El gato y el cuervo y lo del gas

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Kuroo Tetsurou /Tsukishima Kei

Advertencia: Contenido sexual explícito.

Tsukishima debió de prever que algo iba mal.

Abrió la ventana de par en par y permitió que el aire entrase a la habitación como un huracán, levantando sus cortinas y tirando al suelo las hojas que permanecían sobre su escritorio. Soltó un suspiro de alivio, disfrutando de la corriente, luchando contra el terrible calor que hacía ese día. No estaban ni siquiera en verano, pero Tsukishima juraba que ese día sería el más caluroso del año. Todo, simplemente, estaba tan caliente. Creía que en cualquier momento el sol conseguiría traspasar las paredes y derretir cualquier cosa que se le interpusiera en el camino.

Sus padres se habían ido el fin de semana a la playa, de visita a la casa de su abuela materna, y él los iba a acompañar hasta que su equipo de volleyball decidió que deberían practicar ese sábado. Tsukishima no se quejó porque, en realidad, él también quería aumentar aquellos entrenamientos y mejorar sus habilidades, solo que a diferencia de Hinata y Kageyama, él no lo iba a admitir en voz alta.

Acababa de llegar a su casa, recién salía de la ducha y la sensación de estar a punto de morir por hipertermia no desaparecía de su cuerpo. Caminaba con un único pantalón corto de deporte y tanteaba la idea de ir desnudo.

El timbre de la puerta sonó y Tsukishima frunció el ceño. No esperaba ninguna visita. Y le sorprendería que con ese calor Yamaguchi decidiera aparecer por su casa, sobre todo después de la conversación que habían tenido al caminar de regreso del instituto (Yamaguchi decía algo de estar tan cansado que dormiría durante días). Bajó a regañadientes la escalera, sin prisa alguna, tan sofocado que si corría de verdad le daría un golpe de calor. El timbre volvió a sonar, ansioso, y el adolescente gruñó. Abrió la puerta justo a tiempo, pues el hombre frente a ella pensaba volver a tocar el timbre.

—¡Hola!

El chico sonreía demasiado, pensó Tsukishima, para hacer tanto calor ahí afuera y él vestir con su mono de trabajo. Tenía la cabeza ligeramente ladeada mientras lo observaba, sus ojos entrecerrados se cernían sobre su aspecto, sonreía como un sátiro. Llevaba un uniforme rojo, un mono enterizo de mangas largas cuyos botones estaban desabrochados, dejando entrever una camiseta de tiras negras. Tsukishima por un momento se sintió intimidado por la presencia desconocida, pero se recompuso sin pensarlo demasiado. Quizás era el calor, pero pensó que el chico era muy atractivo.

—Soy Kuroo. Es esta la residencia de los Tsukishima, ¿no? Tengo el recado de cambiar la bombona de gas.

El rubio abrió la boca sorprendido, de repente recordó la llamada de su madre de esa mañana informando sobre la llegada del hombre. Se mordió la lengua asintiendo con la cabeza, avergonzado por haber olvidado la única cosa que le había dicho su madre.

—Sí, pasa. La cocina está a la derecha —se limitó a contestar Tsukishima, haciéndose a un lado, dejando pasar al moreno. Este se había cargado la bombona al hombro porque no quería entrar a la casa con la carretilla y estropear el suelo. No le quitó el ojo en ningún momento, agachado, cogiendo la bombona, haciendo fuerza, soltando un jadeo. Sus músculos apretados bajo las mangas del uniforme, ceñidos a estos, las gotas de sudor que caían de su frente. Tsukishima acabó suspirando y buscó su camiseta, que descansaba sobre el sofá, y se la puso cuando Kuroo entró a la cocina, achantado un poco por su presencia. —La bombona está ahí.

Tsukishima le señaló el sitio y Kuroo asintió con la cabeza. Dejó la que cargaba en el suelo y se llevó la mano a la frente, quitándose el sudor, luego comenzó a desabotonarse el mono. Ah, sí que hacía calor. Kuroo se quitó el mono hasta que éste quedó colgando de su cintura, amarrando las mangas en ella. Entonces, la camiseta de tiros le regaló a Tsukishima la visión de los brazos del trabajador, sus bíceps, un poco de sus pectorales también. Seguramente tendría unos increíbles abdominales.

Los del vóley [Haikyuu!!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora