Adrien tomó asiento mientras Henry le relataba todo lo sucedido. El conde se había sentido mal hace algunas semanas, pero se negó a visitar a un médico hasta que terminó desmáyandose en uno de los corredores hace unos días.
La condesa asustada llamó al doctor de inmediato, pero no recibió un diagnóstico claro de su parte, solo un par de recetas y la orden de descanso.
Así que ahora Francis Manners se encontraba encerrado en su habitación en contra de su voluntad tomando un montón de medicinas que según él eran innecesarias mientras esperaba un veredicto del especialista.
Adrien subió a visitarlo acompañado de su amigo, quien lucía ligeramente turbado.
—¡Ya basta mujer, estoy bien!—el conde estaba un poco pálido, pero por el resto se veía como un jovencito cargado de energía. Es más no paraba de girar en la cama demostrando abiertamente su fastidio.—Estoy tan saludable como siempre.
Francis Manners se puso de pie y se acercó a saludarlo ignorando las quejas de su hijo y esposa.
—Espero que pronto determinen que tiene, milord y puedan tratarlo.
—Le puedo asegurar que no tengo nada, Lord Grafton. ¡Esos charlatanes inventan enfermedades donde no hay!
—¡Padre!—lo amonestó Henry y el caballero tomó asiento continuando con sus clásicas preguntas acerca de su vida y la de su hermana.
Él lo tranquilizó afirmándole que todo estaba bien y luego de algunas horas se retiró de su presencia.
—Mantenme informado de cualquier novedad, Henry.
—Por supuesto Adrien, aunque espero que no sea nada grave. Mi madre está muy preocupada.
—¿Tu madre?—el marqués arqueó una ceja sin poder creerlo. La condesa siempre trataba mal al conde y ambos tenían una relación tirante.
—Aunque suene sorprendente mi madre tiene miedo de perder a su viejo amargado.
Adrien negó divertido y se marchó a su hogar en el carruaje.
Luego de varios minutos cuando llegó a su residencia, su mayordomo lo recibió con una curiosa noticia, había un caballero que lo estaba esperando en el salón principal.
—Dile que pase a mi despacho.—le ordenó mientras se dirigía al lugar acordado.
El hombre no tardó en presentarse como había pedido. Lo que Adrien no esperó es que se tratara de un agente de Bow Street.
—¿Elliot?
—Que bueno volver a verte Grafton.
—Podría decir lo mismo si tu presencia no me inspirará malas noticias.—se quejó el caballero acomodando unos cuantos papeles en el escritorio.
—Solo vengo a convocarte a una misión, Grafton, nada extraño.
—¿Qué?—Adrien frunció el ceño e intentó excusarse.—Hace años que abandoné el servicio de espionaje y cumplí con mi participación en la guerra. No hay mucho que pueda hacer ahora que poseo el marquesado de Grafton.
—Es necesaria tu participación, Miller. Se ha estado filtrando información indeseada en Birmania y la India Británica está teniendo problemas para controlarlos.—explicó en tono lento y suave la tendenciosa guerra que mantenía una de las colonias contra Birmania.—El rey ha ordenado enviar un buen número de tropas y espías para descubrir quién nos está traicionando y hemos pensado en tí.
—En pocos días uno de mis amigos contraerá nupcias, no puedo faltar a su boda.—gruñó consternado por la repentina noticia.
—Son órdenes del rey, no mías.
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Sanando tus heridas
Historical FictionCuarto libro de la saga "Londres de Cabeza" Sanando tus heridas es la historia de un caballero que perdió la posibilidad de amar dos veces y quizás esta sea la tercera y la definitiva. Adrien Miller a sus 26 años, luego de haber servido casi 6 años...