8: "Beach"

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Narra Camila.

Agosto 1980...

Los días seguían pasando, el aire seguía oliendo a fruta fresca y césped, el agua del río seguía refrescándome y yo todavía me seguía enamorando más de Lauren. Dos semanas habían pasado, yo seguía tocando el piano todas las noches para mi familia, también para cualquiera de mis amigos, le enseñé a Sofía dos canciones nuevas y  salimos mucho con el grupo. Lauren fue seguido a casa y muchas noches cenamos juntas antes de ir a nuestro pequeño escondite.

—Planeamos volver en tres semanas, aproximadamente—.
Oí la voz de mi padre en el jardín. Los Jauregui vinieron a almorzar a casa, estaban haciendo la sobremesa cuando mi padre comenzó a hablar de fechas de regreso. Yo los miraba desde la ventana de la cocina, mientras que en una bandeja ponía vasos y una jarra repleta de jugo de duraznos. Lauren estaba a mi lado, sentada en la mesada y comiendo fresas mientras miraba a su padre.

—Falta poco, deberíamos planear un viaje para las dos familias, ¿no?—.
Dijo Michael. Lauren sonrió y yo la miré embobada. Tenía un perfil jodidamente hermoso.

—¿Te ayudo con eso?—.
Ella se volteó y apuntó a la jarra, yo asentí sonrojada ya que me había descubierto mirándola, pero al parecer no se percató de eso.

Ambas salimos con la bandeja y la dejamos en la mesa, servimos a los que estaban allí sentados y por insistencia de Sofía nos metimos en la piscina.

Mi hermana y Lauren jugaban animadamente, ella le pedía a Lauren que hiciera puentes para pasar por debajo, que la lance en el aire o que viera cómo se tiraba de clavado al agua, y Lauren hacía todo con una sonrisa. Ver aquella escena me hizo pensar en lo bonito que sería tener a Lauren como, bueno… Novia. Si mi familia aceptara aquello, Lauren podría ir a casa a comer, jugar con mi hermana y dormir abrazada a mí.
Salí de mi nube de pensamientos porque Lauren me salpicó agua en la cara y a pesar de que batallé, ella ya había ganado. Ella se acercó a mí riendo, me abrazó y besó la mejilla.

—Has perdido—.
Dijo entre risas.

Claro, claro que había perdido.

●●●

—Creo que desperdicié muchos días, siento que pude haber hecho algo… No sé—.
Susurré mientras miraba el durazno a medio comer en mis manos, y como su jugo se deslizaba por mis dedos.

—No desperdiciaste nada, querida. Es normal que tengas miedo, que sientas incertidumbre y hasta desilusión. Es muy difícil admitir este tipo de sentimientos, sobre todo considerando en la sociedad en que vivimos—.
Rossie se sentó a mi lado en su jardín, dejó una pequeña bandeja con dos vasos llenos de limonada.
—Oh a lo mejor tus sospechas son ciertas, le admites tus sentimientos y ella te corresponde. Así podrían pasar el mes que les queda juntas—.
Dijo con un tono que expresaba que, si bien aquello era una opción, no sería la más apegada a la realidad.

—No te ofendas, Rossie, pero eso es un disparate… Aunque sería el mejor disparate de mi vida si pasara—.
Dije y ambas reímos, aunque yo un poco amargada.

—¿La quieres mucho?—.
Preguntó.

Un nudo se formó en mi garganta y a pesar de batallar, lágrimas comenzaron a salir de mis ojos.

—Sí, la amo—.
Susurré ya que el llanto se había apoderado de mí.

Rossie me abrazó y yo dejé que mi llanto saliera hasta cansarme. Ella me consoló y me dió un tupper lleno de galletas para regresar a mi casa.

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