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—¿Cuántos años tienes? ¿Cinco? —cuestionó SeokJin con una ceja alzada.
    JungKook, sentando frente de él, miró la comida que había pedido y se encogió de hombros. ¿Qué tenía de malo pedir chocolate caliente y un alfajor con una carita feliz dibujada encima?
     —Estoy intentando ser positivo —se excusó—. Además, esto está más delicioso que tu café soso.
     El mayor casi escupió el líquido caliente al oír eso, teniendo que agarrar una servilleta rápidamente. La risa no tardó en acudir, llamando la atención de varias personas desayunando también en la cafetería. Los labios de JungKook se adornaron de una sonrisa fina y siguió comiendo.
     —A ver... —habló cuando logró recuperar la postura Jin—, ¿por qué intentas ser positivo?
     —¿Y por qué no? Es decir, el cielo está azul, los pájaros cantan y la vida se muestra amena —sonrió en grande, aunque se notaba que no era una sonrisa real, sino una de broma—. Lo siento, hablé con Sook temprano. Creo que me llena la cabeza de muchas mierdas felices.
     Jin pasó los dedos por su cabello rosado, sacando mechones molestos de sus ojos para clavarlos estos en la persona contraria. Lo había notado raro desde que se encontraron, sus hombros estaban más rígidos que lo usual y una a de sus piernas se hallaba molestamente inquieta al moverse a un ritmo constante.
    Mas escogió no decir nada al respecto, porque conocía que solo recibiría de respuesta un monosílabo negativo y un rápido cambio de tema. Como siempre que trataba de hablar de él.
     SeokJin podía contar con los dedos de una mano las veces que su menor se abrió lo bastante para obtener algunas palabras que revelaran su real estado anímico.
     Él poseía información de la - como la solía denominar el dueño- vida pasada de JungKook. Conocía del impío de su padre, tanto que conseguía hervirle la sangre. Logró conocer a la madre de Jeon antes de que muriese un año atrás porque su salud se deterioro en la cárcel, y, cuando la vio, pudo comprender las razones de la misma y el inmenso amor que le resguardada hacia su hijo. También, una noche entre cervezas y risas que se opacaron poco a poco, JungKook le contó anécdotas de su estancia en el orfanato... Sí, había nombrado a TaeHyung en la mitad de ellas, pero muy superficialmente. Como si tuviese miedo de que, si lo mencionaba demasiado, pudiese esfumarse de su mente. Y es más, el nombre de Kim TaeHyung siempre abandonó los labios de JungKook como una caricia al aire, y a su alma propia.
    —Mañana vuelo al trabajo, ¿ha sucedido durante mi ausencia?
     Decidió cambiar a otro tema, tal vez contar los dramas ridículos que solían suceder en las oficinas podría distraer a la mente de JungKook.
     —Yeri de la planta baja tiene un amorío con Jun.
       
                                 💧

    Ejerció leve presión en sus párpados cansados por estar varias horas frente la computadora. Por suerte de su vista y su inicio de dolor de espalda, ya había acabado por ese día. Un suspiro escapó de sus labios resecos por el descuido y lo olvidadizo que JungKook podía llegar a ser.
     Acomodó las cosas sobre el escritorio mínimamente, solo para darle un aspecto mejor y echó el peso en la silla, quedándose casi acostado en ella. La mirada se le clavó en el pulcro techo blanco, paseando y frenando en la bonita lámpara que colgaba de adorno en la bombilla. Se entretuvo fijándose cómo esta se balanceaba ligeramente a causa de la brisa suave que entraba por la ventana entreabierta.
    —¿Y ahora qué? —masculló al oír su celular sonar a un costado, tanteando la superficie de la mesa hasta hallarlo.
    La pantalla se iluminó, mostrando primero una imagen de Jin, el novio de este y él como fondo de pantalla, dicha cosa fue colocada por el mismísimo SeokJin en una muestra de amor y amistad. JungKook rodó los ojos y sonrió al recordar eso, para después proseguir a leer las notificaciones.
   «Kigth30 ha publicado una nueva obra.»
    Sus ojos quedaron fijos en ese corto aviso por largos minutos. El pelinegro notó sus manos temblar sutil, llenando sus pulmones de aire para conseguir calmarse luego. Debía parar de afectarle, y eso solo pasaría si él comenzaba a negarse a tener reacciones como la anterior.
    Así, decidido a que lo que fuese que dijera esa publicación no iba a perjudicar su ánimo, presionó en la notificación rápidamente como si temiera que desapareciera.
    “Kigth30 publicó:
                        «Hice mal»
El viento seguía llevándose consigo momentos que reflejaban una felicidad que costó crear,
sin embargo, no sé cuán real era eso.
Porque todo parecía tener doble cara,
y ninguno de los dos miraba la misma.”
     JungKook estuvo de acuerdo con algo después de tanto, TaeHyung había hecho mal. Pero él también, y solo parecía quedar el poner de excusa que eran niños con sentimientos y decisiones enormes.
     Ninguno vio la misma cara, no se hallaban en la misma sintonía. Aunque en ciertas ocasiones sí, pero solo cuando los miedos se quedaban olvidados y aislados de aquellas cuatro paredes de esa viaje habitación. Cuando el corazón era liberado y la mente silenciada.
    

                                 💧

     Ser dependiente a alguien no es bueno, te crea falsas necesidades. Aseguras tan ciegamente que tus ideas son correctas, que es lo que requieres en realidad y te llega a volver loco, porque, la mayoría del tiempo, tener aquello anhelado es difícil, casi imposible.
     Los pensamientos te atraviesan la mente una y otra vez, robando hasta el más mínimo instante de paz, de olvido. Muy en el fondo, sabes que lo que haces es erróneo y dañino, pero ¿cómo frenarlo si es casi adictivo?
    Y si llegas a no tenerlo, además de desquiciarte, seguramente buscarás alternativas para, por lo menos, mantener el recuerdo viviente en la cabeza. El tenerlo presente será lo único relevante, y harás lo que sea por ello. Cualquiera cosa serviría: pensarlo sin descanso, hablarlo, pintarlo, escribirlo. Todo serviría, porque todo te lo recordaría.
     O eso era lo que le sucedía a TaeHyung. Quería sostener las memorias de su risa contagiosa y ojos brillantes, de su personalidad extrovertida y sonrisa traviesa. Quería sostener una minúscula parte de lo que él era, de lo que había dejado plasmado por siempre en su existencia.
     Por eso lo escribía en las noches que sus ojos no parecían querer ceder, o en los ratos que la fría soledad parecía querer consumirlo, o cuando, simplemente, su total ser lo invadía por completo. Tan constante y doloroso, pero agriamente querido. Porque no deseaba perder lo último que le quedaba de aquel chico que aún poseía su corazón en la palma de la mano.

    
   

Amor de mis existencias•» KookTae/KookV Donde viven las historias. Descúbrelo ahora