esos días fueron felices, no recordaban un día así desde que se reencontraron. Al fin podían decir que tenían la paz que necesitaban. Evitaron hablar del pasado y enfocarse en esos momentos que pasaban juntos

Dejaron la fuente de Trevi para el último día. Ambos querían seguir la tradición de pedir un deseo. Llegaron temprano, aún la gente no despertaba. Cada uno llevaba su moneda. Ninguno sabía el deseo del otro. Tomados de las manos a la cuenta de tres la arrojaron:

"Quiero ser feliz con Viktor"
"Quiero ser feliz con Yuuri"

—Yuuri, prometo hacerte feliz... prometo que formaremos una familia, si así lo deseas. Prometo que estaré en las buenas y en las malas. Prometo que seré fuerte para ti. —dijo Viktor.
—Vitya... No tienes que prometer nada... soy feliz —acarició la mejilla del ruso.
—Cuando regresemos a Rusia quiero iniciar los trámites de adopción.
—¿Estas bien con eso? No tendrán tu sangre...
—Tú tampoco y eres lo más hermoso que tengo y quiero compartir nuestra felicidad con dos pequeños —dijo con su sonrisa de corazón.

Yuuri sólo atinó a besarlo de manera efusiva. Aún no podían intentar tener hijos propios pero nada les impedía darle amor a quien lo necesitaba. Definitivamente el japonés era feliz.

Cuando regresaron a Rusia, iniciaron los trámites de la adopción; para su suerte la tramitología no duró más de 4 meses y lograron adoptar a dos pequeños. Unos mellizos de 1 año, que bien podrían pasar por sus hijos biológicos. Una pequeña platinada y un azabache, ambos de ojos color zafiro: Mizuki y Luka, en honor a su bebé fallecido.

Fue difícil acostumbrarse al ritmo de vida nuevo. En ningún momento se arrepintieron de su decisión. Ahora se sentían plenos y aunque sólo pudieron llevarse a sus mellizos, Viktor y Yuuri visitaban cada semana el orfanato, para llevar lo que necesitaran: ropa útiles escolares, medicina, comida, etc.

También, Viktor consultaba gratis a los niños y los atendía en el hospital si era necesario. Yuuri por su parte había becado a unos en la academia. A veces Otabek y Yurio los acompañaban y jugaban con ellos.

Para Yuuri todo el dolor no era nada comparado con lo que tenía en ese momento: Una hermana y padres que lo amaban, amigos que lo apoyaban, unos adorables hijos, un trabajo estable, un lugar al cual llamar hogar y un esposo que lo había rescatado y ayudado a sanar todas las heridas que lo marcaban. Tenía todo lo que jamás pensó tener, tenía lo que jamás pensó merecer.

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Bueno mis amores aquí llegó el final, espero que sea de su agrado, quería y no quería terminar esta historia. Fue mi salida durante un mes bastante estresante y horrible para mí. Sus mensajitos y estrellitas, me animaron mucho así que ¡Gracias por leer esta historia!

Owari

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