La vida continua. ✔️

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La vida de Yuuri iba viento en popa. Seung Gil por indicaciones de Sara, con quien sólo iba una vez al mes a terapia , le había permitido al omega administrar su dinero. Lo único que no hacía era pagar la renta con la excusa de que el casero sólo quería tratar con el coreano, Viktor aún no quería que supiera la verdad.

Yuuri llevaba cuatro meses trabajando para Lilia. La prima ballerina estaba encantada con su nuevo encargado; realmente no podía creer que hubiera estado 5 años sin practicar. Los alumnos habían aumentado. Por lo tanto los padres también, esto era un dolor de cabeza para Yurio y un mar de celos para Viktor.

El japonés era un omega atractivo y hermoso por ello, la cantidad de padres que iba a verlo era ridículamente alta. Era algo que trataba de tolerar sobre todo con el rechazo automático a los betas masculinos y alfas, quienes hacían fila para poder ver así fuera 1 minuto al japonés cuando iban a recoger a sus hijos. Por ello luego de que el hospital firmara su servicio comunitario Yurio regresó inmediatamente al estudio y él junto con Mila Babicheva: una beta, que atendía a los pequeños y hacía de recepcionista. Entre ella y el blondo se encargaban de alejar a los padres de japonés y entregar a los cachorros.

—¡ESTOY HARTO! ¡DESDE MAÑANA LOS PADRES NO PUEDEN PASAR LA PUERTA DE LA ACADEMIA! —Gritaba colérico el rubio.
—Gatito —comentó Mila— sabes que hay que consultarlo con tu madre, aunque dudo que nos niegue el favor.
—Estoy de acuerdo con Mila, es bastante incómodo para mí pero, me sorprende que tanto padre venga a dejar y recoger a sus hijos.... pero, mientras ustedes no me dejen solo estaré bien, aunque me duele un poco ya que los padres vienen entusiasmados a apoyar a sus cachorros —comentó Yuuri inocente.
—No creo que vean a sus cachorros sino al instructor —dijo molesto el rubio.
–Eso no es...
—Yuuri, no debes ser tan inocente —lo abrazó Mila— cambiando de tema, chicos ¿ya decidimos qué programa presentaremos para fin de curso?
—Creo que deberíamos escoger el cascanueces ¿Qué opinan? —comentó Yuuri.
—Seria buena idea —secundó Yurio— podríamos darle a cada grupo una escena según su nivel de dificultad.
—No tengo objeciones ¡mis bebés se verán hermosos bailando la danza del hada del azúcar! —comentó entusiasmada Mila.
—Bien, lo comentaré con Miss Lilia. Mila hazte cargo del vestuario de los niños. Yuri, tú de los intermedios, yo haré los avanzados y el lunes, cada uno traiga ideas para la escenografía, que sea lo más sencilla posible, antes de decirle a nuestra jefa quiero presentar el proyecto completo.

Ambos asintieron y se fueron a sus hogares. Ese día Viktor y Otabek salieron temprano. Y a los alfas les tocaba preparar la cena. Habían decidido que cenarían en la casa del platinado. Aunque le diera pena admitirlo a Yuuri le gustaba ir, ya que de esa manera podía disfrutar un poco del olor de Viktor.

Llegó directamente a su departamento, necesitaba una ducha antes de cenar.  Quería acicalarse un poco para el ruso. Ese alfa lo tenía embobado, admitió frente a Mila y Yuri que lo quería. Llevaba un mes trabajando en la academia: Viktor había ido a visitarlo, así cómo Yuuri era un imán de alfas y betas; Viktor lo era de omegas y betas, incluso alfas. Ese día cuando salió a su receso no pudo evitar enojarse al ver a una omega rubia y voluptuosa insinuándose al ruso. Sin siquiera pensarlo, tomó al ruso y sin mucha cortesía lo apartó de la fémina. Obviamente, luego se disculpó por su comportamiento con ambos y culpó a un inexistente próximo celo. Sólo la omega lo creyó, Viktor sabía que hasta que no se regulara su olfato y sistema hormonal pero sabía que el ruso lo dejó pasar.

También estaba preocupado por sus celos, no aparecerían y si lo hacían serían csasi imperceptibles, eso le preocupaba. Si algo estaba mal con él y terminaba siendo un omega estéril ¿Viktor lo querría?

—Amor —le Susurraron al oído— te he llamado varias veces y no respondes.
—P... per... perdón —susurró bajito, que le dijera amor lo descolocaba de una buena manera— los chicos tienen hambre y yo también.
—sí, yo también estoy hambriento. Vamos Vitya —sonrió.

Viktor lo besó, que le dijera ese mote, lo mataba. Agradecía a Yurio por enseñárselo. Cada vez los besos era más demandantes por parte del alfa pero, cuando sentía que Yuuri se tensaba le regresaba su espacio. Yuuri por su parte, sabía qué decirle de esa manera era un beso asegurado, si bien los besos y abrazos habían Aumentado en esos meses, Yuuri aún no se sentía listo para llegar más allá o pedir la caricia directamente, así que cuando deseaba un beso lo único que tenía que hacer era decir esas dos sílabas: Vit-Ya...

—Se tardaron mucho, tenemos hambre.
—lo siento me quedé perdido en mis pensamientos —confesó Yuuri.
—¿En tus pensamientos o en los labios del calvo?
—Ambos —respondió Viktor con su sonrisa de corazón en el rostro.
—¡Nikiforov!

También había aprendido Yuuri que decirle enojado por su apellido era un buen método para hacerlo callar. Los menores rieron, ya habían servido los platos así que sólo tomaron asiento y comenzaron a comer. Hablaban de su día y de que Yurio estaba harto de los admiradores del japonés. Viktor secundó la moción. Los trastes sucios los lavaron los menores. Viktor acompañó a Yuuri a su departamento.

—Viktor sabes que vivo al otro lado del pasillo ¿verdad?
—Lo sé pero, así puedo estar un minuto más contigo ¿crees que pueda quedarme un rato?
—Te vas a aburrir, tengo que diseñar unos atuendos para el fin de cursos de la academia, mejor descansa.
—Te hago compañía —pidió abrazándolo y besando su nuca sin marca— prometo no hacer ruido.
—Está... bien —sintió un escalofrío recorrer su espalda.

Entraron al departamento, Yuuri era muy ordenado. Viktor se dirigió a la sala mientras que el japonés fue por un cuaderno y lápices para comenzar a trabajar. El ruso amaba ver al omega en esa faceta tan diligente, se notaba que estaba feliz con su trabajo. Cuando lo veía así recordaba al pequeño que no descansó hasta que logró aprender una posición de ballet un poco más difícil para su nivel. Recordaba las lágrimas de frustración del menor y como se recuperaba luego de llorar para seguir intentándolo.

—Mañana tengo el día libre... —dijo Viktor— de hecho el fin de semana completo ¿quisieras ir a algún lugar con los chicos? —los menores siempre los acompañaban, Yuuri aún se sentía incómodo saliendo con el ruso a solas.
—Quiero ir al Ballet...
—Está bien, les diré a los chicos que deben vestir...
—Sólo nosotros dos —dijo apenado sin quitar su vista del cuaderno— dejemos que disfruten su fin de semana, según tengo entendido, Otabek también tiene libre estos días y me había dicho Yuuri que querían ir a acampar antes de que la nieve lo hiciera imposible.
—¿Estás seguro?
—No pero, Sara me dijo que debo comenzar a intentarlo, además eres tú quien me va a acompañar —Dirigió su vista a Viktor y le sonrió.
—Claro, yo estaré contigo —devolvió la sonrisa el Mayor.

No dijeron nada más. Yuuri se volvió a enfrascar en su trabajo hasta entrada la madrugada. Viktor se había quedado dormido en el sillón. Acarició su rostro y cabello. Se veía sumamente atractivo; no quería despertarlo pero tenía que, no iba a permitir que durmiera incómodo. Con cuidado y miedo lo despertó, recordaba los golpes que recibía cuando se atrevía a hacer eso con su ex pareja. Viktor despertó o eso parecía, le sonrió a Yuuri.

—Ya es tarde Viktor, debemos ir a dormir.
—Está bien, ya me voy a...
—Duerme aquí, no hay problema.
—Yuuri, sólo tienes una cama...
—Lo sé, igual sólo dormiremos —aclaró— hoy... no quiero estar sin compañía.

Viktor sonrió, alzó a Yuuri y lo llevó a la alcoba. El ruso quitó su camisa, era un hecho que no podía dormir con ropa pero, al menos podía dejarse el pantalón.

—Lo siento Yuuri, realmente no puedo dormir con camiseta.
—Es...está... está bien, no te preocupes.

Ambos tomaron su parte de la cama, era algo emocionante e incómodo. Viktor no soportó la presión, atrajo a Yuuri hacia su cuerpo para abrazarlo. El japonés por su parte se relajó y dejó de darle la espalda para regresar el abrazo, hundiendo su rostro en el pecho del alfa.

No dijeron, ni hicieron nada más, el sueño los venció. Cuando Viktor despertó, sonrió y besó la frente del omega. Yuuri se pegó más al cuerpo del alfa al sentir que se movía. Viktor lo abrazó. Amaba a ese omega, ya no sólo amaba al recuerdo sino a este Yuuri, fuerte y dedicado, a seguir con su vida y Viktor quería ser parte de ella para siempre.

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