12: "How Much Sorrow Can I Take?"

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Narra Camila

Días restantes: 7

Faltaba una semana para volver a Miami, para volver a mi rutina y para no ver más a Lauren.

Estos dos días fueron peores de lo que había imaginado. No sabía si prefería a Lauren lejos o cerca. Al día siguiente del mercado nocturno, Lauren volvió a juntarse con el grupo; fuimos al lago, nadamos y participamos de las mismas conversaciones, pero no me dirigió específicamente la palabra. También, cuando los Jauregui fueron a cenar a casa, ella estaba ahí, conversó conmigo respecto a temas triviales como la música, pero ya no era una charla como las de antes. Se notaba la frialdad de Lauren, tan así que podía ser confundida fácilmente con arrogancia. Más allá de eso, ella ni siquiera me miraba a la cara.

—Camila, ¿me pasas la sal?—.
Sebastian me llamó y yo hice lo que me pidió.

Estábamos comiendo en la granja de los padres de Sebastian, todos estábamos allí, en una mesa grande afuera de la casa. Amelia, la madre de Sebastian, había hecho un banquete ya que era el cumpleaños del mayor de sus hijos, hermano de Sebastian. La mesa era una sinfonía de risas, charlas, cubiertos chocando con los platos, vasos y algún que otro ruido de los animales de fondo. La comida estaba exquisita, pero yo no me podía concentrar mucho en mi plato porque sentía la penetrante mirada de Lauren sobre mí. Cada vez que levantaba la cabeza, ella me estaba mirando. Probé mirarla cuando ella estaba conversando, la miré durante minutos, pero aunque yo sabía que ella notaba mi mirada, nunca volteó a mí.

Tal vez debería hablarle, entablar alguna de esas conversaciones vacías y persuadirla hasta que aceptara hablar conmigo.

—Lauren—.
Ella percibió mi voz, puesto a que vi cómo se puso alerta ante esta, pero ni siquiera me miró.
—Lauren—.
Pensé en llamarla por el apodo que le había puesto “Laur”, pero tal vez no sería adecuado. Aunque esta vez sí que volteó, su mirada conectó directamente con la mía, expectante de lo que yo quería decirle. Ella no iba a hablarme.
—¿Es… Es rica esa ensalada?—.
¿¡En serio!? ¿¡De todas las cosas que pude haberle preguntado, dije eso!?
Joder.

Lauren arqueó una ceja y sonrió, tal vez percibió la vergüenza que sentí al darme cuenta de la estupidez que había preguntado. Asintió mirando los restos de su plato, dio un sorbo a su limonada y apuntó el bowl de la ensalada.

—Sírvete y verás—.
Respondió y volvió su atención a la charla de la mesa.

Eso fue todo lo que conseguí en la tarde.

●●●

Cuando la hora de cortar el pastel llegó, o más bien los dos pasteles debido a la cantidad de personas que éramos, Lauren se ofreció a ayudar a Amelia con aquella tarea. Todos fueron servidos de aquellos pasteles; uno era de chocolate y el otro de frutas.

Yo estaba mirando el paisaje y cómo a lo lejos las vacas y ovejas pastaban, también cómo uno de los ayudantes de la familia paseaba entre los animales con su caballo cuando un trozo de pastel fue puesto frente a mí, este era enorme, en realidad era un trozo compuesto de una rebanada del pastel de chocolate encima de una del de vainilla; la rebanada de chocolate estaba llena de pedacitos de chocolate y la de vainilla estaba repleta de frutas.

—¡Les has dado la mejor parte a Camila y encima de los dos!—.
Sebastian reclamó entre risas y yo solté una risa nasal mientras le daba un mordisco a la rebanada de chocolate. La mamá de Sebastian era más amable con las visitas que con sus propios hijos.

—Si no has pedido la mejor parte no es mi culpa, la que corta el pastel decide—.
Alcé mi mirada tan rápido que mi cuello casi suena, Amelia no había dado el pastel, había sido Lauren. Ella me estaba mirando, con una sonrisa ladina que le había quedado de responderle a Sebastian. No sabía si era mi imaginación, pero por el instante que duró su mirada sobre la mía, pude percibir dulzura y complicidad en sus ojos.

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