Desde que Jeongguk regresó a Seúl con su madre, no pudo quitarle los ojos de encima al peculiar hijo de los Kim.
Y desde que Taehyung conoció a Jeongguk poco a poco se fué confundiendo aun mas, pero entendió que lo suyo con Hoseok no iba más.
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Los cálidos rayos del sol entraban por su ventana, las cortinas de color celeste estaban recogidas a cada lado con un moño rosa, y chocaban con su cuerpo extendido en la cama. La textura suave y esponjosa del edredón bajo su peso le envolvía, siempre le había gustado por qué sentía que estaba sobre una nube de algodón, además de que lo mantenía caliente de cualquier manera que lo usara.
Paseó sus ojos por la habitación propia, levemente aburrido. No tenía ánimos ni demasiada fuerza física para ponerse a hacer algo productivo, por lo general, desde que se habían mudado, sus días transcurrían dentro de esas cuatro paredes mientras dibujaba, estudiaba, pintaba, veía la tele o cocía sus pantalones. Ah, sí. También lloraba con frecuencia, sintiéndose patético por su condición, y acababa tan o más rendido que ese día.
──Jeongguk, hijo, necesito un favor a cálida voz de su madre llegaba desde su habitación, justo al lado de la suya. Rápidamente se limpió el rostro con la manga de su buzo, por si acaso quedaba algún rastro de su anterior llanto, no quería preocuparla ──, ¿podrías ir a comprar levadura? ──Cada vez ella estaba más cerca, lo sabía por su caminar y el sonido que hacía en el entrepiso. Finalmente, se asomó por el umbral de la puerta, es que quiero hacer pan.
Escaneó unos segundos a su progenitora. Era unos centímetros más alta que sí mismo, con el cabello negro y corto hasta los hombros. u cuerpo, a pesar de los años, era envidiado en todo el vecindario. Ella era hermosa en todo sentido, y ambos, se parecían bastante. Aunque lo único que les diferenciaba, eran sus ojos marrones. Esas dos almendras que le miraban a diario con tanto amor, no sé parecían en nada a sus orbes negros llenos de dolor.
—¿No puedes ir tú, mamá? —Se quejó, batiendo sus largas pestañas repetidas veces, intentando verse tierno. No quería moverse de su cama, aunque en realidad no era el verdadero problema.
—No has salido en todo lo que va del día, amor. Solo será un momento, aprovechas a tomar un poco de aire y disfrutas el sol calentito —El menor no se veía convencido—, quizá tienes suerte y encuentras al vecino…
—¡Mamá! ¿Qué cosas dices? —se sonrojó violentamente, y poniéndose de pié con rapidez intentó ocultarlo—, voy a ir, solo por qué me encanta el pan que horneas.
—Si, por supuesto—soltó con ironía, y se rió saliendo de la habitación—. Sobre la mesa hay dinero. Ten cuidado al cruzar las calles.
—Estaré bien, mamá —Le aseguró.
Se colocó una pantufla negra, se roció un poco de perfume en el cuello y tomando el par de muletas salió de la habitación. Bajó las escaleras con cuidado de no caer hacia adelante, Jieun, su madre, insistía en que usará la habitación de huéspedes en la planta baja por precaución, pero se sentía seguro por que tenía demasiada práctica los últimos días.