7: "You like somebody?"

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Narra Camila

Mis días podrían resumirse y dividirse en dos partes; cuando pienso en Lauren y cuando no lo hago, este último pasa muy pocas veces. La figura de mi amiga me provoca sentimientos ambivalentes, por una parte siento un cariño tan grande, un amor tan profundo, que mi mente no tiene espacio para otra cosa que no sea ella. Pero por otro lado, la angustia me consume al pensar que jamás podré estar con ella, sentir su tacto de una forma especial y sus labios sobre los míos, a pesar de que fantasee y a veces sienta que realmente tenemos una conexión.

Me desperté a las ocho de la mañana según el reloj de la pared, Lauren ya no estaba en la cama, su parte estaba fría y tan sólo había una nota en la mesa de noche.

"Mi madre ha pasado por mí, si lees esto: buenos días. Nos vemos luego.
Lauren."

Sonreí mirando el papel y me alisté para poder practicar en el piano hasta que el desayuno estuviera listo. Mi padre me acompañó en esa sesión, pidiéndome distintas piezas y marcando mis errores o inconsistencias, los cuales estaban siendo bastantes.

—Para ahí, hija—.
Dijo mi padre, parado a un lado mío.
—¿Qué pasa?—.
Bufé frustrada y me cubrí la cara con las manos. ¿Por qué me costaba tanto el presto? Mi jodida especialidad en el piano, hoy era mi debilidad.

—No lo sé, no me sale—.
Pasé mis manos por mi cabello de una manera un tanto brusca y suspiré.
Mi padre se sentó a mi lado y me abrazó por los hombros.

—Cami, ¿sabes que puedes contarme lo que sea?—.
Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando mi padre dijo eso. No, no puedo contarte que me gusta una chica y que me rompe el corazón no poder hacer nada.

Sin quererlo así, rompí en llanto en los brazos de mi padre y este me abrazó durante un largo rato hasta que pude calmarme.

—¿Quieres hablar?—.
Preguntó, y yo negué mientras secaba mis lágrimas.

—Estoy bien... Yo... Creo que voy a extrañar un poco todo esto, a mis amigos y a Lauren—.
Resoplé y él me miró con una sonrisa de labios presionados.

—¿Te agrada Lauren?—.
Asentí mirando mis dedos y rezando para que mi padre no viera el rubor de mis mejillas.
—Está bien, podemos visitarla en los recesos escolares y pueden enviarse cartas. Todo tiene una solución—.
Dijo y dio dos palmaditas en mi hombro.
—Moonlight Sonata 3er movimiento, en presto—.
Relamí mis labios y me senté derecha, tomé aire un par de veces y comencé a tocar al compás que mi padre me había indicado.

●●●

Mis opciones de estudio una vez que volviera a Miami eran dos: O bien podría quedar en el conservatorio Rossbell de Miami Beach, o Dios me iluminará y por milagro conseguiré una beca en el conservatorio Vivaldi's de Los Ángeles, el conservatorio más prestigioso de Estados Unidos, con una taza de admisión del tres por ciento y una complejidad académica inmensurable.

Muchos pensamientos pasaban por mi cabeza a la hora de pensar en mi futuro: ¿Seré lo suficientemente buena en el piano? ¿Me aceptarán en algún conservatorio? ¿Tendría que buscar alguna opción alternativa?
¿Le gustaré a Lauren?

Concentrate, Camila.

Después de desayunar decidí que el piano no podría ganarme. Si mi meta es ser una famosa pianista, no puedo dejarme llevar por una mala mañana en el piano, debería ser capaz de enterrar mis emociones y solo enfocarme en mi conexión con el instrumento.

Puse las partituras que mi padre me había conseguido para la introducción al examen de ingreso para Vivaldi's, la cual marcaba una perfecta transición de un tempo andante a un allegreto y posteriormente un presto. Gracias a Dios pude hacerlo al primer intento leyendo la partitura y al segundo sin leerla. Cuando conseguí una fluidez bastante pasable, cambié las partituras para tocar un poco de mi propia música que había escrito días atrás. Mis dedos presionaban las teclas con rapidez y precisión, la melodía inundaba toda la sala de estar y mis ojos estaban cerrados, permitiendo así una fusión mente-instrumento.

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