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Conforme pasaban los días, Adrien iba fortaleciendo más sus negocios en Londres. Tenía el objetivo de recuperar lo que había perdido cuando decidió cerrar algunos de sus negocios en el exterior y regresó a Inglaterra.

Luego de conocer a la prometida de su amigo, Adrien decidió volver a casa más confundido que al principio. Lady Eliana Russel, la rosa inglesa de la temporada se convertiría en la futura esposa de Allan y él no podía creerlo.

Grafton estaba seguro que la mujer había usado alguna sucia artimaña para atrapar a su amigo. De otro modo, él jamás hubiese aceptado y quería averiguar de qué se trataba.

Adrien se sentía con el deber de abrirle los ojos a Allan y mostrarle quien en verdad era Lady Russel para así evitar que contrajera nupcias con ella. Todas las mujeres en su perspectiva eran unas arpías interesadas, así que no le tomaría mucho tiempo descubrir lo que ocultaba aquella rubia de apariencia angelical.

Habiendo tomado esa decisión, Adrien se dedicó a vigilarla en las veladas esperando la menor equivocación de su parte para delatarla. No era un trabajo difícil, después de todo había servido como espía del rey investigando a gente más interesante, pero para su mala suerte no encontró algo con lo que pudiera trabajar. Cada vez que Eliana Russel llegaba a una velada enseguida buscaba a Allan y permanecía junto a él hasta que terminaba.

Conversaba con unas cuantas damas, bailaba con uno o dos caballeros, pero aunque era amable no trataba de coquetear con ellos o se les insinuaba. En realidad a duras penas intercambiaba palabras con los nobles por educación.

¡¿Acaso esa mujer no tenía ambiciones carnales o monetarias?! ¿Qué tipo de aburrida vida era esa?

Adrien rodó los ojos cansado de no encontrar lo que quería y salió al jardín en busca de aire. Lo que nunca esperó es que ella lo imitara.

La rubia abandonó la estancia sola y por unos segundos Adrien se alegró de al fin poder atraparla "mintiendo" o "engañando" a su amigo, pero se quedó de piedra cuando minutos después observó que Allan la perseguía y la tomaba de la cintura atrayendola hacia uno de los arbustos.

Grafton no supo muy bien porqué se quedó, pero lo hizo y gracias a eso escuchó con claridad como su amigo le confesaba su cariño a la dama y como ella le correspondía abrazándolo y dejándose besar. Era en serio eso de que se ¿amaban?

Imposible y lo demostraría.

Una vez que terminaron la velada, Adrien invitó a Allan a su antigua residencia de soltero y sin decirle nada incluyó en el paquete a una de las viejas amantes de su amigo. Estaba dispuesto a hacerle ver el grave error que estaba cometiendo.

—Me sorprende mucho tu decisión de contraer nupcias, Allan. Eres el más jóven de los tres y nunca pensé que desearías  condenarte de esta forma.—confesó mientras bebían un poco.

—En realidad Adrien no es ningún sacrificio.

—Allan no es necesario que mientas. Te ví la otra noche en el bar y sé que extrañas nuestras viejas andanzas o me vas a decir que no te divertiste con la jóven de la otra noche.

—Sólo hablamos, Adrien.—Seymour le restó importancia.—Tal vez no lo entiendas, pero en verdad deseo casarme con Eliana.

El marqués sintió ganas de vomitar. Allan no podía hablar en serio y se lo demostraría. Con una pequeña señal llamó a su mayordomo y le ordenó convocar a la mujer que había estado esperando a su amigo.

Apenas lo hizo una bonita pelirroja se lanzó a los brazos del marqués de Ailsa. Su nombre era Danielle y era una de las viejas amantes de Allan.

—Danielle ¿Qué haces aquí?—gruñó Allan cuando la mujer se sentó en su regazo.

Sanando tus heridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora