U n o

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El sol apenas iba asomándose, mostrándose algo perezoso para comenzar un nuevo día. Unas pisadas resonaron en aquellas escaleras desgastadas, haciendo a la vieja mujer  suspirar.
    
    —¿Estás seguro? —preguntó por décima vez, revelando temor en sus ojos—. Es decir, no tiene por qué ser ya... Podemos hacer algo y darte más tiempo para...
    
    El chico con las maletas ya en manos negó con la cabeza, sonriendo con dulzura. Si no lo hacía ahora, si no tomaba sus pertenencias y se decidía a irse, no lo haría en otro momento. Por eso, después de dejar descansar sus cosas en el suelo, se acercó al menudo cuerpo femenino.
    
    —Debo irme, Sook —habló con calma, tomando las manos ajenas entre las propias—. No hay nada para mí aquí, ya no. El tiempo siguió, y es momento que yo también lo haga. Estaré bien, ¿sí? Me seguiré comunicando contigo, de eso no dudes.
    
   El agarré entre ellos se afianzo por parte de la cocinera.
     
    —Prométeme que conseguirás lo que quieras, JungKook —casi rogó—. Prométeme que te convertirás en lo que deseas, sin miedos ni ataduras.
     
    —Lo prometo.
    
   Y de verdad quería creer que lo haría, que saldría al mundo exterior y lograría todo lo que anhelaba. Porque tenía la mínima esperanza que, después de tanta mierda y desilusión, la vida no era tan jodida como se reveló en su corta edad. Porque JungKook había cambiado, junto sus pensamientos, ideales y metas.
     
   —Ten cuidado, ¿bien? No olvides que Seoul es una ciudad grande —las palabras abandonaron los labios de Sook de forma apresurada—. Si te pierdes o algo, no dudes en marcarme, seguro podré hacer algo.
    
    El pelinegro soltó una suave risa y acercó su boca a la frente de aquella mujer que lo sostuvo cuando el equilibrio se esfumaba y él precisaba de un pilar. Presionó ahí unos largos segundos, tratando de calmar los nervios ajenos.
   
     —Estaré bien —aseguró—. Como dijiste, Seoul es grande.
    
   Dio pasos atrás, agarrando lo que llevaría y abrió la puerta del auto que lo entregaría a un nuevo comienzo. Metió todo, despidiéndose una última vez de Sook para luego subir él.
     Saludó con la mano y, sin poder evitarlo, sus ojos se desviaron a aquel viejo árbol.
    
   —Feliz cumpleaños, Kookie —susurró para sí Sook, porque él ya había partido.

                                  💧

Años después.

Su teléfono estaba vibrando en el bolsillo de su pantalón hace más de diez minutos, haciendo que su cordura fuera perdiéndose poco a poco. Solo faltaba un ratito más y ya podría salir de esa tediosa reunión para atender lo que, seguramente, era su hartante amigo.
   
     Acomodó los papeles frente suyo para poder guardarlos en su maletín, como una indirecta que ya habían finalizado.
      —Bien, entonces haremos eso — concluyó—. Esta misma tarde comenzaré con el calendario editorial, seguramente estará listo para mañana o pasado.
   
     Recibió afirmaciones mientras la sillas eran acomodadas como correspondía. Él se levantó de su escritorio, apoyando las palmas en la superficie de madera con una sonrisa adornando sus labios.
    
    —Muchas gracias por su tiempo, esperen el planning —dijo por último, agurdando que se fueran.
     
    Cuando la puerta de su oficina fue cerrada, se permitió relajarse. Cerró las persianas detrás suyo y fue hasta un pequeño sillón que tenía en una esquina de la habitación. Ahí se acostó con las piernas sobre un almohadón, prendiendo la pantalla.
 
     —¡Hasta que contestas! —lo regañaron del otro lado de la línea—. Te envié más de veinte mensajes.
   
    —Las personas eficientes trabajan —avisó con burla—. Estaba en reunión, Jin.
    
   —¡Sabes que estoy de licencia por la gripe! —se quejó—. Bueno, como sea, no es el tema. ¿Has entrado a las redes?
     JungKook bufó.
   
   —No he tenido tiempo, ¿qué sucede con ellas? —preguntó, pero creía saber la respuesta.
    
    El tono que había utilizado no demandaba más que otra cosa: lo había vuelto a hacer. Era gracioso, puesto que aceptó que eso ya había terminado. Creyó que solo iban a ser algunas veces, como un desahogo, y no estuvo en contra en que lo hiciera. Es decir, tampoco es como si le sentara bien, mas comprendía, de cierta forma, que era lo que él hacía, que expresarse vagando entres palabras conseguía liberarlo. Y estaba bien, porque fue algo que le fascinaba de su persona en ese entonces y, tal vez, ahora también.
     
    Sin embargo, pensó que ya no tendría que leer un fragmento nuevo de lo que sintió y nunca le dijo, de lo que temió exteriorizar porque, tal vez, no confiaba lo suficiente. Pensó que ya había revelado todo, porque todo lo que mostró en sus escritos anteriores había logrado robarle el aliento y dejarlo al borde de las lágrimas, consiguió crear marcas profundas y permanentes en él.
     
    Pero Kim TaeHyung seguía igual de impredecible que siempre.
    
   —¿Dónde lo subió esta vez? —quiso saber, ni siquiera permitió que le respondiera la anterior pregunta
    
    —JungKook, no creo que tengas que...
    
   —Dime, por favor.
     
   Escuchó un largo suspiro y unas cosas siendo movidas.
    
    —Está en su blog, fue publicado anoche a la madruga —se mantuvo en silencio unos segundos—. Se llama "Amor de mis existencias".
    
    JungKook tuvo la sensación de que el oxígeno se había vuelto más pesado y difícil de conseguir, su pulso se volvió caótico y los ojos le ardieron repentinamente.
    
    —Jin, te llamo luego —se apresuró a decir—. Tengo que arreglar unos últimos acuerdos.
   
     Sin más, colgó. Había mentido, no tenía nada por hacer hasta en unas horas. Pero aquel título de solo cuatro palabras consiguió darlo vuelta. Ya lo conocía, y también se sabía de memoria lo que el texto exponía.
    
    Su mente viajó a una tarde helada donde el sol casi se iba, vio aquel pedazo de papel amarillento y quebradizo entre sus dedos. Recordó el sentimiento de tortura y la ganas inhumanas que le dieron de correr a una meta ignorada, por una respuesta aún más difusa.
     
   «Y espero en la próxima no ser un completo inútil, espero que le regales otra oportunidad a mi alma en desdicha.»
   
   Ese último párrafo se había clavado en su mente desde la vez que lo leyó, volviéndose un recordatorio contaste y doloroso que, con el tiempo, fue perdiendo densidad.
    
   Aunque ahora volvía, después de un tiempo, pero con los mismos resultados. Se sentía abatido y ligeramente melancólico. La ganas de llorar no faltaron, mas se las trago junto el grueso nudo en su garganta.
   
    Frotó su rostro para, de una ridícula forma, drenar un poco el peso repentino que sentía en su espalda. Se puso de pie, soltando el celular en algún sitio y se acercó al ventanal para separar las persianas con los dedos y permitirse ver hacia afuera. Edificios altos, brillantes y modernos se dejaron apreciar, las personas y autos se volvían pequeños desde esa altura.
    
    Con esa imagen, se preguntó si era coherente hacerse tanto la cabeza por algo que, simplemente y para mejor, podía ignorar solo con no leer más. Sin embargo, se rió amargamente, descartando la posibilidad porque reconocía que no poseía la suficiente fuerza de voluntad para quedarse ciego por cuenta propia en ese tema.
    
   —Sí hubiera sido por mí, te habría dado hasta lo más mediocre de mi existencia.
    
    Pero, después de todo, ¿a qué precio lo seguía permitiendo? ¿Estaba bien que TaeHyung pudiese deshacerse de peso incluso dañándolo? No, y lo sabía. Lo sabía porque el sentimiento de ahogamiento comenzaba a aumentar y la mente a nublarse, porque su parte razonable seguía intacta incluso opacada la mayor parte del tiempo.
    
   Aunque JungKook seguía siendo igual de débil e ingenuo si se trataba de él, por más que los años pasaran.
    
   Y eso debía frenarse.
    
     
    

    

Amor de mis existencias•» KookTae/KookV Donde viven las historias. Descúbrelo ahora